Nuevo rival en segunda fase para la Arandina y sensaciones encontradas. Primero, por volver a verse las caras sobre el césped contra un adversario, el Atlético Tordesillas, que se ha convertido en una especie de bestia negra para sus intereses en las últimas temporadas (al menos en su feudo, donde los ribereños llevan sin ganar diez años). Segundo, porque a pesar de que el club vallisoletano se haya erigido como un habitual de la categoría en la década que acaba de terminar, poco o nada tendrá que ver el duelo de este sábado en El Montecillo con lo que los rojiblancos hayan podido acostumbrar a ofrecer en el pasado al respetable.
Y es que, tras estampar en el reciente inicio de curso un convenio de colaboración con el Real Valladolid, el equipo turresillano ha pasado a convertirse en el segundo filial directo de la estructura matriz del Nuevo José Zorrilla. Un hecho, que ha permitido fortalecer globalmente la posición de presente y futuro de la entidad rojiblanca, pero también cambiar radicalmente su apuesta deportiva ya que, con el giro de timón, varias de las jóvenes promesas formadas en la base blanquivioleta han pasado a poder desembarcar ahora a orillas del Duero a su paso por Las Salinas.
De hecho, hasta trece jugadores han sido los que han iniciado andadura esta temporada en Tercera División gracias al acuerdo alcanzado por ambos conjuntos. Alguno de ellos, como el guardameta David García, los centrocampistas Iglesias y Luismi, o el delantero Torres (máximo goleador rojiblanco con cuatro dianas), con posible proyección además dentro de la casa matriz. Un escenario vigilado de cerca por el nuevo equipo técnico aterrizado desde Valladolid capital con ‘Chuchi’ Macón a la cabeza, y al que contribuyen de manera acertada varios veteranos como Farolo, Villafruela o Héctor Vega.
ANTECEDENTES. A pesar de que no vaya a parecerse en exceso el partido de mañana sábado a lo vivido con anterioridad en las citas entre Arandina y Tordesillas (más allá de la habitual garra visitante), cabe señalar que, si a alguien le beneficia por tradición el resultado de dichos enfrentamientos en la capital ribereña es, sin duda, al conjunto blanquiazul. Lo dicen los números. Tanto como que, de las diez ocasiones en que ambos se han medido allí, en seis de ellas la victoria ha ido a parar a manos burgalesas (por sólo dos vallisoletanas). Un punto curioso a tener en cuenta dado que, además, de dichas seis, las cinco últimas han llegado de manera seguida.