Un arco desde el que ahuyentar al agua

S.F.L. / Briviesca
-

Con motivo de la celebración de Santa Bárbara, las campanas de Poza tocaron ayer a Tentenublo por primera vez en cinco décadas mientras los asistentes se reúnen junto al conjuradero, lugar donde los sacerdotes espantaban las tormentas de verano

Los eventos locales siempre han girado en torno a la edificación. - Foto: S.F.L.

«Sólo te acuerdas de Santa Bárbara cuando truena» O eso dicen. En Poza no ha hecho falta que cayera un chaparrón para honrar a la mártir católica de la tormenta y el rayo y patrona de los campaneros en el mes en el que se celebra su festividad. El 4 de diciembre cae en lunes y el equipo de gobierno de la localidad optó por adelantar la celebración a ayer, con toque a Tentenublo incluido -sonido que no retumba en las calles desde hace más de medio siglo- pero sin lanzar ningún conjuro.

La mayoría de los jóvenes desconocen el significado de dicho término, pero por contra, los más mayores algo han oído e incluso vivido. «El último en repicar las campanas con este toque fue Zenón Alonso», comenta Cristóbal Cuevas, un vecino de la villa. Lo hacía siguiendo la tradición de sus antepasados, para derretir el granizo y espantar a las temidas tormentas. Siglos atrás, los sacerdotes de la localidad eran los encargados de tocarlo y por ello, a finales del siglo XVII sobre la principal puerta de acceso a la villa (arco de medio punto) se construyó la balconada del conjuradero.

Desde allí se celebraba el ritual que pretendía alejar los 'nublados' y las lluvias acompañadas de pedrisco que amenazaban las cosechas y la producción salinera los meses de verano. «Se conjuraba con agua de San Gregorio, que mandaban a buscar a Los Arcos, un pueblo de Navarra, beneficiándose después de ella otros de la comarca burebana. A principios del mes de mayo Poza pagaba el servicio de un veredero para que lo trajera y el día 9 se bendecía», explica.

El municipio cuenta con uno de los cuatro arcos conjuradores que han sobrevivido en la región -el resto se ubican en Villegas (Burgos), Cuenca de Campos (Valladolid) y Cozuelos de Ojeda (Palencia)- y se ha convertido en uno de los atractivos turísticos más reconocidos. «Se trata de la puerta de entrada y del monumento más fotografiado, incluso su silueta se ha empleado como imagen de la marca del Festival Nacional de Charangas», comenta Pedro Padrones, encargado de la gestión turística. Todos los anuncios y discursos importantes se pronuncian desde el balcón. También el pregón de las fiestas patronales, la proclamación de las reinas y los reyes o el lanzamiento de regalos en Halloween. «Es nuestra 'cartel' de bienvenida, el lugar de recibimiento de los turistas, el punto de encuentro con los amigos... En definitiva, el conjuradero es la viva imagen de la villa», aclara.

Antaño, cada domingo, desde la festividad de la Cruz de mayo del día 3- hasta la Cruz de septiembre del día 14 se tocaba porque las lluvias de verano no eran bienvenidas durante la fabricación de sal, que alcanzaba los 100.000 kilos diarios. «Creían que los grandes nubarrones eran indicio de la presencia del maligno, entonces, el sacerdote salía al balcón, alzaba una cruz y recitaba su conjuro. Nosotros continuamos construyendo las cruces verdes en hierro y las colocamos orientadas a los cuatro puntos cardinales en las confluencias de los caminos, una iniciativa relacionado totalmente con los conjuros», explica Cuevas. Con la entrada del sigo XX la edificación sufrió alguna modificación, la más notable el añadido de la torre del reloj, pero también la desaparición de un campanario. 

Museo etnográfico. A pesar de que el interior del conjuradero pozano se sometió a una importante rehabilitación hace años y albergue una interesante exposición etnográfica que muestra trajes de sacerdotes, de gala y de trabajo, entre otras piezas y paneles informativos, tan solo abre las puertas a las visitas el sábado anterior a la celebración de Santa Águeda (el 5 de febrero). Su interior se ha musealizado para acoger la muestra permanente que por desgracia no cuenta con los elementos usados durante los conjuros. «El libro desapareció, pero conservamos algunas cruces de madera centenarias y el candil de hojalata y cristal. En él colocaban una vela que se prendía en la fiesta de la Cruz de mayo para proteger la cosecha», aclara.