Cada vez son más y mejores las técnicas de aprendizaje que muchos profesores y centros educativos innovan para enseñar. Desde construir un globo terráqueo hasta grabar pequeños cortos o teatralizar determinados hechos históricos. Actividades que, además de instruir, entretener y evitar que los niños se pasen la mañana en Babia, incrementan de una manera más que notable la creatividad, el trabajo grupal y el interés por esas importantes nociones que tan poco entusiasmo despertaban en aquellas interminables clases convencionales.

Cada vez son más y mejores, pero hay una, en especial, que yo, por deformación profesional, tengo que celebrar. Porque ya me hubiera gustado a mí, y seguro que a muchos de ustedes, tener en mi cole un auténtico plató de televisión como los que han estrenado el Virgen de la Rosa y el Aurelio Gómez Escolar. Un espacio en el que soñar, transformarse, divertirse, crecer y aprender. Aprender a hablar en público, a desenvolverse en situaciones inesperadas, aprender a compartir. Les aseguro que no hay nada en el mundo que me haya enseñado más todo esto que la televisión. Y envidio, por ello, a los chavales que hoy pueden aprenderlo con tiempo y celebro que haya centros que enseñen también a vivir. Porque la tele del cole puede ser dentro de unos años una entrevista de trabajo, una conferencia o un cambio de residencia en el que, tras muchas grabaciones, el directo saldrá perfecto. Porque esos niños que hoy juegan a ser presentadores, colaboradores o concursantes de Pasapalabra (con la lección de Lengua más que estudiada), terminarán el colegio sabiendo de qué va eso de vivir. Porque ellos sí estudiarán, madurarán y además se divertirán.