¡Cuánta felicidad hubo en solo 12 metros de frutería!

L.N. / Aranda
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Con la reciente jubilación de Paco y Ángeles llega el punto y final de un establecimiento que ha permanecido abierto cerca de 80 años en pleno centro de Aranda. Se despiden muy satisfechos

Ángeles y Paco ya disfrutan de su jubilación después de toda una vida dedicada en cuerpo y alma a su frutería de Aranda. - Foto: L.N.

Todo comenzó en los años 50 del siglo pasado. La madre de Paco, Felisa, abrió una tienda de ultramarinos en la céntrica calle de San Antonio en Aranda de Duero. Por aquel entonces, vendía un poco de todo, desde productos de droguería, galletas, aceite, tocino o fruta. El negocio se transformó únicamente en frutería cuando Paco, tras regresar del servicio militar con 21 años, tomó las riendas, aunque en realidad había estado desde bien pequeño echando una mano. Con ese cambio, dio en la tecla. Y de qué manera. Puede que no haya habido 12 metros cuadrados mejor aprovechados que los de la Frutería Peñalba. Un establecimiento pequeño, muy pequeño. Y siempre tan vistoso y con todos los elementos perfectamente organizados. Ahí estaban sus dos balanzas, la caja registradora y toda la fruta colocada casi con precisión de cirujano. Pero, por encima de cualquier otro aspecto, Paco y su mujer Ángeles se quedan con la inmensa felicidad que les han aportado esos dichosos 12 metros. Ahora que disfrutan de la jubilación, ambos agradecen el cariño que han recibido a lo largo de tantos y tantos años detrás del mostrador. "Hemos tenido gente majísima", apunta ella, mientras él subraya que entre sus clientes han llegado a contar con tres generaciones de una misma familia.

Puestos a hacer balance, Peñalba no duda. Para él lo mejor de toda su trayectoria laboral ha sido trabajar por cuenta propia, por la libertad que implica no depender de nadie. "Nos ha gustado y hemos sido felices", admite contento, al tiempo que destaca que el hecho de haber trabajado codo con codo con su mujer ha resultado muy positivo. Y eso que tratar con un producto perecedero como la fruta les ha obligado a "estar muchas horas, muchos días y tener pocas vacaciones". Pero ha valido la pena.

Se despiden con la satisfacción del deber cumplido y con ganas de disfrutar de todo lo que hasta ahora no han podido como les hubiera gustado, desde la lectura, al cine y el teatro. También de sus dos hijos, Alberto y Álvaro, a los que definen como "dos soles". Al final, Paco y Ángeles coinciden en que se han volcado en desempeñar bien su día a día tanto en el plano laboral como en el personal. Sin grandes pretensiones, pero con objetivos claros. "Igual no hemos sido ambiciosos del dinero, pero sí de la felicidad. Es lo que hemos buscado siempre", cuenta él. Siempre juntos. Tirando a la par. Compenetrados hasta el más mínimo detalle. El suyo fue un flechazo, un enamoramiento a primera vista cuando Ángeles, natural de Caleruega, estudiaba en Valladolid, y Paco hacía allí la mili. Desde entonces no se han separado. Para Peñalba, la clave de sumar años uno al lado del otro radica en levantarse con la ilusión de hacerlo bien, "con ilusión por tu familia y tu trabajo".

El hecho de no haber tenido relevo familiar en su frutería es algo que, de cierta forma, les alegra. "Estoy contento porque mis hijos tienen sus carreras y sus trabajos. Si hubieran seguido, yo continuaría echándoles una mano y así he podido poner el punto y final", asegura convencido. De hecho, Paco admite que ha logrado desconectar muy rápido. Hasta ahora se pasaba casi las 24 horas del día pensando en la fruta, en los pedidos que hacer, en las cantidades... Un no parar. Eso sí, reconoce que ha llegado a llorar en la tienda con las despedidas. Al fin y al cabo, ha sido toda una vida de apuesta por la mayor calidad en sus productos, con una dedicación total, un sinfín de anécdotas y valiosas amistades.