"Para mí no existía el verbo fracasar, pero tampoco disfrutar"

ÁLVARO MELCÓN / Madrid
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El rincón de pensar (I) | Luis Abril Pérez, consultor de estrategia corporativa

Luis Abril, consultor de estrategia corporativa. - Foto: Alberto Rodrigo

Burgos, 1948. Hijo de maestra y militar. Estudió Bachillerato con los Jesuitas y se licenció en Ciencias Económicas y Empresariales en La Comercial de Deusto, Universidad donde también se licenció en Derecho. Reforzó su formación financiera en Noruega y fue profesor y director del Departamento de Finanzas. Llegó al Banco de Vizcaya (después BBV) en 1978 y allí sentó las bases de la comunicación corporativa. Ocupó varias direcciones generales en Banesto y el Santander Central Hispano antes de recalar en Telefónica (2001), que abandonó en 2012 siendo la mano derecha del presidente, César Alierta. Desde entonces, ejerce como asesor independiente para un grupo muy reducido de compañías como Iberdrola y Ernst & Young. Actualmente, Telefónica y las múltiples causas filantrópicas en las que se deja enrolar ocupan la mayoría de su tiempo.

Dice que nunca ha disfrutado de su profesión. Que fue su educación familiar y académica la que determinó un férreo principio de lealtad que él interpreta como un acerado sentido del deber. Abril sublimó aquello de estar en el lugar adecuado en el momento oportuno y pagó el precio. Con trabajo. El joven burgalés moldeado en Deusto por el histórico padre Luis Bernaola iba a ser financiero, pero acabó siendo profesor. Iba a ser profesor, pero acabó inventando la comunicación corporativa. Iba a ser el incómodo supervisor de los consejos de administración al que sus compañeros miraban con recelo porque hablaba con la prensa, pero acabó siendo el capeador de muchos conflictos emanados de aquellos concilios de la gran empresa española, todavía lactante en muchos aspectos.

En su domicilio madrileño, ambientado con decenas de vistas de la Catedral de Burgos pintadas por todos los autores y en todos los estilos posibles, se apilan libros de historia, música, política, finanzas… Las biografías comparten anaqueles con la tauromaquia y el ensayo con el análisis. Los Beatles están aquí y allá. Como Burgos. Como Tere, su manifiesto soporte vital básico. La mujer que se abre paso entre las historias y recuerdos que hilvanan la biografía de su marido, un tipo tímido que se vio inmerso en una perpetua ceremonia de relaciones sociales. Una puñeta.

Luis Abril, consultor de estrategia corporativa.Luis Abril, consultor de estrategia corporativa. - Foto: Alberto Rodrigo

Dice que no escribirá sus memorias, que todo lo sustantivo se lo tiene que callar y que el resto es más o menos público. También elude los adjetivos, así que asumimos la carga de ponerlos nosotros. Con todo, es Abril un hombre generoso en la conversación que acaba apuntalando sus posiciones con experiencias en primera persona que son historia de España. Al fin y al cabo, no a todo el mundo le ha puesto sobre la mesa una portada de El País el mismísimo presidente de Brasil…

En el rato que echamos en su sala de lectura ha recibido dos llamadas. Una del ganadero Juan Pedro Domecq y otra del periodista y crítico taurino Vicente Zabala de la Serna. Es obvio que no van a hablar del Gobierno. Abril es el primer embajador del torero José Tomás, al que ha seguido por todo el mundo y al que admira abiertamente en todas las dimensiones de su persona. Si alguna vez sucede que el maestro de Galapagar se encierra en Burgos, tengan por seguro quién habrá sido el obrador de la causa. Mientras, continúa ejerciendo como asesor independiente de grandes compañías -nunca más de tres- y siendo el oráculo al que recurren no pocas personas de las que manejan el cotarro. Trabaja a su manera y capricho. Para un todocampista como él, lo de colgar las botas no parece una opción.

Tiene usted una particular forma de entender la jubilación…

Luis Abril, consultor de estrategia corporativa.Luis Abril, consultor de estrategia corporativa. - Foto: Alberto Rodrigo

Eso dice Tere, sí... Mi concepción sobre el trabajo está condicionada a mi propia educación y origen. Soy de Burgos, hijo de maestra y de militar, educado por los Jesuitas tanto en el colegio como en Deusto. Si unes todas esas cosas, te quedan dos valores. O desvalores, según cómo lo mires. Uno es el sentido del trabajo y otro es el sentido del deber. Ocurre que el trabajo es penoso, es maldición divina. La responsabilidad es lo que viene de mi educación. He sido responsable por mi casa, por la universidad y, concretamente, por la figura del padre Bernaola. De mi profesión no he disfrutado nunca.

¿Cómo dice?

