Sabes, te he echado de menos

ALMUDENA SANZ
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Los usuarios son el alma de este servicio y, aunque cada uno cruza sus puertas por razones distintas, todos celebran su reapertura, aún a medio gas, y recuperar sus hábitos con todas las medidas de seguridad

Los usuarios vuelven a la biblioteca. - Foto: Valdivielso

Cantaba Kiko Veneno esa canción tan pegadiza de lo mismo te echo de menos que antes te echaba de más y algo así le ha ocurrido al público de las bibliotecas (y viceversa). Durante el confinamiento, se blindaron con siete llaves y aún queda alguna echada. Arrancaron a finales de mayo con servicios mínimos y, poco a poco, han ido sumando nuevos para regocijo de sus usuarios, que, reconocen, han notado la ausencia de estos lugares, donde algunos se encuentran como en casa.

Tres habituales de la Pública (San Juan), que también se pasan por otras de la red municipal, se unen con sus testimonios a la celebración del Día de las Bibliotecas, fijado el 24 de octubre desde 1997, que en Castilla y León se anuncia en esta ocasión con un cartel de la burgalesa Sandra Rilova. Una fiesta que enciende los focos sobre estas instalaciones y que este año, con la amenaza del virus, se antoja más necesaria que nunca.

Álvaro Pereña (Librero): «Me recuerdan como un retaquillo pidiendo un montón de libros»

A bote pronto, sorprende ver a un librero en una biblioteca, sobre todo, si el servicio que demanda es el préstamo de libros. Pero Álvaro Pereña, empleado de Música y Deportes, no lo considera nada raro, sino complementario, aunque con una sonrisa admite que comentarios al respecto sí ha recibido. Es habitual de la Pública y de la Gonzalo de Berceo, aunque a esta últimamente acude menos porque le pilla a desmano, pero reconoce que su fondo de ciencias sociales es fantástico.  

Su historia con las bibliotecas empieza hacia los 16 años. «Algunos me recuerdan como un retaquillo pidiendo un montón de libros, lo mismo Leibniz que Poe. Todo muy heterogéneo, que tampoco entendía demasiado, pero tenía esa curiosidad», rememora. Ahora centra más el tiro. Le interesan volúmenes de Filosofía, Sociología... El último que se ha llevado, Historia de la Filosofía, de Frederick Copleston, con el que posa. 

Un tocho, sí señor, igual que los cinco que, «afortunadamente», cogió justo antes del confinamiento e hicieron que no sufriera por su cierre. «Aunque a mí de la biblioteca también me gusta mucho picotear, coger un libro, ver el índice, y hojear y ojear. Eso sí lo eché de menos», desvela este librero de biblioteca que en cuanto pudo volvió a esta suerte de edén y con total seguridad. 

Alba Velasco (Estudiante): «Aquí me concentro mucho mejor, me distraigo menos que en casa»

Aunque los nuevos modelos de biblioteca busquen escapar del sinónimo de sala de estudio, este se mantiene como uno de los servicios más demandados. Durante la clausura, muchos estudiantes se mordieron las uñas por no poder ir allí a prepararse. La Pública los reserva un espacio en la planta baja, ahora con reducción de aforo, pero también ha habilitado puestos en la segunda planta. Frente a los ventanales de San Lesmes, a distancia de sus compañeros, con el portátil, los cuadernos, el estuche con los bolis, típex y demás se sienta Alba Velasco. 

Tiene 19 años, cursa Psicología a distancia y suele desplegar su escritorio a diario por la mañana y añadirá las tardes cuando empiece los exámenes. «Aquí me concentro mejor, me distraigo menos que en casa», explica y enfatiza que la echó de menos «mucho» durante el confinamiento. Aplaudió «mucho» su reapertura y anota que viene muy tranquila. «Se respeta la distancia, se usa mascarilla...».  

No es un sitio extraño para ella. Su madre la llevaba de pequeña, cuando estaba en la calle Valladolid, a coger libros y películas. Desde Bachillerato empezó a utilizarla para estudiar. Y hasta hoy. A veces cambia San Juan por la del Cívico de San Agustín, aunque está menos cómoda: «Cuesta más conseguir silencio y esta es más luminosa». 

Ana Álava (Profesora de idiomas): «Los espacios culturales son de suma importancia»

Rara vez se queda libre uno de los puestos de ordenador habilitados en San Juan. Ana Álava ocupa uno. No tiene internet en casa y su rostro es habitual en estas instalaciones. «Me gustan las bibliotecas», sentencia esta vecina del centro capitalino, que también hace uso de la del Teatro Principal, sobre todo en el préstamo de novelas y películas, otro de los servicios que usa.  

Para esta resuelta burgalesa, estos lugares forman parte de su cotidianidad, «son esenciales», y confiesa que durante el cierre decretado por la crisis del coronavirus los echó de menos «mucho, muchísimo», por esa desconexión que sufrió al no tener la red de redes en casa, pero no solo. «Estaba acostumbrada a pasar muchos ratos libres aquí, sobre todo cuando hacía mal tiempo. Leía revistas, consultaba guías de viajes...», rebobina y agrega que además lo lamentó porque durante ese tiempo no pudo tirar de los fondos en inglés y francés con los que cuenta el centro y que le vienen fetén para su trabajo, ya que imparte clases de idiomas. 

¿En algún momento ha sentido miedo al entrar? «Nada, nada, no he temido al virus en ningún momento. He tenido una vida muy dura y para mí esto no representa nada, solo por si puede afectar a mi madre, que vivo con ella», responde tajante antes de sumarse a la celebración del Día de las Bibliotecas: «Los espacios culturales me parecen de suma importancia».