¡Lo quieren a morir!

A.S.R.
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Los burgaleses renuevan un año más su amor por una jira protagonizada por peñistas, familias y amigos, con permiso del buen tiempo

El Parral se llenó de una muchedumbre ávida de divertirse a la salud de un Curpillos más. - Foto: Valdivielso

*Este reportaje salió publicado en la edición impresa de Diario de Burgos el pasado 22 de junio de 2019.

Nadie se resiste a sus encantos. El Parral hace chas y todos los burgaleses, o casi, aparecen a su lado. Poco importa lo que pronostique el hombre del tiempo o lo que diga el carné de identidad. Llueva, haga frío o calor, en pañales, con el mono de trabajo o peinando canas, todos se visten de juerga para echarse al coleto un Curpillos más.

Muchos madrugaron para tomar posiciones. A unos los bastaba tirarse en la hierba, otros cambiaban la manta por enormes plásticos que libraran a sus culos de la humedad y muchos preferían la comodidad de las barras para tener bien a mano al camarero. Algunos se asustaron con los nubarrones de la mañana e iban pertrechados como si fuera enero. Pero no. Era junio, el verano empezaba ayer y en la fiesta se coló. El buen tiempo, literal, ni frío ni excesivo calor, se sumó a la muchedumbre que renovó sus votos con una fiesta que sin los peñistas no sería nada.

Y allí estaban ellos. Atizando las ascuas, colocando la morcilla sobre las brasas, dando la vuelta a la careta, echando sal a las sardinas, vertiendo agua en la paella, cortando pan, sirviendo a burgaleses y visitantes ávidos de cerdo, cobrando, empinando el porrón, mostrando orgullosa a la nieta a las colegas que pelaban patatas... Un sin parar que sin la molestia de las pelusas, que este año hicieron mutis, se llevaba mucho mejor. Daba fe Rubén, de la Peña San Esteban. Uno de los muchísimos protagonistas de esta jira con la que suenan los primeros redobles de los cada vez más cercanos Sampedros.

Cuando los peñistas salen de la barra (Eduardo, Truman, Mavi, María, Araceli y Débora)

Para Los Gamones, este Parral era especial. Como todas las celebraciones este año. La peña cumple los 25 y sus integrantes no pueden estar más felices. Alboroto, alegría, jaleo. El diccionario se les queda corto. Estos seis tenían ganas de jarana y la empezaron pronto. "Hay que dar una vuelta antes de ponerse a trabajar, que el día es muy largo", decían aún con el peto impoluto y con unas gafas margarita recién estrenadas. "Los complementos no pueden faltar". Hay que ponerse guapos. Ya habrá tiempo de tiznarse con el carbón, la grasa de la carnaza y la cerveza que siempre derrama algún patoso. Quedaban muchas horas por delante, pero apostaban a que la juerga no decaería en ningún momento, es más, aventuraban que crecería e incluso cuando no pudieran más con sus cuerpos, o sí, echarían el resto al final de la tarde con el Himno a Burgos a todo trapo con el que pliegan velas. "¡Es un subidón! ¡Es la hostia! ¡Es la guinda! ¡Es un momento especial, para nosotros y para todos!", se quitaban la palabra entre ellos.

 

¡A la rica paella castellana! (Eloísa, Nines, Amparo y Toñi)

Al chori-morci y al morro hace tiempo que les salió competencia. Algunos van en busca de la tortilla de patatas casera (las señoras del Monín tienen merecida fama) y otros mitigan las ganas de brisa levantina con una ración de paella, castellana, con su pollo, su conejo y sus verduras, que algo distinta a la valencia sí parecía. Se afanaban por tenerla lista (calculaban que sería para 600 raciones) estas cuatro mujeres de la Peña La Alegría de San Pedro de la Fuente. Llevaban toda la semana con el mandil puesto, ayer habían madrugado, pero poco las importaban las horas robadas al sueño. Las risas que se echan mientras cocinan no están pagadas. "Nosotros no necesitamos movernos, la fiesta la montamos aquí dentro (cada peña tiene bien acotada la trastienda)". Por no hablar de que ellas, una vez se chupara los dedos quien se llevara el último plato, se quitarían el delantal y a disfrutar lo que quedara de jornada, que de recoger todo lo que queda detrás ya se encargarían otros. Y échale arroz, Catalina.

