Viaje tierra adentro por la Ruta de los Galeones

A.C.
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Cántabros y espinosiegos quieren potenciar la historia que les une. La fábrica de velas deEspinosa vistió barcos de sus astilleros y su madera surtió a las fábricas de cañones cántabras.

Viaje tierra adentro por la Ruta de los Galeones

Casi todos los espinosiegos saben que en el paraje de Fuente Zancos, a escasos metros del río Trueba y cerca de la iglesia de Berrueza, se levantó a mediados del siglo XVIII la popularmente conocida como fábrica de velas o de lonas. Fundada por el empresario cántabro Juan Fernández de Isla y Alvear, fue una rara avis en las tierras del norte de Burgos. Una «extraña, efímera y solitaria industria» en tiempos donde la agricultura y ganadería eran la base de la economía local espinosiega, como indicaba en un magistral artículo de la Revista de Historia Naval el investigador ya fallecido Pedro Díaz Sarabia en 2006. Llegó a convertirse en la fábrica más importante de Las Merindades y de allí salieron las lonas para cuatro imponentes navíos de la Armada Real, que no Invencible (eso fue muy anterior en el tiempo), que se montaron en los astilleros cántabros de Guarnizo, además de para otros destinos de España como Cádiz.

En 1753, 1754 y 1755 se botaron los cuatro buques que pudo construir Fernández de Isla, por encargo del entonces ministro de Marina, Zenón Somodevilla, el Marqués de la Ensenada. Iban a ser ocho, pero el nuevo ministro anuló la mitad del contrato. Aquellos navíos de 68 cañones cada uno se llamaron Arrogante, Poderoso, Serio y Soberbio y se vistieron con las lonas de la fábrica espinosiega. En el segundo viajó la futura reina María Luisa de Parma en su viaje de Génova a España y todos menos el último acumularon una larga historia de navegación.

¿Qué llevó a Fernández de Isla, a crear en Espinosa una factoría, tan alejada de los astilleros de Guarnizo? Algunos autores describían la zona como «pobre y atrasada» y en la que el empresario cántabro chocó varias veces con «los caciques montañeses», con los que a buen seguro hizo negocios, dado que los contratos de corta de madera fueron una de sus principales actividades. El lino de la comarca, donde abundan los topónimos de Linares, sobre todo, en la Merindad de Sotoscueva, pudo ser uno de los motivos. También el interés por reducir las caras importaciones del tejido de Centroeuropa. Pero también ayudó que el Marqués de la Ensenada le obligó en sus contratos a establecer industrias auxiliares en las Montañas de Burgos.

un centenar. En aquella fábrica de lonas trabajaron una tropa de foráneos llegados de los reinos de Valencia, Cataluña y Aragón. Eran cordeleros y tejedores. Pero también hubo necesidad de traer directores y fabricantes de Francia, Mallorca y otras partes, lo que generó un gran recelo entre los espinosiegos, quienes no veían con buenos ojos que sus familiares se ocuparan en oficios fabriles. El centenar de técnicos y operarios multiplicó la población local que sumaba 380 vecinos. Apenas estuvo activa entre 1752 y 1754 y en los años posteriores cercanos a 1760. Tuvo una segunda etapa bajo la dirección del francés Mandroux entre 1771 y 1780. La destitución del Marqués de la Ensenada como ministro de Marina hizo caer en desgracia al empresario cántabro, que llegó a entrar en prisión por problemas contables entre 1760 y 1766. La fábrica de velas inició su descenso y nunca recuperó el esplendor de sus primeros años.

Cuando el investigador Carlos Villasante y Jesús María Martínez promovieron los actos de celebración del Bicentenario de la Batalla de Espinosa (1808-2008), en los que participaron como invitados alcaldes de diferentes municipios cántabros, dieron con los primeros documentos vinculados a la fábrica de velas. En aquellos momentos comenzó a gestarse la posibilidad de promover una ruta turística, la llamada Ruta de los Galeones, con la que ligar Espinosa de los Monteros con los municipios de San Roque de Riomiera, Miera, Liérganes, Riotuerto (La Cavada) y Medio Cudeyo (Solares). A todos ellos les une una singular historia de buques montados en Guarnizo, cuyas velas se fabricaron en Espinosa, y las talas de madera de los bosques espinosiegos que descendían por la estructura de un resbaladero (791-1797) hacia la vertiente cántabra del puerto de Lunada para abastecer los hornos de las fábricas de cañones de la ría de Tijero, entonces era navegable hasta Solares. De las fabricas de cañones, de las que salieron 23.000 unidades, apenas quedan vestigios, salvo en La Cavada, donde se encuentra Museo de la Real Fábrica de Artillería y cada verano se recrea la historia con un famoso cañonazo y otros espectáculos.

La crisis y otros avatares adormecieron la idea nacida en 2008 hasta el pasado año, en que volvieron a producirse encuentros en Cantabria, a los que acudió el alcalde espinosiego, Javier Fernández-Gil, y en los que se retomó el interés por potenciar esta ruta y las comunicaciones. Solo hay un inconveniente, el puerto de Lunada, que permanece durante muchos meses al año cerrado por la nieve. La Asociación de Hosteleros de Liérganes junto con la Asociación Ecoturismo Merindades, con base en Espinosa, están dispuestos a tirar del carro junto con los municipios que se quieran sumar. Las elecciones han detenido momentáneamente las conversaciones que se retomarán en verano. «La historia nos une, pero las comunicaciones nos separan», sentencia Rosa María Díez, presidenta de Ecoturismo Merindades, quien trabajará para que el proyecto llegue a buen fin. Para mejorar la coronación del puerto lucharán asociaciones y municipios juntos. El alcalde de Espinosa también lo tiene claro: «Lo que hace falta es unirse para resolver problemas».

Si todo sale adelante, formarán una asociación bautizada como ‘Resbaladero de Lunada’ y que tratará de preservar y promover los valores que fomenten el desarrollo de los territorios comprendidos en los valles de los ríos Miera y Lunada. La historia de la Ruta de los Galeones es apasionante.