En el mundo de la política se percibe una suerte de temblor de vísperas. A medida que nos acercamos al 28 de mayo, fecha de las elecciones autonómicas y municipales, suben de tono los discursos y las descalificaciones de los adversarios. La polarización de la política sube la tensión y por elevación. Desde la derecha se presentan como comicios de carácter plebiscitario: Sánchez, sí, Sánchez, no. En esa dirección apuntan algunos dirigentes del Partido Popular. Es el caso de la presidenta madrileña, Isabel Díaz Ayuso, que lo reconoce abiertamente: "Realmente- ha dicho- no tengo rivales en Madrid, compito contra Sánchez".

Tiene su lógica si nos atenemos al ecosistema político de Madrid, que no es comparable al del resto de comunidades autónomas, por lo que exportar esta estrategia al resto del país entraña algunos riesgos. Porque en los comicios locales, por su cercanía a los ciudadanos, la personalidad de los alcaldes y candidatos juega un papel muy destacado. Otro tanto sucede en algunas comunidades autónomas en las que la desafección a la política de Pedro Sánchez puede hallar cierta compensación en la opinión que suscitan algunos candidatos del Partido Socialista (la verdad, pocos) que, en algún momento, han sido críticos con las políticas del Gobierno central. Por eso decía que entraña riesgos confiar el éxito de los comicios de mayo a una campaña basada únicamente en denunciar las tropelías del Ejecutivo que preside Pedro Sánchez.

El 28 de mayo es una meta volante y sus resultados serán significativos porque nos trasladaran la medida del deterioro de unos y del empuje de otros. Serán válidos para detectar la dirección del viento, pero sería aventurado interpretarlos como un anticipo cerrado de lo que sucederá en las legislativas. Según las encuestas, de cara a las elecciones generales, el PP va por delante del PSOE con una ventaja que lleva meses asentada. Es una ventaja que, de celebrarse hoy los comicios, con el concurso de Vox, podría superar la cifra de escaños necesaria para gobernar España. Pero falta medio año para esas elecciones y lo que se vota en mayo es otra cosa. Ante este escenario, no estaría de más insistir en la cautela como antídoto contra el exceso de optimismo. Lo que parece será, pero quienes sueñan con la alternancia no deberían ponerla en riesgo por un exceso de triunfalismo.