Aranda carece de una «idea global» al diseñar el carril bici

I.M.L. / Aranda
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Los usuarios y clubes deportivos piden una infraestructura que facilite la movilidad por la ciudad, que ahora es peligrosa

Estrecho, con líneas medio borradas y compartiendo calzada con los coches es el carril bici en la calle Postas. - Foto: Jesús J. Matías

Intentar transitar por la capital ribereña en bicicleta o patinete eléctrico es como rodar sobre un catálogo de tipos de carriles bici, con tramos compartidos con el tráfico rodado, otros integrados en el trazado peatonal en calles reurbanizadas, las más de las zonas sin una continuidad para el usuario y una carencia total de proyecto a medio plazo para adaptar Aranda a la tendencia de la movilidad sostenible. Si a eso sumamos que falta mucha labor de concienciación para que vehículos, peatones y ciclistas convivan en el espacio urbano, se da la tormenta perfecta para que el uso de la bici haya quedado reducido al ámbito recreativo.

Aunque con la llegada del buen tiempo, las dos ruedas salen del olvido en el que las sume el crudo invierno, pocos son los valientes que se animan a utilizar este medio de transporte nada contaminante para acudir al trabajo o desplazarse por las calles arandinas. Y eso que Aranda tiene un trazado idóneo para eso de dar pedales. «Es una ciudad en la que se podría utilizar mucho la bici, pequeña y longitudinal por lo que los desplazamientos son cortos», describe Héctor García, presidente del Club Ciclista Arandino el escenario vial arandino, pero en la práctica Aranda no es una ciudad amable para los ciclistas. «Hay un exceso de tráfico rodado y vehículos motorizados y eso hace casi imposible ir en bici», lamenta García.

Una valoración que comparte Rodrigo Zanetti, miembro del Club Triatlón Aranda, diferenciando las dos formas de utilización del vehículo a pedales. «El uso deportivo en Aranda es muy bueno, los fines de semanas centenares de personas usan la bicicleta, pero para la movilidad del día a día es muy escaso ese uso, porque ir por Aranda en bici es un peligro porque no somos capaces de convivir ciclistas, peatones y conductores de vehículos, además de que la ciudad no está preparada para absorber un transporte en bicicleta relevante», remarca Zanetti.

Las rotondas son peligrosas, pero si sólo están pintadas, mucho más.Las rotondas son peligrosas, pero si sólo están pintadas, mucho más. - Foto: Jesús J. Matías

La falta de educación vial de muchos ciudadanos es notoria, se mire donde se mire. «Los conductores de coches no respetamos a veces las infraestructuras para las bicis, hay innumerables coches que obstruyen los carriles bici; los ciclistas vamos por la acera o cruzamos los pasos de cebra montados y los peatones no respetan las zonas reservadas para las bicicletas», enumera Zanetti los mayores problemas a la hora de compartir las calles en Aranda desde el punto de vista de la movilidad.

Sumado a eso, la capital ribereña carece de un trazado idóneo para que el uso de la bicicleta sea seguro y pueda animar a más gente a dejar el coche en casa y moverse por la ciudad de forma más saludable y menos contaminante. El año pasado se cumplía el plazo para materializar el Plan Director de la Bicicleta, en el que se partía de los 14,5 kilómetros de carril bici que había en 2012 en Aranda para alcanzar los 130 kilómetros en la red de itinerarios ciclistas proyectada, de los que el 64% (83 km) transcurrían por áreas rurales con fin recreativo, y los 32 km restantes (17%) serian de carácter urbano. 

Fuera de ese documento, la realidad a día de hoy es muy distinta. «Falta infraestructura, tenemos tramos de carriles bici pero no están planteados con una idea global; el Plan de Movilidad Sostenible recién aprobado es un documento de ideas, papel mojado, pero no hay un compromiso de cumplimiento por el Ayuntamiento», lamenta García, que considera que los esfuerzos deben centrarse en la movilidad. «Igual una inversión en un carril bici de uso recreativo no es necesaria, porque podemos ir por caminos o carreteras tranquilas; habría que pensar la ciudad hacia dentro, cómo la queremos, para conectar los barrios con el centro y con los polígonos industriales», analiza el presidente del Club Ciclista Arandino.

En la calle Ruperta Baraya hay que cruzar al otro lado porque el carril bici se acaba.En la calle Ruperta Baraya hay que cruzar al otro lado porque el carril bici se acaba. - Foto: Jesús J. Matías

Y es que los usuarios de bicicletas coinciden y tienen muy claro que lo que se viene haciendo en la capital ribereña para fomentar la movilidad sostenible es poco y nada idónea. «De nada sirve que una empresa incentive el uso de la bici si luego no hay una manera de ir en bici a trabajar, eso precisa no tener que saltar bordillos, no tener que atravesar rotondas muy peligrosas, no llegar a cruces supercomplicados,... porque el nuevo tramo de carril bici en la avenida Castilla está muy bien pero ¿qué conecta? Nada», pone como ejemplo Héctor García. Más gráfico es el análisis que comparte Rodrigo Zanetti como usuario de la bici en la ciudad. «Un carril bici no es un bote de pintura para pintar una raya en el suelo y poner el dibujo de una bicicleta, como está hecho en alguna zona de Aranda, lo idóneo es poner barreras físicas para separar a los ciclistas del tráfico motorizado», apunta este triatleta.

En el día a día, dejando de lado cómo tendría que ser realmente una buena red de itinerarios ciclistas por la ciudad, la lista de puntos negros para el uso de este vehículo es muy extensa. «La rotonda de llegada a los Jardines de don Diego desde la calle Postas o desde la cuesta del Claret es más difícil para el ciclista, porque es en pendiente y hay que parar, más allá de que la rotonda no tiene una delimitación física», justifica García, que sigue con la lista por el cruce de avenida Castilla y Luis Mateos, el trazado del carril bici en la calle Ruperta Baraya o «todos los carriles bici que están ubicados a la derecha del tráfico, porque el coche puede girar hacia allá y, si no mira, te lleva seguro por delante».