El enamorado del arte

R. PÉREZ BARREDO / Madrid
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El pintor y escultor Antonio López reflexiona para Diario de Burgos sobre el arte, la vida, la enfermedad, la belleza, la libertad, la justicia, la igualdad, el miedo, la muerte...

El maestro, pintando el cuarto de baño de su casa, lo que promete ser un bodegón hiperrealista o un autorretrato sin el artista. - Foto: Valdivielso

El árbol del membrillo que hace tres décadas inmortalizó en el cine Víctor Erice es hoy el más fecundo de cuantos posee Antonio López en un jardín en el que también hay naranjos, limoneros, higueras, olivos y una pequeña huerta en la que todavía rojea algún tomate. El artista se mueve con idéntica soltura tanto en ese universo natural como en el interior del estudio, abarrotado de caballetes, lienzos, esculturas, pinceles, bocetos, dibujos, maquetas, fotografías... «El mundo es un revoltijo tremendo.Estamos todos muy desorientados.En una medida en la que nunca había ocurrido. También el arte ha cambiado muchísimo. También está revuelto. Desde Goya, e incluso desde Velázquez o Caravaggio, a quien le rechazaron trabajos porque tenía su idea de las cosas; una idea que no coincidía con la que imperaba entonces. Ha cambiado todo. La vida del hombre», reflexiona Antonio López mientras se pone frente el caballete para seguir pintando en el cuarto de baño de su casa lo que promete ser un bodegón hiperrealista o un autorretrato sin el artista, tanto da.

También ha cambiado él, admite. «Tengo 84 años. Tengo muy buena memoria. He trabajado mucho. He sido incansable. No conocía el cansancio. Estaba disponible constantemente. Ya no. Pero estoy bien, no me voy a quejar», apunta sonriendo. Se siente afortunado. «Tuve mucha suerte de tener un tío [también pintor, fue el hombre que le inició en la pintura, que le tuteló y llevó a Madrid] que me metió en el arte.Para mí fue algo extraordinario.A todo el mundo le tendría que pasar algo así. Aunque el del arte es un mundo difícil: tienes que valer, tener resistencia... El arte es un enamoramiento que tiene que durar toda la vida. Porque no se puede hacerse sin ardor. Yo volvería a elegir este trabajo, aunque sea difícil mantenerlo tantos años». 

Queda mucho -todo- de esa llama de amor viva en Antonio López. «El enamoramiento es muy intenso. Y siento que el arte puede tener utilidad para los demás. El arte lo ha inventado el hombre para hacerse la vida más llevadera; para hacérsela mejor. Pero no hay receta que diga cómo tiene que ser ese arte que mejora la vida. Es algo difícil de decir. En la Antigüedad era la belleza... Ahora ya no es lo único importante: ahora se trata de dejar testimonio de nuestro pensamiento y de nuestro sentir, sea el que sea. Hay un arte que es muy negro, muy terrible, muy amenazante, muy peligroso, porque quiere expresar lo peligroso del mundo.Eso no había ocurrido. Porque la vida puede ser un peligro. Y el arte está para expresar todo eso.La gran aportación del artista es diagnosticarlo. No está para mejorar nada, aunque pueda. El arte de nuestra época habla del hombre de nuestra época. Pero el artista no tiene problemas: es la sociedad la que los tiene.El artista se limita a expresar lo que siente la sociedad.Es su voz. Si la sociedad es oscura, el arte es oscuro; si es luminosa, sucede como en Grecia, donde el arte es luminoso hasta que llega Esquilo y todo es sangre y muerte.La vida es luz y oscuridad. Porque está la muerte, la aniquilación, la enfermedad, la guerra».

Pero le quita importancia Antonio López a la influencia del arte en la vida. «Antes era más importante.Ahora hay demasiadas cosas que influyen más. Además, desde hace dos siglos casi se hace un arte que no es para todos. En principio está hecho para todos, pero la mayoría de la gente no puede participar porque no lo entiende. En Grecia, por ejemplo, un hombre inculto subía a la Acrópolis, veía el Partenón, y aunque no entendiera nada quedaría admirado de todos esos trabajos, esas figuras magníficas. Quedaría deslumbrado. ¿Ahora qué es lo que deslumbra en el arte? Hay que ir explicándolo todo. Por eso estás tú preguntando. El arte antiguo entregaba algo a todo el mundo, a los que sabían y a los que no. Ahora, si no sabes, si el lenguaje utilizado no se entiende, el arte queda reducido en cuanto a la influencia... Pero la cultura, el arte, el conocimiento debe ser una luz».

La tecnología contribuyó a todos los cambios, señala el artista. «Y esos cambios traen otros y otros. Y cada vez hay más. Llega un momento en el que parece que el hombre puede conquistar el espacio. Y empieza a soñar cosas que nunca pudo soñar antes. Pero seguimos atados a la Tierra. Y somos vulnerables. Por un lado, parece que hemos cambiado. Pero seguimos amando, odiando, frustrándonos, aburriéndonos. No hay tantas diferencias». La crisis sanitaria que ha provocado la pandemia le tiene muy preocupado a Antonio López. «Da la sensación de que es una advertencia a las torpezas del hombre que camina aplastándolo todo. No ha tenido consideración ni sensibilidad con la naturaleza. El hombre siempre encuentra motivos para aniquilar. Lo que está pasando parece un castigo. Creo que deberíamos llevar una vida más austera. Parece que cada vez necesitamos más y más. Para mí, la austeridad es la solución, entendiendo ésta como una virtud beneficiosa para encontrar lo necesario para vivir. En esta crisis se ha visto quiénes son los verdaderamente necesarios: quienes nos curan y quienes nos dan de comer. La gente del campo, la gente del mar, los basureros, los transportistas... Ver eso debería hacernos pensar un poco».

La actual situación, señala Antonio López, no ha hecho sino visibilizar aún más la enorme brecha social que existe. «La nuestra es una sociedad muy injusta, con opulentos y oprimidos. Eso no puede ser bueno. Tengo la impresión de que todo el mundo está esperando a que esto pase para seguir igual. Y eso es irritante». La vida del pintor y escultor sigue girando en torno al trabajo. Lo hace siempre con entrega y humildad, con la sencillez de los más grandes. Abomina de las etiquetas que le incluyen en el Olimpo. «¿Cómo se miden determinados valores en nuestro mundo? No se puede, como no se puede medir la bondad, por ejemplo. No me gusta entrar en ese juego, menos aún en el mundo del arte, donde me parece muy grave la competitividad. Hace daño. Si se puede, se debe huir de eso. Yo creo que todo el mundo debería ganar por igual. No es justo que haya gente que, haciendo bien, haciendo cosas útiles, llegue justo. Debería haber un equilibrio muchísimo mayor. Mientras no exista ese equilibrio, estaremos en peligro. Porque el hombre aguanta hasta que se cansa. La gente del campo, por ejemplo, debería estar más reconocida y valorada porque hacen una tarea de servicio a los demás imprescindible».

Se siente libre Antonio López, aunque la pandemia haya reducido sus salidas para pintar al aire libre. «La libertad es la premisa de este trabajo. Sin libertad no puedes entregar a los demás un trabajo que tenga limpieza y sea honesto». No piensa el artista en la muerte. «A mí me gusta la vida, aunque el mundo que hemos creado no me guste demasiado. Me crea ansiedad. No veo claro el futuro. Aunque nunca lo he visto claro», concluye.