Lo que estás oyendo. No lo he dicho hasta ahora, pero es así. Nunca hice lo que quise. Mis pasos profesionales siempre me vinieron marcados, tanto en los sitios adonde fui como en las obligaciones que fui asumiendo. Al final, me gané la vida con aquello para lo que no estaba preparado, que es una cosa muy curiosa. En 'La Comercial' de Deusto existía la leyenda de que salías colocado. A mí me llamó el padre Bernaola…

Que fue en sí mismo una agencia de colocación…

…Era 'la agencia' de colocación, de hecho. Hace poco paré en el pueblo del padre Bernaola, y allí, en Markina, ni se le recuerda… A mí me llamó y me dijo: Tienes tres opciones. O te vas al Banco de Bilbao, o te vas a la Cámara de Comercio al Servicio de Estudios o te quedas aquí conmigo porque necesito armar el departamento de Finanzas. Te vas a América, te especializas en finanzas y te vienes. Claro, a ver quién le dice que no a Bernaola, así que en ese momento él me dedicó a las finanzas. Me iba a ir a Oregón, pero el maestro al que iba a seguir se marchó a Noruega y acabé allí. Hice la tesina y, al volver a Deusto, empecé a dirigir el departamento con 25 años. Duré dos años. A los dos años me llamó Pedro Toledo (entonces director general del Banco de Vizcaya) porque había leído un artículo mío y me pidió ir al Banco a hablar con él. Me empezó a hacer 'encarguitos'. Mírame esto o lo otro. Le preparaba papelitos muy simples y despachaba con él los sábados por la tarde, unas cinco horas. A los dos meses me llamó para entrar en el Banco. Yo entonces cobraba 12.000 pesetas al mes en la Universidad y Bernaola me había mantenido el pago, así que cuando volví de Noruega me encontré con un dinero en la cuenta con el que no contaba. Todo, con los gastos cubiertos. Claro, en Deusto no me habían sacado rendimiento y me parecía mal irme al Banco... Toledo se fue a ver a Bernaola en su Seat 1430, con sombrero y abrigo. Subió, bajó y no pasó nada. A las diez de la noche me llama Bernaola a casa y me dice: Te vas al Banco de Vizcaya. Vas a ser director de Tesorería y vas a ganar tanto. Le dije, padre, me ha negociado usted un sueldo más pequeño del que me pagan ahora. Él me dijo que la diferencia me la iba a pagar la Universidad por las clases que iba a seguir dando. Así que me fui empatando, pero con doble responsabilidad. Lo que te decía: trabajo y responsabilidad.

Todo esto, que son sus inicios, le sirvió para acabar trabajando en varias de las mayores compañías de la historia de España. De hecho, el Ibex ha sido su jardín…

Sí, el Ibex ha sido mi jardín. De los siete grandes bancos españoles he trabajado en seis, y me cambié de uno a otro sin tomar yo la decisión.

Ese perfil le convierte en historia. ¿Cómo lo lleva?

Yo creo que no. Mi carrera es singular porque es rara desde el origen. Todo esto que dices es verdad, pero lo que es raro de verdad es que con lo que yo me gano la vida y me hago profesional con marca de especialidad es con algo que yo no sabía ni lo que era: la comunicación corporativa. El que me pasó de Tesorería a otras responsabilidades es Pedro (Toledo). Él me cambia las agujas de la noche a la mañana y ya no volví a trabajar en finanzas. Me dijo que el Banco siempre había fracasado en comunicación a pesar de fichar a periodistas importantes.

Por entonces, comunicar para un banco era un marrón épico.

Sí, monumental. Pero me aferré a la responsabilidad y acepté. Eso sí, a mi mujer no se lo dije. Tardé una semana. Ella me decía que yo no me enteraba de nada y que íbamos a fracasar los dos, Pedro y yo. Para mí no existía el verbo fracasar, pero tampoco disfrutar. Yo subía y bajaba el campo de la defensa a la delantera y viceversa 35 veces al día. Sufría como un desgraciado, pero no se me ocurría no correr. Cuando salí a llevar la comunicación lo hice con cuidado y estableciendo mi propio modelo, algo para lo que me sirvió mucho haber dado clase y la carrera de Derecho, que yo pensé que había hecho por sentido práctico. Crear mi modelo en algo en lo que no existía modelo me salvó.

Yo subía y bajaba el campo 35 veces al día. Sufría como un desgraciado, pero no se me ocurría no correr"

La banca -que nunca ha terminado de tener buena reputación- proyectaba lo que proyectaba. Intereses al 16%, sacudidas del mercado, compras y fusiones de dudosa condición, ataques personales… Era, sin duda, el sector más conflictivo para estrenar la comunicación corporativa en España.

Y lo hice en el Banco de Vizcaya, que era un banco con una componente industrial muy fuerte en un momento de crisis económica generalizada, lo que mete en situación de riesgo altísimo a las empresas en las que el banco concentraba intereses. En el sector había siete grandes bancos que en negocio eran un oligopolio, pero que en reputación eran el ejército de Pancho Villa. Se daban unos a otros y otros a unos porque era la única manera de quitar clientes. Ya sabes, atacando la figura del presidente o cuestiones de imagen. La comunicación se hacía de manera aficionada y yo empecé a profesionalizarla. Más que cambiar el modelo, nosotros generamos el modelo.

