Zapadores ucranianos diplomados en Burgos

I.E.
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El Regimiento de Ingenieros forma a 40 civiles procedentes de ese país en fabricación de explosivos, retirada de minas y combate en ambiente urbano. «Se han adaptado rápidamente y no quieren más que aprender», indica el comandante Fernández

Un pelotón aprende a moverse por entornos urbanos de combate. - Foto: Jesús J. Matías

La mayoría apenas ha recibido un curso de formación en su país y muy pocos han entrado en combate, pero los ucranianos que estos días se están formando en la base de Castrillo del Val han llegado «ultramotivados, muy mentalizados de que tienen que aprender mucho y en poco tiempo» para defender su territorio de los rusos cuando regresen. «Son conscientes de que han venido a trabajar y no pierden ni un minuto», sostiene el comandante Fernández, jefe de formación de zapadores del Regimiento de Ingenieros número 1.

Y tanto que están aprovechando el tiempo en el acuartelamiento Cid Campeador. Los 40 ucranianos -todos hombres- que llegaron el día 3 a Burgos para recibir instrucción en la fabricación de explosivos, retirada de minas y tácticas de combate en ámbitos urbanos están completando jornadas maratonianas con el fin de sacar el máximo rendimiento a su formación y volver a su país para entrar en combate. Un mes van a permanecer en Castrillo y el horario es de 8 de la mañana a 20 horas con un breve descanso para comer. Y solo tienen tiempo libre los domingos por la tarde, un momento que han aprovechado para «conocer la capital» en visitas discretas. «La ciudad les ha gustado y el campo de entrenamiento y el clima les ha recordado mucho a Ucrania», afirma el capitán Salcedo, también de Ingenieros.

Este curso, enmarcado en la Misión de Asistencia Militar de la UE en apoyo a Ucrania, tiene muy atareados a cerca de 50 efectivos del Regimiento de Ingenieros. Una docena y media están con los alumnos ucranianos «a todas horas, no se separan» y una treintena más «participa en distinto grado en los diferentes hitos de la formación». Los hay que «han entrado en combate ya en su país, pero la mayoría son civiles que recibieron un curso allí» pero todavía no han sido movilizados para la guerra. El más joven tiene 21 años y el mayor, 52. 

Vienen «con ganas de aprender mucho, pero sobre todo en el ámbito práctico». Los oficiales al mando explican que el primer día que llegaron eran las 2 de la madrugada y fueron directos a dormir. Al día siguiente, lógicamente, la jornada empezó con teoría, con una explicación detallada de todo lo que iban a aprender en su estancia. «¿Pero cuando vamos a campo abierto?», preguntó uno de ellos. Le explicaron que ese primer día se concentraba el «95% de toda la teoría», de modo que «respiró», y también «sus compañeros», deseosos sobre todo de familiarizarse con el material de combate y con las tácticas sobre el terreno.

El viernes, un grupo de periodistas pudo asistir a una jornada de entrenamiento, que se desarrolló en el campo de maniobras situado justo detrás del acuartelamiento de Castrillo del Val, en cuatro escenarios diferentes. En el primero de ellos un pelotón de ucranianos se afanaba en la construcción «simulada» de artefactos explosivos para abrir vías de entrada y de salida sobre todo en zonas urbanas de combate. «La finalidad es utilizar esas bombas para eliminar obstáculos que la Caballería y la Infantería se encuentran a su paso; los zapadores van delante y vuelan puertas o abren boquetes en paredes para facilitar el paso del resto de las fuerzas», explica el comandante jefe de los instructores. El viernes trabajaron con material simulado pero en otras jornadas han llevado a cabo el ejercicio «con explosiones reales».

Combate en zona urbana. En otra de las estaciones otro destacamento de ucranianos, acompañados en todo momento por militares españoles, practicaban «la movilidad entre edificios, para aprender a entrar y salir con la máxima seguridad». Junto al complejo urbano construido a base de muros prefabricados y contenedores de mercancías, se desarrolló otro de los ejercicios, «el reconocimiento de un camino minado, para adquirir habilidades en la localización y desactivación de explosivos escondidos bajo tierra». «Hemos simulado con resina minas muy parecidas a las POM-2 de los rusos; cuando las han visto los ucranianos se han sorprendido», afirma el comandante Fernández. Hasta ese punto llega el nivel de compromiso de los militares de Castrillo con la formación de los civiles que engrosaran las filas del Ejército comandado por Volodímir Zelenski, pues tratan de reproducir al milímetro los escenarios y las circunstancias que se van a encontrar cuando vuelvan a su país para combatir. En la última de las etapas la formación se centró «en la apertura de grandes brechas en campos minados con el lanzamiento de mangueras explosivas, que despejan rutas de avance de más de 50 metros de una manera muy rápida».

En estos ejercicios juegan un papel muy importante las intérpretes, la mayoría mujeres ucranianas afincadas en España desde hace años, pero algunas han viajado con ellos desde Ucrania para traducir las instrucciones que les dan los militares españoles.

Su adaptación a la forma de trabajo y de vida en Castrillo «ha sido óptima», pero se acerca el día en que tendrán que abandonar estas instalaciones para regresar a su país. A finales de este mes o primeros de abril se termina este curso de formación. 

«Y estos 40 ucranianos ignoran a qué parte de Ucrania serán destinados cuando vuelvan, lo que sí saben es que entrarán en combate y también que todo lo aprendido aquí habrán de enseñárselo a sus compañeros cuando lleguen a Kiev».