Carmen Hernando

Desde la campiña

Carmen Hernando


Estados hipócritas

15/04/2023

Se ha hablado mucho en las últimas semanas sobre la maternidad subrogada, o vientre de alquiler. No soy yo quién para juzgar si las personas que deciden tener hijos de esta forma son éticamente condenables o no. Yo sé lo que haría personalmente si quisiera engendrar un hijo y no pudiera: en mi caso, adoptaría, ya que creo que hay muchos niños en el mundo que necesitan una familia. Ahora bien, cada uno es o él (o ella) y sus circunstancias, así que prefiero tener la mente abierta en cuanto a las personas que adoptan esta decisión, que pueden tomar libremente, ya que es una opción legal en muchos países.

De la misma manera, la mujer que ofrece su vientre para gestar un niño para otros en los países en los que esto está permitido no debería ser en mi humilde opinión objeto de crítica, ya que su acto en la inmensa mayoría de los casos es fruto de la situación límite en la que se encuentra. Por lo tanto, esta decisión no se toma desde la libertad de elección, sino desde la necesidad. Esa misma necesidad que podría llevar a alguien a prostituirse o a donar un órgano de su cuerpo en vida a otra persona que no conoce, por ponernos en un caso extremo. ¿Se trata de una decisión libre? Yo creo que no. Ni siquiera cuando se habla de 'gratuidad' en los casos en los que la madre gestante no cobra. Todos sabemos que esta gratuidad no puede ser real, ya que de una manera u otra tiene que compensarse este sacrificio.

A mi juicio, en los países en los que este proceso es legal, estamos asistiendo a una explotación por parte de las empresas de este sector, tanto de los futuros padres, como de las mujeres gestantes: de los primeros, porque estas agencias se aprovechan de sus sueños rotos y su imposibilidad de gestar con el fin de ganar dinero, y de las segundas porque las 'cosifican' y utilizan para su propio beneficio, exponiéndolas a riesgos físicos y emocionales, según mi criterio, inaceptables. 

Y no olvidemos que todo esto sucede gracias a que hay países que acogen y permiten estas prácticas. Estados que en muchos casos se vanaglorian de ser garantes de los derechos de las mujeres. Pues menos mal.