Nada importa si la meta es la nieve

ALMUDENA SANZ
-

Cientos de personas disfrutan en Valle del Sol durante la mañana dominical sin reparar en el mal estado de la carretera, las esperas para subir o la dificultad para aparcar

La nieve inmaculada que cubría Valle del Sol pronto se tiñó del colorido y la alegría de los domingueros, que se revolcaron y jugaron como si no hubiera mañana. - Foto: Christian Castrillo

Las copiosas nevadas con las que sorprende el invierno estos días viran la mirada de los amantes del líquido elemento hacia puntos clave de la provincia. Paraísos inmaculados. Uno de ellos es la estación Valle del Sol de Pineda de la Sierra. Hacia allí se dirigió ayer una procesión de vehículos cargados de domingueros de sonrisa fácil y paciencia infinita. Nada importa si al final del camino la meta es la nieve. 

Y es que hubo que sortear algunos obstáculos antes de revolcarse en el seductor blanco manto que brindaba la ladera. Sobre todo los más madrugadores. En ese grupo estaban Raúl, Jorge, Elena y Rebeca con sus vástagos. Salieron prontito de Burgos. Se habían encontrado la carretera cubiertita de nieve -una hora después no había mejorado mucho, aunque sí se vislumbraba el asfalto-. Sin correr y con precaución avanzaban y cuando ya estaban a punto de cantar victoria... ¡Stop! Al enfilar la carretera de montaña de subida a la estación, a escasos cuatro kilómetros, un vehículo de la Diputación los sorprendió cruzado en la calzada. ¿Mañana de domingo truncada? No. Solo tendrían que esperar 15 minutos para que la quitanieves limpiara la vía, que estaba realmente mal. 

Esos 15 minutos, decían con guasa los padres mientras los niños jugaban, se convirtieron en una hora. Pero, finalmente, tras un amago fallido en el que la cuchilla bajó, dio la vuelta y volvió a subir, tanto ellos como el medio centenar de vehículos que se habían quedado taponados ascendieron. Coche tras coche se habían ido juntando tras recorrer una BU-820 transitable, pero con mucha precaución, en unas condiciones bastante pésimas a eso de las diez, diez y media de la mañana. A esa hora, una serpiente multicolor de turismos iba a pedales rumbo a Valle del Sol.

La velocidad era lenta, se producían parones en seco sin saber el motivo..., pero ni un pitido malencarado, ni un mal gesto. Ni siquiera se escucharon palabras más altas que otras, sí caras de fastidio y resignación, cuando se toparon con el acceso cerrado. La magia del domingo. O de la Navidad (...).

(Más información, en la edición impresa de Diario de Burgos de este lunes)