«Temo que el conflicto de Ucrania sea eterno»

H. JIMÉNEZ
-

ENTREVISTA | Abraham Campomar nació en Burgos pero se trasladó a Kiev siendo un niño, cuando sus padres se fueron como misioneros católicos. Allí se casó y tuvo tres hijas, con las que vino huyendo de la guerra hace siete meses

Abraham Campomar, burgalés que huyó de la guerra de Ucrania. - Foto: Alberto Rodrigo

La extensísima familia Campomar puso el pie en Burgos el 4 de marzo, tras una semana recorriendo 3.000 kilómetros por toda Europa. Fueron 12 adultos y 13 niños repartidos en tres furgonetas, dejando atrás los primeros bombardeos de Putin buscando la paz y nuevas oportunidades en la tierra de origen del clan. Abraham forma parte del cuerpo técnico de la selección ucraniana de fútbol y ha perdido su empleo, porque la federación ya no puede pagarles. Sigue buscando trabajo (preferiblemente relacionado con el balompié) y muestra un relato pausado, lleno de madurez obligada. Siete meses después, en sus vivencias aún se notan los claroscuros que implica la huida de cualquier guerra.

¿Qué balance puede hacer de estos meses en España?
Bueno, es complicado hacer un resumen. Por supuesto tenemos que dar gracias de estar en un lugar con tranquilidad, lejos del conflicto, con seguridad para los niños, la vida en un ambiente pacífico y tranquilo, pero también uno tiene sus problemas y sus dilemas internos. Cuando llegas, en el primer momento el objetivo es alejarse de la guerra pero realmente no eres consciente de lo que acabas de hacer hasta pasado un tiempo. Y en ese momento hay que empezar a hacer una nueva vida. Porque yo nací en Burgos pero aquí no tenía ni tengo nada.

¿Y entonces qué?
No sé cómo explicarlo. Una incertidumbre, un shock. No era algo planeado ni teníamos el mínimo conocimiento de lo que íbamos a pasar. Y eso que para mí ha sido más fácil que por ejemplo para mi mujer, por el idioma y porque es salir de su país, de su zona de seguridad y confort. Las niñas están bien porque están tranquilas con sus padres, son socialmente abiertas y ya han hecho sus amiguitas. 

¿Han sentido ustedes una caída de la solidaridad de los españoles, tras aquella explosión inicial?
Nosotros teníamos la suerte de un apoyo familiar porque tenemos tíos, primos, etc. Pero es verdad que la solidaridad explota en un momento y luego va cayendo. Es algo normal y perfectamente humano. Todo el mundo tiene su vida y el tiempo no para para nadie. Puedo decir que a nosotros nos ha ido bien, aunque  curiosamente por ser yo español no hemos podido optar a ayudas que estaban previstas para ucranianos, pese a que mi situación era idéntica. Al final lo entiendes, porque nadie estaba preparado ni existía una normativa para esto. He estado ayudando en las traducciones con Accem a otros ucranianos, y creo que globalmente la acogida ha sido buena. Todos queremos mejores condiciones, pero hemos visto buena intención. Y ojo, que ese vacío emocional por mucha solidaridad que se quiera dar es imposible de llenar. 

¿Se ha planteado volver a Kiev?
No, aunque es una ciudad que está bien defendida y que los rusos nunca llegaron a controlar. Gracias a Dios no hicieron un buen cálculo y espero que sigan errando en ese sentido. Ahora está pacificada, pero ¿hasta cuándo? Qué haces si vuelven a caer misiles. La gente vuelve y hace vida allí porque mentalmente el cerebro humano no puede vivir en tensión demasiado tiempo. Necesita hacer vida normal porque si no nos volvemos locos. 

¿Sus familiares han vuelto?
Mis padres siguen aquí. Han vuelto una hermana y un hermano. Mi hermana así lo decidió con su marido y mi hermano es misionero de la iglesia católica y ha vuelto a una ciudad cerca de la frontera con Hungría.

