Editorial

Retos y oportunidades de España ante la Presidencia de la UE

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España asumía este sábado de manos de Suecia la Presidencia de la Unión Europea, lo que le confiere categoría de oportunidad ante los trascendentales envites a los que los Veintisiete han de hacer frente en los próximos meses. La capacidad de acción de España estará limitada, puesto que los proyectos de ley se gestionan desde las propias instituciones europeas, y la presidencia no es un órgano que permita beneficiarse para avanzar en asuntos nacionales, pero sí en cuestiones que tienen influencia en la globalidad de los estados miembros, como pudiera ser la relación con el sur de Europa, en concreto con Marruecos, Argelia o el Sahel, y que además es prioritaria para nuestro país. 

Es la quinta ocasión en la que España asume la Presidencia del Consejo de la Unión Europea, que es rotatoria cada seis meses, después de 1989, 1995, 2002 o 2010. Pero el actual orden geopolítico y la situación económica que ha quedado tras la mayor crisis social del último siglo no tienen nada que ver con aquellos años. Por recordar un hecho diferenciador, la última ocasión en la que España presidió la Unión Europea, el gran desafío era la crisis financiera del momento.

Esta Presidencia se considera de cierre, porque la legislatura europea se agota en 2024, y a pesar de los cientos de asuntos que la Unión tiene en cartera, España apenas podrá hacer frente a una decena en este tiempo, con el condicionante añadido de la celebración de unas elecciones generales en poco menos de un mes que puede propiciar que la presidencia la arranque Pedro Sánchez, como está previsto para hoy, y la concluya Alberto Núñez Feijóo, como el líder con más posibilidades de gobernar según las encuestas hasta el momento.

Con una pandemia superada, pero que ha dejado multitud de secuelas, y con una guerra en Ucrania, de futuro incierto, que está condicionando seriamente el mercado energético y la economía en general, resitúan las prioridades del orden mundial y la UE tiene que mover ficha para tomar decisiones vitales. Es un tiempo de convulsión global, y dentro de la Unión Europea en particular, con algunas voces euroescépticas emergiendo, lo que favorece una situación con la que España tendrá que lidiar. 

Pero también habrá de atreverse a impulsar los primeros pasos del camino de Ucrania y Moldavia para que se integren dentro de la Unión, y habrá que tomar medidas ante la imposibilidad de hacer negocios con países como Rusia a los que, propiciado por la guerra, se les están aplicando sanciones y bloqueos, y de los que dependía en buena parte nuestra gestión de recursos energéticos.

Demasiados frentes abiertos y escaso el tiempo para tomar decisiones cruciales. Pero, sin duda, seguir avanzando en el clima de paz en la Unión ante los aires de cambio que se impulsan ha de situarse como el gran reto de este tiempo.