Ahora, los grandes directores de comunicación -por su capacidad o por el tamaño de la compañía para la que trabajan- se sientan en los consejos de administración, algo impensable hasta hace un puñado de años.

Probablemente yo fui el primero en hacerlo.

¿Y no le miraban preguntándose 'qué hace este aquí'?

Ya lo cambiamos. Al principio era así. Todavía había gente en las organizaciones que decía 'a este no le contéis nada porque se lo cuenta a los periodistas'. Había un sentimiento como de espionaje o de traición.

¿Por qué es tan difícil explicar a las empresas que si no hablan de sí mismas lo harán los demás por ellas, y que cuando las cosas se hacen bien no hay que tener miedo a contarlo?

Has hecho el resumen exacto de la situación. En parte por timidez personal. Hay gente a la que toda relación con los medios les produce repelús por un factor de timidez unido a otro de respeto o miedo. El elemento esencial de la prensa es ejercer el poder, y ejercerlo legítimamente. O, si lo prefieres, un contrapoder. Y eso, en las empresas, generaba recelo. Lo que no asumían es que tenían responsabilidad de puertas afuera. Ahora sí, ahora empieza a irse hacia el otro lado y empiezan a pesar tanto las responsabilidades externas que hay teorías que señalan que eso dificulta el objetivo financiero global, que es utilizar el valor de la empresa para sus accionistas, pero en aquel tiempo no se aceptaba ningún tipo de obligación con el entorno y, como los medios eran los garantes de eso, ponían freno. La gente inteligente lo asumía y a la más convencional le costaba.

El financiero trabaja con el dinero, pero el de comunicación trabaja, fundamentalmente, con las personas. En su caso, con personas cuyas decisiones pueden cambiar la historia del país. César Alierta (presidente de Telefónica entre 2000 y 2016) llegó a decir que varias decisiones cruciales de las que él tomó estuvieron directamente determinadas por usted. ¿Cómo se duerme después de eso?

Eso es poner el dedo en el sistema nervioso. Lo que dices es rigurosamente cierto… Mira, en el pequeño modelo profesional que yo fui elaborando -teniendo en cuenta que yo también evoluciono, me hago mayor y voy tomando un peso en las empresas que no tienes con 30 años- sufrí accidentes para ir aprendiendo. Dentro de ese modelo, lo que yo intento añadir conforme mi posición dentro de las compañías va pesando más, es que la comunicación no es un elemento que tenga que sacar al exterior como bueno aquello que no se hace bien. Eso no. Como al exterior hay que sacar aquello que se hace bien, hay que hacer las cosas bien. Esa es la vuelta al esquema de la gestión de la comunicación corporativa. Vas condicionando con la proyección hacia el exterior determinadas decisiones internas que se toman en un sentido en el que, si no hubiese responsabilidad hacia afuera, no se tomarían porque son costosas.

La toma de una decisión en ciertas compañías se la puede encontrar abriendo los periódicos al día siguiente.

Claro que te lo encuentras. Lo dicho: trabajo y responsabilidad, y luego te aguantas. 35 veces el campo arriba y abajo. Es muy fácil de decir, pero no lo controlas. Puedes intentarlo y que no te salga. Y que los distintos núcleos dentro de la compañía generen actividad que tú no controlas y que sea conflictiva con relación a aquel planteamiento en el que tú estás en ese momento. Hay una comida con Alierta, Lula (Da Silva, por entonces todavía presidente en funciones de Brasil) y cuatro ejecutivos más. Aquel día había salido en El País una doble noticia que era un sopapo monumental, y con toda razón, a Telefónica. Es decir, a mí. Yo había pasado toda la semana trabajando en Londres. Allí, en una reunión con analistas, habíamos planificado la comunicación de los objetivos y las guías de la compañía para los próximos años, entre los que había un plan de incentivos en acciones para los 120 o 130 primeros ejecutivos de la casa sujetos a conseguir determinados objetivos (que luego no se cobraron porque no se consiguieron). Eso lo ponían abriendo el periódico por la derecha. Y cerrando primera página por la izquierda, a dos columnas, publicaba un ERE de Telefónica para tropecientas personas. Plim, plom. Llegué allí, crisis, qué ha pasado… Resultó que el asunto del ERE había salido porque el departamento correspondiente lo había planificado para sacarlo un lunes, pero enviaron la notificación a la Comisión de Valores, cerraron y se fueron de vacaciones.

Y le dejaron la mina en la Comisión de Valores...

Exacto, y el señor de El País, amigo mío para más señas, me dio una y otra. Me llamó por la mañana y me dijo que esto no podía ser. Pues ese día, el de la publicación, fue a comer Lula a Telefónica. Sacó del bolso una primera de El País y preguntó: (con acento portugués) ¿Quién es el responsable de esto? Yo. Me han metido un gol por toda la escuadra y ya está. Así que sí, esto tiene riesgos y, cuando se materializan, te los comes.

