La sandía triunfa en el 'Vallejo'

GADEA G. UBIERNA / Burgos
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El colegio de Gamonal y la AECC derriban el mito de que a los críos no les gusta la fruta: comieron más de 600 kilos en una fiesta

Los 700 alumnos del colegio podían escoger de entre todo lo preparado por los voluntarios de la AECC. - Foto: Alberto Rodrigo

Carla, Sara, Ángela, Alejandra, Vega, Rocío, Jimena, Alba y Leire terminan hoy sexto en el colegio de Infantil y Primaria Juan de Vallejo; concluyen un curso con el que no solo cierran ciclo formativo, sino que se llevan a casa un cambio de hábitos: todas admiten que utilizan menos el ascensor que en septiembre y, en general, que comen más fruta. Algunas no probaban el melón, la naranja o el melocotón y, ahora, sí. Solo por eso el profesorado y la Asociación Española Contra el Cáncer (AECC) consideran cumplido uno de sus grandes objetivos para este curso, que era conseguir que el alumnado introdujera más rutinas sanas en sus vidas. Y qué mejor manera de celebrar el final de un curso así que una fiesta de la fruta en el patio: entre 600 y 800 kilos que los chavales devoraron. ¿Quién dijo que no les gusta?

«Empezamos con estas fiestas un poco por casualidad», explicaba ayer Cristina Sota, psico-oncóloga experta en nutrición de la junta burgalesa de la AECC, que hace más de veinte años que trabaja la prevención de la obesidad en colegios e institutos. Hace cuatro años, en el Padre Manjón, decidieron cerrar una de esas sesiones educativas y saludables con algo de fruta fresca y la respuesta fue tan sorprendente que no solo decidieron repetir en otros colegios, sino que ampliaron. «Tras la prueba en el Padre Manjón vimos que les gustaba, que los críos se acordaban de aquel día y que lo habían interiorizado como una fiesta», cuenta Sota, subrayando que esa es la meta final: «Queremos que vinculen la comida saludable a emociones positivas y que interioricen que la fruta también puede estar asociada a las celebraciones».

Ahora bien, para conseguirlo hacen falta muchas manos. Ayer, por ejemplo, 15 voluntarios de la AECC montaron dos puestos en el patio del Juan de Vallejo a las 08.00 horas y empezaron a picar fruta para que a media mañana todo estuviera listo y apeteciera. Si hay una verdad irrefutable es el potencial de la vista para abrir el apetito, así que allí no había decenas de plátanos en una bandeja, sino delfines con un juguete en el hocico. Para ello, los voluntarios habían pegado ojos y pelado la fruta de forma que en el extremo encajara un arándano. No ofrecían trozos de sandía, sino helados de esa fruta; algo logrado, simplemente, clavando un palo en la corteza. Y así sucesivamente. «Hay algunos que te dicen que hay frutas que nunca han probado y otros te preguntan si pueden llevar alguna a casa», contaban voluntarios como Chus Sánchez, Pedro Somolinos y Olga Somoza, quienes hace unos días hicieron lo mismo en el Jueces de Castilla y ayer tenían claro desde el principio que iba a ser lo primero en agotarse: los helados de sandía y las brochetas de melón, sandía y fresa. 

El desarrollo del programa de prevención de la obesidad infantil en el Juan de Vallejo fue una propuesta de la AECC, que encajaba a la perfección con el proyecto que el centro había decidido desarrollar a lo largo del curso con sus 700 alumnos: los hábitos saludables. «Ha funcionado muy bien y, de hecho, lo vamos a mantener el próximo curso porque es muy amplio: permite trabajar muchas cosas dentro del mismo tema», explicaba ayer la profesora de Educación Física y tutora Sandra Martínez.

Y no solo se trabaja en el centro escolar, también en casa, porque los críos trasladan lo aprendido en clase a la familia. Eso es algo que, después de 20 años, en la AECCsaben bien y ahora, tras la pandemia, están comprobando que a las familias les «está costando» entrar en lo fresco y saludable. De ahí el interés por unir la comida sana a las emociones positivas. «Es una manera muy buena de que se asimile», concluyó Sota.