Un feliz Daniel de la Rosa ha soplado dos velas para celebrar su segundo cumpleaños como regidor municipal, gracias a una carambola que le aupó a la alcaldía. Dos años en realidad no son nada y el alcalde merece un voto de confianza. 
En su haber, la gestión más que aceptable de una pandemia que ha trastocado todos los planes y su capacidad para construir un bipartito que ofrezca estabilidad política. En su debe, la incapacidad para diseñar e impulsar un proyecto de ciudad sólido y perceptible. Esto último lo hizo bien su antecesor socialista, Ángel Olivares, que tuvo la habilidad política de aglutinar a la ciudad y a las instituciones en torno al proyecto de Atapuerca y cuyo resultado es el paseo del mismo nombre en el que se levantan tres magníficas infraestructuras que han dado visibilidad y relevancia a la ciudad.
En Gamonal, de la Rosa da palos de ciego y, quizás por miedo, sigue sin articular un proyecto claro que dé respuesta a los problemas de este barrio olvidado y marginado durante décadas. Con el Mercado Norte, que es un proyecto de cierta importancia, pero desde luego no un eje tractor para la ciudad, sucede lo mismo. Lo de Burgos Río, el sueño del vicealcalde Marañón, nadie sabe en qué consiste, y algo similar sucede con ese urbanismo de quita y pon para los espacios públicos. Mientras Burgos se esfuerza por convertirse en un eje secundario en materia logística, ciudades como Valladolid activan proyectos para potenciar su industria y albergar un gran parque logístico agroalimentario. El alcalde tampoco alza la voz, como sí lo ha hecho el de León, para protestar por el retraso en infraestructuras esenciales. 
En estos dos años se ha podido constatar también cómo el PP ha optado por una oposición extrema, hasta el punto de que Vox se percibe como una formación más moderada en el Ayuntamiento. En Podemos son dos y mal avenidos, como ya es tradición en la izquierda burgalesa. Y los de Ciudadanos, en dos años se quedarán… a dos velas, y ya se verá si mantienen el acuerdo del bipartito hasta el final.