El elemento esencial de la prensa es ejercer un contrapoder. Y eso, en las empresas, generaba recelo"

Las empresas son lo que son sus personas, eso es un axioma. Otra cosa son los personajes que proyectan las personas. ¿Cuántas veces le ha tocado decir eso de memento mori a los amos del Ibex?

Bastantes. Mira, había compañeros que me decían 'cómo le dices esto o aquello a Toledo', por ejemplo. ¡Pues porque me lo ha preguntado, joder! Durante la fase en la que mi puesto en la compañía era junior, siempre contesté con mi criterio a lo que me preguntaban. Luego las piñas que llevas en el saco que te cargas a la espalda te van doliendo, claro. Cuando me hice mayor ya mandaba y tomaba decisiones muy drásticas.

¿Y usted encajaba que un subordinado le dijera que se estaba equivocando?

No. Lo llevaba muy mal. Y no porque yo sea orgulloso, que no es el caso. Es que era mi modelo. Es que eso lo estaba inventando yo según iba trabajando. Yo jamás escribí un plan de comunicación, eso que ahora te venden todas las consultorías. Yo tenía plan de comunicación, claro, pero lo tenía en la cabeza. Al que me seguía le iba bien y el que no me seguía no podía aguantarme.

Creció y alcanzó el contacto con las élites. Ahí se corre el riesgo de dejar de tutearse, de despegar los pies del suelo. ¿Cómo gestionaba el ego propio y ajeno?

Nunca he tenido ego. El ajeno… A ver cómo te lo digo. Yo siempre he sido muy respetuoso con mis jefes. Siempre les he dicho las cosas como había que decirlas y nunca he perdido las formas, a pesar de que soy un tío tímido y las relaciones personales me cuestan. No tenía facilidad para las relaciones personales. Otro tipo de personas tenían todo mi reconocimiento desde el principio, así que tampoco he tenido problemas. He sabido reconocer y admirar a los demás con un punto de humildad.

¿A las élites siempre llegan los buenos o a veces también llegan los mediocres?

Sí, también llegan los mediocres. Hay oleadas y modas. ¿Quién es bueno y quién es malo? Depende para quién. Si el jefe que elige piensa que su equipo es el bueno y tú no lo piensas, ¿quién gana? El que elige. Muchas veces, por las razones que fueren, prefieren tener alrededor a gente con la que se sienten cómodos que a gente que les haga sentir incómodos por hacer las cosas como hay que hacerlas. ¿Y quiénes somos para decir 'no te pongas cómodo'?

El relato como poder

Leer prensa es una forma de vida. Como hacer deporte o ser vegano. Quien elige, decide. Decide porque considera que su vida será un lugar mejor. Abril es un depredador de prensa. La lee, la analiza y la compara. De ahí sus disgustos y placeres, que de todo hay en la Babilonia de la tinta impresa. Pero el negocio cambia, los códigos mutan y los equilibrios de poder se rompen por la vía de la conquista. Ahí se abre otro contexto más grave y él lo sabe. Porque conoció el tiempo en el que la palabra dada era ley, en el que se medían las réplicas de los terremotos informativos, en el que cualquier línea editorial estaba sujeta a una libre pero honrada interpretación de lo que era mejor para el país, para la sociedad en su conjunto. Hoy se dedican ingentes esfuerzos y recursos a dinamitar las reglas, en el supuesto de que quede alguna en pie.

Nunca hice lo que quise. Mis pasos siempre me vinieron marcados. Al final, me gané la vida con aquello para lo que no estaba preparado, que es muy curioso"

Ahora la gran empresa es el maligno a ojos de al menos una parte del Gobierno, desde donde se han auspiciado ataques a empresarios como Amancio Ortega o Juan Roig. ¿Qué le inspira la lectura de los noticieros?

Esto, sin los medios de comunicación, no se podría hacer.

¿El ataque o la defensa?

El ataque. Las defensas no se hacen, no se defiende nadie (ríe). Eso es propaganda, punto. Antes de la primera Guerra Mundial la propaganda no existía, existían los hechos. Las dos guerras cambian las cosas. Cuando yo entro en el terreno profesional tampoco se concebía eso. Los históricos no lo concebían porque había un respeto a los medios que hoy en día se ha perdido. El que utiliza a un medio para insultar está instrumentalizando a un medio, y cuando se hace noticia de la instrumentalización se produce un disparate.

El medio que lo amplifica, que no el que lo recoge, se dispara al pie.

Eso es. No se trata tanto de sí o no como de cómo lo trato. Mi respeto para los medios, toda mi santa vida, ha sido tal que he llegado a pedir a los responsables de los medios de comunicación que ejercieran su poder. Porque si su poder no se ejerce, la capacidad de influencia que generan no se lleva a cabo y, en consecuencia, la calidad de la vida se degrada. Los ataques al Ibex no se producen porque se deban producir, sino porque se pueden producir y, además, se saca rentabilidad. A estos efectos lo importante son los datos, los hechos. ¿Quién dice que los profesionales insultados son unos bandoleros? El emisor de la noticia. ¿Basándose en qué criterios? No se sabe porque no tienen los datos. Alguien puede decir que quiere un modelo de periódico que recoja estas cosas. ¿Por qué? Porque hay finalidades de una índole muy distinta. Como las campañas contra potenciales enemigos, la captura de votos… Lo hacen porque tienen un modelo de periódico, porque imponen su modelo a los hechos, y cuando eso sucede siempre terminas por desbarrar. El modelo es al revés: coge primero los hechos y después juzga.

