Juan Carlos Pérez Manrique

Estos días azules...

Juan Carlos Pérez Manrique


Razón para la esperanza

08/12/2021

En torno a las mesas que sostenían las jarras de cerveza, oficiales alemanes imponen uno de sus himnos abrumando a los franceses que comparten sitio en el Rick's café de Casablanca y que se sienten deshonrados por el colaboracionismo de Vichy. A ello responden los músicos del local tocando con mayor fuerza la Marsellesa, el canto compuesto por un exsoldado y poeta francés para los ejércitos de voluntarios que defendían la Revolución de 1789 de los ataques prusianos y que acabó convirtiéndose en un símbolo de la lucha por las libertades también durante la ocupación francesa por la Alemania de Hitler. Para quienes amamos esos valores, la emoción multiplica la intensidad de un relato en el que Rick (Bogart), que pudiera parecer solo interesado por su negocio pero que vive descalabrado de amor y con un compromiso político íntegro a pesar del aparente 'distanciamiento' que la situación le imponía, es el protagonista de esa extraordinaria película (Casablanca, M. Curtiz, 1942) que mañana cumple 75 años de su estreno en España (con la correspondiente intervención de la censura) y en la que en el humo o en la niebla, en el del café o en la del aeropuerto, se enreda el amor que nunca se extingue, se propicia el inicio de una gran amistad o se hace posible despegar para la defensa de la libertad. 

Sin embargo, los acontecimientos en los que se construye tu propia vida es donde las emociones que te provocan las manifestaciones artísticas en las que participas ('ver' también es participar) adquieren toda su fuerza. En mi memoria permanece grabado como un día de emoción, de completo entusiasmo, el del referéndum de la Constitución del 78. En las primeras horas de aquel 6 de diciembre, recuerdo cómo, entre niebla parecida a la de Casablanca, atravesé la calle San Juan para manifestar con mi voto que necesitaba despegar hacia una sociedad más decente, dejar atrás la bruma para pasar a la claridad de los Derechos, a la claridad en la que el hombre no pude ser superior a la mujer, ni el que profesa una religión al que profesa otra o ninguna, ni el que tiene un color y un origen al que tiene otro, como tampoco el que piensa según dictado o simplemente elude pensar, al que piensa de otra forma. Y aunque digan los poetas que no son suficientes las palabras para hacernos más libres, también aseguran los versos que haber llevado el fuego un solo instante nos da razón para la esperanza.