En la Comisaría y en los juzgados hay cierta inquietud porque en los últimos tiempos ven cómo repuntan los casos de abusos sexuales a menores de edad. Preocupa especialmente aquellos que se producen en un entorno familiar y que, muchas veces, terminan difuminados por la intimidad: los padres, hermanos e incluso las propias víctimas rechazan seguir con el procedimiento por la vergüenza que supone sentar en el banquillo a un allegado. En Fiscalía advierten que esto ha ocurrido toda la vida, pero las cifras muestran que este tipo de delitos, al margen de si se producen en un ambiente cercano,  han aumentado notablemente desde 2015.

Si echamos mano de la memoria que cada ejercicio publica el Ministerio Público, observamos cómo las diligencias abiertas por las agresiones, abusos y acoso a menores se han disparado en apenas cinco años. El crecimiento ha sido paulatino, pero reseñable. Si en 2015 apenas llegaban a investigarse entre seis y ocho casos, en 2019 se contabilizaron dieciséis expedientes, es decir, el doble. La gran mayoría, aclaran, se producen entre personas de edades muy similares, como pueden ser los 16 y los 18. Chicos ya mayores de edad que atentan contra la libertad sexual de menores a las que apenas sacan un par de años.

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