Va a peor. Se toma por cierto que todo lo que discurre por un canal de comunicación es información, igual que se acepta que todo lo que es información es periodismo. Sucede mucho en el colector de las redes sociales, nutridas fundamentalmente de anónimos. El populismo ha encontrado ahí una autovía enorme.

Yo describo una situación. En un medio hay quien decide si recoge o no una información, si lo lleva en portada o no… Y qué hace con las redes sociales. Un medio decide si las considera una fuente de información o no. Lo que sí es cierto es que dentro de quien habla y de quien recoge tiene que haber determinados criterios: respeto, ejercicio del poder de una forma legítima… Muchas veces he defendido en público que los medios ejercieran el cuarto poder porque eleva la calidad de la vida corporativa. Eso es otro vía crucis. Si ahora no se hace es porque los medios ceden. La relación entre corporaciones y medios siempre es potencialmente conflictiva. Sabemos que noticia es lo que alguien no quiere que se publique. Si los medios ceden, la relación de equilibrio se ha roto, y se ha roto en favor de la corporación y en contra del medio. La clave es por qué se produce ese desequilibrio.

Es obvio. Los medios pueden seguir cumpliendo con su labor fundacional siempre que tengan y retengan una cierta independencia financiera.

Eso es absolutamente crítico. Lo has dicho tú, no he tenido que decirlo yo.

Por eso proliferan las plataformas informativas que copian, pegan y publican al dictado lo que los grupos de poder, cualquiera que sea su origen, remiten. A cambio, reciben financiación de esos grupos, en no pocas ocasiones pública, que se cercena a quienes sí mantienen la independencia y el espíritu crítico. ¿No es evidente?

Tu planteamiento es correcto, sí. Ahí empieza final de la función de la comunicación corporativa.

Me duele España porque no soy capaz de asegurarme a mí mismo que la España en la que van a vivir mis nietos es la España que yo quiero"

Hace 40 años, las empresas estaban hechas única y exclusivamente para ganar dinero y, si procedía, repartir dividendos entre sus accionistas. Eso ha evolucionado, pero no tengo claro si se ha humanizado la empresa o se ha mercantilizado la humanidad.

Eso es una tesis. No te sé contestar. Yo creo que la empresa no se ha humanizado. Las relaciones humanas en las compañías, sobre todo en las grandes, son tan complejas que definir el carácter que tienen es prácticamente imposible. Cuando salí del Santander, de donde salí mal y haciendo primera página de El País, creí que ya había visto todo. La decisión de ir a Telefónica la tomé yo. De hecho, es la única decisión en mi vida profesional que tomé yo. Los que mandaban quería que fuera a otro sitio. Me costó siete reuniones entenderme con Alierta, perdí una opción profesional maravillosa en el camino… Antes te he dicho que no tengo ego, pero ahí sí tuve un poco. Fue decir: me he ido del Santander, pues me voy a una compañía que valga más.

En ese momento, Telefónica era la primera compañía española.

Muy de largo. Fui, te decía, convencido de que lo había visto todo después del comité ejecutivo del Santander, pero madre mía las que pasé. Generalizar el carácter de las empresas es muy complicado. Cada una es de su padre y de su madre y eso está muy condicionado por su origen, por el carácter público o privado, por la acumulación de talento que tienen, por las aportaciones que hace cada uno de los que da su punto de vista, por el presidente… Es muy complicado. La duda que planteas es muy buena, pero es para una tesis.

A veces se siguen caminos inversos. Vemos evolución positiva en algunos grupos de poder, pero también los hay que viven una involución. En política, donde hay gente maravillosa pero prolifera la mediocridad, cada vez es más frecuente que la preocupación no sea hacer esto o aquello, sino que no se sepa. Seguro que es extrapolable a la empresa, ¿no?

Claro. El otro día leía una frase de Gerald Ford, un presidente de los Estados Unidos que no ha pasado a la historia por ser particularmente brillante, que te deja acongojado: al final del camino, la mejor de las políticas es la honradez. Y eso vale para todos. Y si es tan fácil de decir, ¿por qué no lo hacemos?

Bueno, es muy habitual echarle la culpa al contexto.

Esto siempre ha sido así. Por eso los movimientos se producen en masa, por eso vienen las masas. Llegó la moda de la comunicación y fue la edad dorada. Cuando había una crisis bancaria, a los directores de comunicación los llamaba el gobernador del Banco de España…

…A su vez presionado por el ministro de Economía y el presidente del Gobierno.

