Un diseño artístico sobre una puerta de garaje se respeta y la mano de pintura blanca y reluciente original no. Esta realidad -quizá irritante, pero fácil de constatar en diversos barrios y calles- es la que está permitiendo que el grafiti artístico esté empezando a desarrollarse en la capital y a generar un nicho cada vez más amplio de artistas cuya única herramienta de trabajo es el espray. Un material del que ya pueden encontrar prácticamente toda la gama de colores sin salir de Burgos, porque hay dos tiendas en las que abastecerse. El único problema, lamentan quienes se dedican a ello, es que sigue siendo una práctica artística, sí, pero muy ‘contaminada’ por el vandalismo que en 2014 cubrió de pintadas más de 450.000 metros cuadrados de paredes de la ciudad.
Al menos, este es el punto de vista de dos hermanos de 22 y 23 años que responden al nombre artístico de Gare y Sera. Ellos llevan dos años dedicándose por entero a la pintura mural y han comprobado que «el boca a boca» ha empezado a funcionar, «porque la gente ve que somos serios y hacemos cosas bonitas», pero coinciden en que es muy difícil despegar en un mundo tan asociado al vandalismo. «Nosotros somos los primeros que lo vemos muy mal. Quienes lo hacen son personas que no conocen la vertiente artística del grafiti y que, simplemente, se dedican a bombardear la calle con su nombre, estropeando edificios históricos, culturales y particulares y, de paso, nos dan mala fama a los demás», lamentan los hermanos, que aunque destacan que «nosotros siempre hemos trabajado en lo legal», tampoco ocultan que en la adolescencia también tuvieron alguna pared como víctima. «En Burgos nos conocemos todos y la mayoría son chavales, que no se dan cuenta de que lo único que hacen es ensuciar», apuntan.
Lo mismo que les dice a los aludidos el propietario de una de las dos tiendas de la ciudad que trabajan este tipo de pinturas, Raúl Echevarría, de El mundo del pintor. «Empecé a vender los aerosoles hace dos años y ahora, por ejemplo, acaba de entrar una cuadrilla de seis chavales de 12 años que ya sé para que los quieren, pero aunque yo les diga que si la policía les ve los va a detener, lo compran igual y yo tengo que vivir», apunta Echevarría, destacando que cada bote de color cuesta 3,10 euros. «No son baratos, pero los compran», recalca este profesional que vive en primera persona la controversia existente en este sector. «Los vecinos o los clientes también les llaman la atención, pero te dicen que es para el monopatín. Y también me recriminan a mí que lo venda y tengo inspecciones de la Junta porque hay muchas quejas, pero insisto en que tengo que vivir», concluye. Pero igual que Echevarría sabe quiénes son los que se dedican a manchar paredes, conoce a gente que hace lo contrario. «Si en Burgos hay gente muy buena que podría fomentarlo y desanimar a estos otros, pero todavía se les ve poco. El Ayuntamiento ha hecho algo alguna vez, y también hay una peña que quiere preparar un concurso de murales, pero habría que organizar más cosas», dice este comerciante.
Una opinión que comparten los artistas Gare y Sera. Ellos creen que «habría que fomentar la particiapación de la ciudad para que vieran que un grafiti es mucho más que cuatro pintadas y ya está», añaden. La Concejalía de Juventud permite que utilicen muros de la capital o paredes para plasmar unos bocetos autorizados previamente, pero tanto Gare como Sera consideran que deberían dar más facilidades para ir diluyendo la asociación al vandalismo. «Ahora hay muy pocos concursos y Juventud cada vez nos deja menos espacios y nos lo pone más difícil», apuntan.
Ellos suelen dar rienda suelta a la imaginación en una pared del bulevar, a la altura de la antigua sede de Diario de Burgos, que renuevan cada dos meses como mucho. «Esa pared es pequeña, pero intentamos hacer pensar a la gente, escribir frases célebres y hacer un retrato del autor. Ahora, por ejemplo, está Chaplin con ‘El día que no sonría habrá sido un día perdido’. Pero ya estamos pensando en la siguente», aseguran, afirmando también que cada vez tienen más trabajo. La semana pasada estuvieron en un concesionario, decorando un coche en su presentación. Y aseguran que los particulares también piensan más en ellos. «Decorar una puerta de garaje de una casa unifamiliar o de una comunidad convencional con algo chulo rondaría los 200 o los 250 euros y en un 90% de las veces se respeta. Siempre hay quien arrasa con todo, pero lo habitual es que cuando tú haces algo vistoso y llamativo ya no tengas que preocuparte de que te lo vayan a pintar», señalan. Y esto es algo cada vez más visible en casas particulares o en edificios públicos, como la Casa del Sida, que encargó unos murales a dos grafiteros de la capital Kaneda y Alfonso para celebrar el Día del Sida, el 1 de diciembre.
Estos dos jóvenes se formaron en la Escuela de Artes y en cursos de óleo y pintura a los que asistieron por su cuenta, pero echan en falta otras opciones para quienes quieren desterrar la imagen del grafiti solo como actividad incívica. Y, de hecho, hay Universidades como la Complutense en la que ya se imparte el Grafiti como asignatura. Algo que demandan los profesionales burgaleses.