Cumplir los 18 no tiene precio (Sara, Paula, Andy y Esther)

Otra cosa no, pero de chavalería está El Parral lleno. Con las clases ya terminadas y la antes llamada selectividad ya superada, el Curpillos se presume como la mejor manera de dar la bienvenida al verano. Y a la mayoría de edad. No se cansaba Andy de enseñar su carné de identidad para contar a quien quisiera escucharle, y a quien no, que cumplía 18 años. Una banda cruzada en su pecho insistía. Tampoco faltaban los brillantitos pegados en la mejilla, que, a juzgar por toda la gente que los llevaba, se convertirían en uno de los tuneados estrella de esta edición. Prometía Andy celebrar esos 18 como si no hubiera mañana -"¡El Parral es sagrado!"-, eufórico por haber sacado buena nota en la EBAU y cruzando los dedos para estudiar Farmacia. Y aunque pudiera parecer que en su cabeza y en la de sus amigas solo cabía el cachondeo, también entraba el civismo. Se quejaban de las pocas papeleras instaladas -aseguraban que hasta habían llamado al 010- para toda la muchedumbre que allí se concentraría.

 

Las castañuelas quieren su sitio (Ana Isabel, Cristina, Jimena, Andrea y Nuria)

Las castañuelas, la pandereta y la dulzaina tampoco se pierden un Curpillos. Jotas y seguidillas se colaban sin amilanarse en la música machacona que salía de los bafles de la zona donde unas horas después jóvenes y no tanto se pondrían a botar sin fin (algunos pillaban sitio a la una del mediodía). Y si de bailar se trata saben bien lo que se hacen las integrantes de Danzas María Ángeles Saiz. Vestidas con sus impecables atavíos y recién peinadas danzaban al sol. "A veces, con toda la gente de fiesta, parece que estamos en otro mundo, pero es muy bonito que incluyan la tradición en una celebración tan burgalesa porque si no, se pierde", señalaba Cristina como portavoz de sus compañeras. Habían empezado el día a la sombra de Las Huelgas y lo seguían en el parque, donde, después de las obligaciones, compartirían unos pinchos antes de cambiarse de ropa y seguir la fiesta con los amigos. "Nos da tiempo para todo".

La familia unida jamás será aburrida (Pilar, ricardo, manuel, Diego, Cristina y Elena)
Tanto como las cuadrillas gozan las familias. Para muchas es una cita tan ineludible como la Nochebuena. Es el caso de los Peñas-Sadornil. Cada año, se juntan en torno a esta fiesta con un guion que se repite y que comienza bien temprano en la casa de la abuela "con un desayuno fuerte". Allí quedaron ayer a eso de las ocho y media de la mañana. Después, todos a Las Huelgas. A ver a los Gigantillos, los Danzantes y el pendón de las Navas de Tolosa "y a nuestro alcalde, que lo queremos mucho", habla Diego, el tío/hijo/hermano que vive en Madrid desde hace veinte años y hace lo posible por no fallar. Posa con su hermana (falta el tercer hermano, Roberto, que este año no ha tenido permiso laboral), su madre y sus sobrinos (el cuñado está, pero perdido). Hacen el paseíllo, compran "artículos de primera necesidad (pistolas de agua, paraguas...)" y se lanzan a la primera ronda. "Siempre empezamos con el triplete, que es morcilla, chorizo y morro". La primera la pagaron en El Crucero. Su próximo destino sería El Buru, "que es de las mejores". La tarde se preveía larga. Si cumplen su escaleta, seguirían con el café y la merienda, en la que darían cuenta de los pinchos sobrantes.