Eso es. Cuando estalla la crisis del Banco de Navarra, con independencia de las reuniones con los consejeros, hay una reunión semanal en el Banco de España en la que Miguel Boyer (ministro de Economía y Hacienda) y Mariano Rubio (gobernador del Banco de España) se sientan con los señoritos de comunicación del banco. Servidor estaba allí. Esos sí sabían lo que había. Se empezaba a medir la potencia de la comunicación para forzar a que las cosas se hagan bien porque el coste de hacerlas mal era inasumible y se implicaban hasta arriba. A mí, la primera lección de comunicación me la da Pedro Toledo. Me llama un día y me dice: ¿Cómo llevas lo de la comunicación? Pues poco a poco. Te diré una cosa: en el periódico no hay que salir todos los días. Hay que salir cuando hay que salir y como hay que salir. Eso es política de comunicación pura y dura. Luego viene que eso sea verdad. Yo no he mentido a un medio de comunicación, al menos de forma consciente, nunca. La fusión del Banco Bilbao con el Banco Vizcaya se adelanta un día porque la pilla El País. Me llama Joaquín Estefanía (director del rotativo) y me dice: Luis, mañana abro así. Le pregunté si era innegociable y me dijo que sí. Le agradecí el aviso y eso me llevó a poder cambiar algunas cosas. Eso ya es tu problema, me contestó.

Ahí no veo intoxicación, veo lealtad y dos profesionales que hacen su trabajo de forma honrada. Ahí hay un código de honor.

Así fue.

Las audiencias no siempre entienden que no es un problema que a un periodista le llamen las empresas o los políticos. El problema es que se deje influir por lo que le transmiten.

Yo eso se lo agradeceré toda la vida a Joaquín Estefanía. Hablé con Antonio López (su homólogo en el Banco de Bilbao) y nos fuimos a ver a los presidentes y a avisarles. Si te parece bien, le dije, les proponemos que se adelante la fusión 24 horas. Y así fue. Se adelantó la fusión 24 horas por aquel episodio.

En Burgos nunca he querido dejar de ayudar, pero a veces me he sentido incapaz porque mi fútbol es otro"

¿A usted le duele España?

Sí, a mí, sí. Tampoco se puede ser maximalista, o al menos yo no quiero serlo. Mi profesor de Derecho Civil de Deusto se llama Ricardo de Ángel. Hablo con él casi todas las semanas, conversaciones muy largas. Fue un genio del Derecho, el catedrático más joven de la historia de Deusto, tuvo un despacho profesional muy brillante… Llevábamos 40 años sin vernos y coincidimos en Burgos un día por pura casualidad a través de Elena Vicente, por entonces vicerrectora de la UBU. Él recibe cartas de 20 o 25 personas, todas formadas en Deusto, pero cada cual de su padre y de su madre. Hace unos días, escribió una carta sobre esta pregunta que me haces. En las respuestas, hay gente que manifiesta su dolor por la situación de España y gente que manifiesta su optimismo inveterado, que cree que vamos como un cañón. Son personas de talento acreditado, pero vemos las cosas de una manera completamente diferente. Por eso no quiero maximizar.

Pero a usted sí le duele. ¿Por qué?

Porque no soy capaz de asegurarme a mí mismo que la España en la que van a vivir mis nietos es la España que yo quiero. Lo que está en riesgo es la manera de hacer las cosas que a mí me enseñaron, que yo he tratado de llevar a cabo y que han dado un cierto resultado medible.

¿Se refiere al adanismo rampante?

No. Hay una manera de hacer las cosas distinta. Es tan fácil como coger la hemeroteca y ver lo que han dicho las mismas personas o colectivos a lo largo del tiempo. Nos encontramos con que es todo diferente, y eso en lapsos de tiempo relativamente cortos. A eso le he dado bastantes vueltas porque me obsesiona. Yo no quiero dejar nunca de leer un periódico. Ahí, en mi ipad, tienes 20 suscripciones a periódicos españoles y tres extranjeros. Y resulta que hay días que no puedo leer... ¡pero no quiero renunciar! Es mi derecho.

¿No quiere leerlo porque no le gusta lo que cuentan o porque no le gusta cómo lo cuentan?

Las dos cosas. Muchas veces pasan las cosas porque se cuentan como se cuentan. Y muchas veces se cuentan las cosas porque contándolas así va a pasar lo que alguien quiere que pase.

Vivimos en el imperio del relato.

Claro. Y si rebobinamos la conversación, hemos pasado del 'voy a intentar que en mi casa se hagan las cosas como hay que hacerlas para que las pueda contar fuera con absoluta transparencia' al 'voy a ver qué es lo que cuento y lo que esté pasando, Dios dirá'.

En eso, y yo también rebobino, existe una responsabilidad que no es solo del emisor y el transmisor, es del receptor. Se consumen informaciones como ciertas sin ningún tipo de contraste.

Cierto, pero el receptor es el que tiene la salida más fácil, que es desenchufar y se acabó.

Sobre todo si no dicen lo que quiere que digan.

Eso es. Yo no quiero desenchufar.

