Comprendo que el principal partido de la oposición pretenda hincar el diente en uno de los flancos más débiles del Gobierno: la cohesión del propio Ejecutivo, las obvias diferencias entre PSOE y Unidas Podemos y el descalabro que a la izquierda del Partido Socialista se produce con la irrupción de Sumar de Yolanda Díaz, sí, pero más aún por las propias incapacidades de las dos ministras que son máximas responsables del partido morado que creó Pablo Iglesias hace cinco años. Por eso, el PP va a insistir en atacar por este inestable lado, comenzando por los más próximos encontronazos parlamentarios.
"¿Quién nombra y cesa a los ministros?", es la pregunta, obviamente retórica, que la portavoz 'popular' en el Congreso, Cuca Gamarra, formulará al presidente Sánchez este miércoles, en la sesión de control parlamentario. Y no descarto que buena parte del rifirrafe entre el presidente del Gobierno y el presidente del PP este martes, en su encontronazo en el Senado, se centre, al menos por parte del señor Núñez Feijoo, en esta cuestión. O sea, traduciendo: ¿cuánto tiempo más va a mantener el inquilino de La Moncloa a ministras como Irene Montero o Ione Belarra, que no hacen más que lastrar la propia acción de la gobernación y crear situaciones de auténtico patetismo casi infantil, y véanse, si no, las fotos de la sesión del 'sí es sí'?
Este, el de la pervivencia de la coalición suscrita a finales de 2019 y desde entones en permanente inestabilidad, sigue siendo un tema crucial, no solo para saber quién nos gobernará en la próxima Legislatura, sino para conocer los derroteros que se van a seguir en la política impuesta -que no pactada_a los españoles: si ganase el PSOE ¿virará a una trayectoria genuinamente socialdemócrata, 'a la portuguesa', o mantendrá puntuales pretensiones de revolución social que en este tiempo se definiría como de corte casi 'latinoamericano'?
La verdad es que solamente Pedro Sánchez conoce la respuesta acerca de cuánto tiempo mantendrá en el Consejo de Ministros a las dos representantes de Podemos, colocadas allí por un Pablo Iglesias que, ahora desde su 'tele', quiere seguir mangoneando la política nacional.
Me dicen algunos, que probablemente sepan de las verdaderas intenciones del presidente lo mismo que yo (¿quién, de verdad, las sabe?), que Sánchez procederá a una remodelación ministerial inmediatamente después de que se conozcan los resultados de las elecciones de dentro de un mes. Otros, posiblemente igual de desinformados, aventuran desde La Moncloa que 'el jefe' ha decidido intentar prolongar la actual composición del elenco ministerial hasta después de las elecciones generales, allá por diciembre, lo que, personalmente, se me antoja muy difícil de conseguir: Podemos sufrirá con bastante certeza un descalabro en mayo tal que les hará reconsiderar la política frentista seguida hasta ahora y que a Sánchez le hará reflexionar sobre la conveniencia de tener a tan impopulares socios en su equipo.
Y entones, con el partido morado empezando a resultar literalmente merendado por Sumar, sería el momento de deshacerse de la incómoda parte Montero (Irene)/Belarra. Las apuestas corren como liebres por esos cenáculos madrileños que tan poco agradan a Sánchez. Pero él ya tiene, sin duda, su apuesta hecha. Y es, supongo, menos arriesgada de lo que muchos comentaristas piensan. Pero desde luego que no se la va a comunicar el miércoles a la señora Gamarra, faltaría más.