La belleza de lo austero

I.L.H. / Burgos
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José Luis Revilla echa mano de arpilleras y vides para evocar con precisión imperfecta Vespas y bicis en 'El camino'. Recorre también paisajes silenciosos y urbes llenas de textura y materia

Con la tela de saco José Luis Revilla hace esculturas en lienzos cargado de materia. - Foto: Alberto Rodrigo

La rugosidad de un saco, su estética austera, el color ocre y sus vidas pasadas son algo que «apasiona» a José Luis Revilla. Por eso ha elegido la arpillera como material esencial de buena parte de las esculturas, que no cuadros, que presenta en el arco de Santa María, recreando con todo detalle y a la vez dejando visos de imperfección bicicletas de corte antiguo y motocicletas de la marca Vespa. «Me interesaba evocar algo relacionado con el verano que fuera icónico, que automáticamente lo relaciones con momentos agradables, de paseo divertido, y eso lo tienen tanto las bicis como ese tipo de motos», subraya el artista que expone su obra hasta el 21 de enero. 

Hay están reproducidos con precisión los cables de focos y frenos, los radios, el guardabarros o los pedales junto a un asiento que no pierde la esencia de una arpillera de segunda mano, deshilachada en algunos extremos. Lo mismo pasa con las Vespas, que atraerán a más de un aficionado por el cariño con el que están diseñadas. «A veces me gusta buscar la belleza en la imperfección», añade un creador que se caracteriza por el uso de grandes cantidades de materia para crear volúmenes, texturas y sobre todo romper la uniformidad de un paisaje. «Siempre me han gustado los ocres, grises y blancos, pero me apetecía romper esa monotonía con horizontes de colores fuertes».

Los sacos serigrafiados dan color a las esculturas, mientras el cartón y otros materiales conforman el asfalto sobre el que caminan. En gran formato, como parte de un paisaje, en series o como objeto exclusivo, los dos medios de transporten centran buena parte de la exposición El camino.

La muestra se completa con descripciones de urbes como Venecia o Nueva York, cuyo presumible bullicio contrasta con el silencio de paisajes solitarios, los viñedos y las sendas de nieve que cobran vida tridimensional (aquí sí serían cuadros) con los trozos de vides en vallas, senderos y majuelos. Como complemento a la materia, unas esculturas de aluminio rompen el discurso y lo complementan.