Admito un horizonte político distinto, pero la visión de país no puede ser radicalmente distinta. Tiene que haber una espina dorsal única que deriva del diálogo"

La memoria y las emociones

En la interminable labor de construir un país, el principio de las generaciones que transitaron del blanco y negro al color fue abrir oportunidades para todos, elegir el bien común. Eso se hace con una materia valiosa y, al menos hasta hace un puñado de años, abundante: el diálogo. Cuando la invectiva arrolla al argumento, algo falla. Y no solo asisten a la confusa ceremonia de un país que parece no haber aprendido de sus errores quienes tienen acarreo histórico para juzgar con perspectiva. La juventud, el talento, también observa. Y juzga. Después, elige.

No es Luis Abril un hombre de nostalgias arrebatadas, pero sí de análisis comparado. Tampoco oculta que no siempre logra sintonizar con los retos que se le plantean o con los interlocutores que ha ido encontrando en el camino, ahora muy volcado también en causas filantrópicas. Su "patrimonio interior", así lo define, anda ensanchado y le quita apreturas que quizás, en otro lugar y en otro tiempo, serían insufribles. Piensa en voz alta en lo que hemos perdido y en lo que podemos conquistar. Del inevitable regreso a casa, también.

¿De qué está enfermo un país que no puede retener ni la juventud ni el talento?

No solo es una causa económica. A lo mejor nos estamos confundiendo en cosas. Hay una regla que yo he seguido en mi vida. Para no confundirse hay que contrastar, y en una sociedad plural, las visiones son varias, pero la visión de la sociedad tiene que ser única. Si no, los esfuerzos se desperdigan. La búsqueda de una sociedad única, de un partido único o de un país único exige poder contrastar, y aquí hemos perdido la costumbre de hablar para buscar el mínimo común múltiplo de lo que tenemos que hacer aunque estemos en bandos distintos. Yo admito que haya quien tiene un horizonte político distinto, pero la visión de país no puede ser radicalmente distinta, tiene que haber una espina dorsal única que deriva del diálogo. Eso es civismo, el contraste de pareceres. Aquí no se habla con el diferente.

Ergo, usted cree que hemos fabricado un país frentista que está expulsando el talento.

Lo que está pasando, y no quiero teorizar, es que no estamos ofreciendo garantías suficientes de que este país pueda ser lo competitivo que nos exige alguna gente que viene, mira y se marcha. Eso, a mí, me da miedo. El otro día me decían mis amigos ingleses que están los dos partidos hablando sobre las consecuencias del Brexit porque se le puede dar la vuelta. ¿Eso es concebible en España? Allí el sistema ha expulsado al villano.

¿Es usted nostálgico?

No, no mucho. Tengo la suerte de estar bien ahora, y en esa situación tampoco miras para atrás. Yo tengo la suerte de esa persona (señala a la estancia de al lado, donde su mujer habla por teléfono). Tengo las preocupaciones de todo ciudadano español o europeo. Mira, yo no he perdido el control del manejo de la crisis inglesa porque tengo muchos amigos allí. Y hay muchas cosas del control de la crisis inglesa que me dan mucha envidia. Vitalmente me encuentro bien, tenemos salud todos… No hay nada perfecto, pero nuestro estado general es bueno y por eso no me acuerdo del pasado. Sí recuerdo mucho a mis padres, al padre Bernaola, Noruega… Pero sin penas. Los Beatles, para mí, son de ahora, no de hace 50 años.

Sigue trabajando y continúa manejando una de las agendas más completas del país, pero antes o después va a tener que afrontar un proceso de desintoxicación del poder. ¿Está preparado?

Eso ya lo tengo resuelto. Yo ya no mando nada.

¿Algún síndrome de abstinencia?

No, no mucho. Cuando dejé Telefónica dije que quería abrir el despacho para tres clientes y así lo he ido modulando según me ha ido conviniendo. Me ha llamado mucha gente, no solo para trabajar profesionalmente para ellos, sino para que les eche una mano frente a un problema concreto. De muchos ámbitos de la vida, además. Tengo la Universidad, tengo el Patronato del Teatro Real… Estoy allí donde me han necesitado pero he ido desenchufando solo. Además, como ya te he dicho, a mí la relación personal me cuesta, no con la gente que quiero, claro, así que para mí lo cómodo es ver a la gente con la que estoy cómodo. Tengo un libro empezado…

¿Unas memorias?

No, yo no puedo escribir mis memorias. Lo que interesaría no lo puedo contar y lo que puedo contar más o menos ya se conoce. No puedo por lealtad profesional.

Llevar a Dudamel a Burgos ha sido de las mayores alegrías de mi vida"

Sé lo que ve desde su ventana de Burgos, pero dígame qué ve cuando vuelve a Burgos.

Veo mis raíces. Me fui con 16 años y volví con 60. La historia de Burgos la he perdido, me la cuenta Laborda cuando vamos juntos al Consejo Social de la UBU. Allí conocí a Tere, allí nació mi hijo mayor. Veo, fundamentalmente, los elementos emotivos.

¿No tiene una mirada analítica de cómo están la ciudad y la provincia?

