La legislatura más incierta

Leticia Ortiz (SPC)
-

Sánchez debe lograr una convivencia 'pacífica' entre ministros del PSOE y de Podemos, sin olvidar a sus 'socios' de investidura, que podrían dejar caer al Gobierno en cualquier momento, y a una oposición que anuncia movilizaciones en su contra

La legislatura más incierta

«Si hubiera aceptado las exigencias de Iglesias, hoy sería presidente del Gobierno. Pero sería un presidente que no dormiría, como el 95 por ciento de los españoles», llegó a decir Pedro Sánchez en plena campaña electoral del 10-N, después de no llegar a un acuerdo con Unidas Podemos para formar Gobierno tras los comicios de abril. Unas palabras que han sido exhibidas hasta la saciedad por la oposición tras el cambio de rumbo del socialista, que se olvidó 48 horas después de los comicios de su insomnio pasajero para cerrar el primer Ejecutivo de la democracia española. 

Aquel abrazo entre Sánchez e Iglesias fue solo el primer paso de un largo camino que finalizó el pasado martes con la investiduras del líder socialista. En esa hoja de ruta hasta La Moncloa, el madrileño, acostumbrado a la resistencia, como rezan sus memorias, y a resucitar de sus cenizas, tuvo también que olvidarse de sus declaraciones sobre los independentistas para negociar con ellos. Lo hizo y la apuesta le salió bien, ya que el trámite parlamentario lo superó gracias, principalmente, al apoyo del PNV y las abstenciones de ERC y, en menor medida, Bildu. El objetivo estaba conseguido: el secretario general del PSOE ya no lleva la coletilla de «en funciones» detrás del cargo de presidente del Gobierno. Sin embargo, nadie se atreve a vaticinar ahora qué le deparará el futuro a un Ejecutivo de coalición sujetado en el Congreso por muchas más pinzas además de las nombradas: BNG, Nueva Canarias, Teruel Existe, Más País y Compromís.

Dos votos de margen, el más estrecho de la democracia, permitieron poner en marcha el Gabinete, pero está por ver si ese equilibrio de fuerzas se mantendrá en las próximas sesiones en el Congreso donde, entre otras cosas, Sánchez e Iglesias intentarán sacar adelante sus propios Presupuestos para derrocar a las Cuentas de Montoro, vigentes desde 2018. Esa será la gran prueba de fuego del Gabinete y ERC ya avisó, apenas 24 horas después de la investidura, que el pacto con los socialistas no incluía el sí a esos números elaborados entre el PSOE y Unidas Podemos como parte de su acuerdo de Gobierno. No hay que olvidar que Sánchez ya se vio obligado a disolver las Cortes y convocar elecciones cuando la Cámara Baja tumbó sus Cuentas para 2019.

No fue la única amenaza de los independentistas, que parecen haber olvidado ese margen de cortesía de 100 días que solían tener antes los nuevos Ejecutivos. Quieren impunidad judicial para los suyos -que la Abogacía del Estado se retire de las causas independentistas- y que se abra inmediatamente la mesa de diálogo que derivará en una consulta a la ciudadanía. El PNV no se queda atrás y reclama ya el peaje de sus apoyos, como también están haciendo estos días los partidos regionalistas que apoyaron a Sánchez, al que ni siquiera han dado tiempo a elegir a sus ministros.

Malestar en el PSOE

Precisamente, la elección del Gabinete es otra de las patas de una legislatura tan incierta como esta. De momento, mientras Unidas Podemos filtra nombres no solo de los titulares de las Carteras, sino también de las Secretarías de Estado, el PSOE guarda silencio, sin ocultar el malestar por la manera de actuar de sus ahora compañeros de Gabinete. «La primera minicrisis del Gobierno», aseguró el popular Javier Maroto. Consideran en Ferraz que debe ser el presidente quien anuncie, cuando corresponda, la composición de su Ejecutivo.

Fricciones en apariencia sin importancia que podrían minar el día a día de un equipo que no puede mostrar desunión o debilidad debido a su pírrica mayoría en el Congreso. De cómo maneje Sánchez la convivencia entre sus ministros y los morados dependerá gran parte también del éxito o el fracaso de la legislatura. Todo eso evitando, además, la creación de un Gobierno paralelo liderado por Iglesias. Un temor que no ocultan en las filas socialistas, sobre todo después de que se conociera que el despacho del líder de Unidas Podemos, vicepresidente del futuro Ejecutivo, no se ubicará en el Palacio de La Moncloa.

Y mientras el presidente debe hacer malabarismo en su propio Consejo de Ministros y sin olvidar a sus socios en el Parlamento, la oposición afila las uñas para no dar ni un segundo de respiro al presidente. La crispación y la polarización que atraviesa la política española quedó suficientemente clara en los debates previos a la investidura. Cuando parecía que la tensión no podría aumentar después del cara a cara entre Sánchez y Casado del primer día, la intervención de Bildu en la segunda jornada enfangó el Hemiciclo hasta niveles nunca vistos antes en el Palacio de la Carrera de San Jerónimo.  

En este sentido, Vox anuncia ya movilizaciones contra el Ejecutivo para este mismo fin de semana. Pero, más allá del populismo de estos actos, tanto los de Abascal como el PP han adelantado que acudirán a los tribunales para bloquear las posibles cesiones del Gobierno a los independentistas.