Por mucha solidaridad que se quiera dar, el vacío emocional es imposible de llenar»

Cuando Ucrania empezó a ganar terreno, y hasta que Putin ha hecho este llamamiento a filas de 300.000 personas, ¿creyó que la guerra podía acabar rápido?
Mi mujer siempre ha tenido esa esperanza y la sigue teniendo. También su madre. Yo no. Desde un principio y sabiendo lo que ocurrió en 2014 con Crimea... una vez que Putin entra yo sabía que no iba a ser para uno o dos meses. Tiene que ir a por todo, hacer un all-in, como estar en un póker y apostarlo todo. Sigue así. Esta movilización es un golpe en la mesa que dice:«Me dan igual las amenazas del resto del mundo. Voy en serio». Su marcha atrás es su ruina política y posiblemente su vida en prisión hasta el final de sus días. Él no hará como Milosevic, que acabó tras la guerra de Yugoslavia juzgado en el Tribunal de La Haya. Antes pide que le maten y se hace «un Hitler», seguro.

En febrero los europeos del sur no sabíamos las consecuencias que iba a tener todo esto. Ahora sabemos que nos afecta directamente al bolsillo. ¿Cree que aguantaremos?
Vuelvo a lo de antes. El cerebro o explota o se adapta a la normalidad. A los españoles les está ocurriendo lo mismo, es lo que nos ha pasado con tantas guerras. Puedes estar preocupado pero solo hasta cierto punto. 

¿Le sorprende la respuesta unánime de Europa?
Es verdad que he visto a los países europeos más firmes de lo que pensaba, pero creo que Europa ha tenido más firmeza desde el momento en que Rusia se ha quedado sola, porque no tiene un aliado externo que haya mostrado su apoyo. Internamente habrá pactos de los que no tenemos ni idea, como pasa en todas las guerras. Nos enteraremos de muchas cosas dentro de 50 o 70 años. La amenaza nuclear está en el aire, pero yo creo que está difícil que se ejecute. Europa ve la situación medio dominada, aunque se siguen perdiendo territorios y están los referéndums estos que ya se han llevado a cabo, pero parece tranquila teniendo el escudo de Ucrania y por eso se atreve a poner más condiciones a Rusia, pero sigo sin creer que Europa vaya a hacer una acción realmente fuerte para parar el conflicto.

¿Cómo se imagina que va a acabar todo esto? ¿Qué opinan los ucranianos con los que habla usted?
Que esto va a durar. Pero el problema no es solo la resistencia hasta hoy en día. Se quiera o no, cuando acabe esta guerra, gane quien gane, Rusia y Ucrania seguirán siendo fronterizas. Por eso creo que puede ser un conflicto casi eterno, como Corea o como Israel o Palestina. Que vaya teniendo sus más y sus menos a lo largo del tiempo, pero esa frontera no se va a borrar. Es un conflicto que está vivo desde que cayó la URSS, los años de tranquilidad nos hicieron olvidar que Rusia sigue teniendo sus sueños imperialistas pero nunca aceptó la caída de su imperio soviético. El ataque a Ucrania no es por tener más territorio, porque ya es un país enorme. Es para mostrar poder. Por todo ello yo nunca he creído en el final rápido de esta guerra. Si ahora Rusia se la pega y se rinde, será el hazmerreír del mundo.

La ruptura cultural tiene difícil arreglo. Si algún día lo tiene, será una cuestión de varias generaciones»

Ya hemos visto a EEUU salir por patas de Afganistán...
Sí, pero era salir por patas de un sitio muy lejano y con una explicación. Envías tropas, no te sale bien, te vuelves y no pasa nada. En el caso de Rusia y Ucrania hablamos de vecinos enfrentados, que al día siguiente de, supongamos, firmar la paz y sacar la banderita, se dan la mano pero no se creen el uno al otro.

Usted en su día contó que en vestuario de la selección hablaban en ruso. ¿Se ha roto esa convivencia cultural?
No, pero a ver... se odia a los rusos, no a su lengua, que ni pertenece a Rusia ni la ha creado Putin. Hay mucha gente que sigue hablando en ruso y ni ahora ni antes se va a pegar a nadie por usar ese idioma. En la selección seguimos hablando internamente en ruso, aunque públicamente hoy en día todos hablamos en ucraniano, y me parece normal.

¿Y en cuestiones como la música, el cine o los libros?
Ahí sí que ha habido una separación. Hoy en día las carteleras de los cines ucranianos no ponen películas rusas, pese a que las han seguido poniendo hasta el 24 de febrero. Eso ya tiene difícil arreglo, si es que un día lo tiene. Será una cuestión de varias generaciones. 

Los ucranianos que vuelven es porque necesitan hacer vida normal, porque si no se vuelven locos»