La termino haciendo por decantación. A mí me llamaron de distintas instancias para echar una mano en Burgos y yo fui. Me costaba muchísimo entender el idioma, dicho todo con el máximo respeto. Con personas como Pepe Antolín me entendía muy bien, con él sí hablaba el mismo idioma. Digo Pepe porque fue mi vecino. Entender el idioma burgalés me costaba mucho en lo profesional. No he querido dejar de intentar ayudar, pero muchas veces me he sentido incapaz de hacerlo porque mi fútbol era otro.

Es comprensible. Burgos, para ciertas cosas, es la tierra de Alvargonzález.

Ya ves que yo evito los adjetivos porque prefiero ceñirme a los hechos. No diré tanto, pero me costaba mucho. Hemos renunciado al diálogo por razones equis y eso ha hecho posible que gente incapaz de hablar salga adelante.

Tiene algunas atalayas en Burgos, una de ellas el Consejo Social de la UBU. A la Universidad no le faltan enemigos. ¿Es usted optimista?

Sí. Con lo que no estoy muy de acuerdo es con el modelo universitario español, pero sobre eso no hemos podido hacer nada. Si en lugar de haber perseguido una universidad para cada ciudad hubiéramos buscado un modelo más hablado y más integrado, todo sería más eficiente. Una especialización acordada y hablada, en definitiva. Cuanto más te alejas de la patria chica, más se te ensancha el patrimonio interior. Dicho esto, la ventaja competitiva de la UBU es que están haciendo las cosas muy bien, ese es el sentimiento que yo tengo. Lo que nos queda es seguir haciendo las cosas bien. Hay gente que sale preparada de Burgos y da gloria hablar con ella. Yo quiero ver la parte positiva, y es esa, hacer las cosas bien. ¿Qué universidad no tiene las amenazas que pueda tener la UBU? Somos muchos.

Ha sido mecenas de no pocas cosas en Burgos, siempre por detrás del telón. Su papel fue crucial, por ejemplo, para llevar a Gustavo Dudamel a Burgos…

Haber llevado a Gustavo Dudamel a Burgos ha sido una de las mayores alegrías de mi vida. Por cómo fue, por cómo estuvo, por la lección que brindó allá por donde anduvo…

Menos conocida es su intervención para hacer realidad el Parador de Lerma, pero ahí está.

Esa es de las más divertidas de mi vida. Las gracias me las dieron Orden Vigara y el pueblo de Lerma. Por contra, recibí broncas muy gordas de algún secretario de Estado y un olvido estentóreo y consciente de algún ministro.

Cuando inauguraron, por ejemplo.

Por ejemplo. Y no me dolió por mí, me dolió por Alfredo Sáenz (que había cedido el inmueble como presidente de Banesto). El que faltaba no era yo, era él. Siempre es mejor que no se vean los pasos de uno. Además, me dieron la Medalla de Oro de la provincia con cincuenta y pocos años, y fue básicamente por Lerma.

El Burgos CF es de los pocos elementos de unión que hemos encontrado y aún así todavía hay gente que critica. No lo he entendido nunca"

Es usted futbolero del Burgos CF. Vaya año, ¿eh?

Sí, siempre lo veo. Al campo he ido solo una vez este año (contra el Alavés) pero veo todos los partidos. El último con fiebre, pero lo vi.

¿Por qué cuesta tanto entender que el deporte de élite es un valor enorme para una ciudad? Hemos escuchado críticas a las aportaciones públicas a los clubes de élite…

Yo no lo he entendido nunca. Es que no puede ser… Al pobre Juan Carlos Barriocanal, al que crucificaron por salvar al Club, le ayudé lo que no está en los escritos y yo disfrutaba de aquellos partidos de Segunda B casi como ahora. No entiendo que a los señores de Yucon ahora se les esté criticando, no lo entiendo. Es de los pocos elementos de unión que hemos encontrado para la ciudad y no es una unión absoluta, todavía hay gente que critica. Esto es un juego que representa a una ciudad, hay que disfrutarlo. Mi hijo dice que vamos a jugar la promoción, y Luis hijo, que viene aquí a ver los partidos, suele acertar. Insisto, hay cosas que yo no entiendo, pero eso es muy burgalés.

¿Le han pedido alguna vez entrar en política?

No.

¿Y en la Presidencia del Burgos?

Ehhhh… Medio. En la Directiva, sí. Me cuesta mucho porque en el momento en el que semiprofesionalizas algo lo disfrutas de manera distinta. Yo llevo bastante tiempo en el Patronato del Teatro Real. Ha habido una época en la que me han pedido bastante ayuda profesional y he ayudado todo lo que he podido. Cuando haces algo tuyo sobre una afición, pierdes la afición, y yo ahora la ópera la disfruto mucho menos de lo que la disfrutaba antes de entrar en el Patronato. El Burgos CF lo estoy disfrutando en la tele.

¿Se queda con ganas de decir algo?

¡No sé ni lo que he dicho! A ver si doy la talla (ríe).