Nos encontramos en la recta final de la mayoría de los estudios cursados en este país y, con ello, llegan también las noticias acerca de los jóvenes y su futuro papel en el mundo laboral. Las empresas buscan la incipiente mano de obra y las innovaciones sustentadas por la variedad de corrientes de pensamiento que las generaciones en proceso de formación pueden ofrecer. Este pensamiento es un reflejo de la sociedad que nos rodea que, en gran parte, busca invertir en estas nuevas oportunidades. 

Sin embargo, hay un sector que lucha desde la sombra, casi sin apoyos y comúnmente juzgados por sus intentos de seguir formándose o de seguir buscando nuevas oportunidades. Es cierto que cada etapa de la vida implica unas condiciones diferentes y que las más favorables por norma general son las pertenecientes a la adolescencia y los primeros años de la edad adulta. Sin embargo, el juicio de la sociedad hacia aquellos que pasada esta edad comienzan estudios desde cero, cambian de puesto de trabajo o deciden emprender en un nuevo proyecto van mucho más allá de las dificultades que se encontrarán en el camino. En este sentido la sociedad deja mucho que desear, ya que permanece arraigada en el antiguo pensamiento de que superada una edad límite, meramente imaginaria, se cierran todas aquellas puertas que no atravesaste. Pocos parecen ser conscientes de que la vida no ofrece las mismas oportunidades a todo el mundo al mismo tiempo. No todos tuvieron ocasión de terminar los estudios cuando sí lo hicieron sus compañeros por numerosos motivos, que van desde problemas económicos hasta familiares pasando por la falta de apoyo por parte de su entorno. No entiendo la necesidad de juzgar sin saber, ni el hablar sin pensar. Parece que se les olvida que la mayoría de las grandes empresas fueron fundadas o dirigidas por personas que iniciaron su recorrido académico y profesional a una edad «tardía».

La vida está llena de oportunidades. No dejemos de perseguir nuestros sueños por el miedo que los demás proyectan sobre nosotros.