"Los compañeros no quieren criar aquí a sus hijos"

Á.M.
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Dos policías nacionales burgaleses con destino en Barcelona cuentan cómo viven el día a día de la crisis que asola la Ciudad Condal

Imagen de una actuación policial de esta semana en Barcelona - Foto: Alejandro García (EFE)

¿Se parece la vida en Cataluña a lo que vemos por televisión? ¿Hay solución a la brecha social abierta por el secesionismo? ¿Por qué no se impone el estado de derecho en las calles de Barcelona? ¿Quién pagará la primera desgracia humana? ¿Se puede dialogar con quien no admite más visión del mundo que la suya propia? Y si no se puede dialogar, ¿qué hacer? Cataluña es un círculo de preguntas, un problema de estado al que nadie ha sabido o podido dar una respuesta que no derive en graves episodios de violencia callejera y social.

Con esas y otras preguntas buscamos a agentes burgaleses de la Policía Nacional que tienen destino en la Ciudad Condal, y la primera respuesta nos la da Fernando (obviamos su nombre real para evitarle ‘consejos’). «Yo vivo en un barrio que está a 15 minutos del centro y aquí está todo tranquilo. Los disturbios están en el centro, pero aquí el centro no es como el de Burgos y para los que viven o trabajan allí sí es un problema grave», contextualiza.

Esa visión la comparte Lucía (tampoco es su nombre real), otra agente burgalesa de la Policía Nacional destinada en Barcelona, que abre el objetivo a otros agentes más expuestos. «En el municipio en el que vivo -en el alfoz de Barcelona- hay normalidad. Mi vida aquí es completamente anónima, pero los compañeros que son catalanes, que han nacido aquí, lo están pasando muy mal. Ellos tienen a sus niños en los colegios y a un niño no le puedes decir que se invente una vida paralela. Muchos compañeros que tienen aquí a su familia se están planteando pedir cambio de destino porque no quieren criar a sus hijos aquí».

El odio, la lobotomización sistemática, la manipulación en las escuelas y los medios son causas que quienes no comparten la causa secesionista invocan para explicar cómo se gestó el incendio de las calles. «El clima que hay es preocupante y no vemos actuar a ningún gobierno. Esto viene de muy atrás, desde Pujol. Es algo que ha ido germinando y ahora te encuentras con miles de chavales de 20 años que ha crecido con esa semilla del odio dentro», continúa Fernando.

Lucía tampoco puede hacer un diagnóstico de futuro esperanzador, no a corto plazo. «Yo no veo un arreglo. Se cedieron hace un montón de años competencias clave como la educación y están formando a los niños para esto. Es un drama ver a los niños jugando al gato y al ratón con la policía; no saben que es un juego de mayores». De penas de hasta seis años de cárcel en el caso de ser acusados de atentado contra la autoridad, para concretar. «Nosotros también perdimos nuestras competencias aquí», remacha. Después vino el fuego.

"EL CLIMA ES BRUTAL". Los agentes callan y cumplen sus órdenes. Ni Fernando ni Lucía pertenecen a las unidades de intervención policial (antidisturbios), pero sí tienen contacto continuo con sus compañeros. Y el sentir general es demoledor para quienes tiene que tomar decisiones. «No se atreven a dar la orden de acabar con esto porque tienen miedo a la imagen. Prefieren quedarse cortos», valora el agente.

Por el camino de quedarse cortos ya van más de 100 agentes heridos, cientos de miles de euros en daños y quién sabe qué impacto sobre el turismo y la economía en Cataluña. Así las cosas, y en la seguridad de que los radicales no se irán a casa entonando canciones de amor, los efectivos temen que sea «cuestión de tiempo que ocurra una desgracia». «El jueves hubo dos palizas: una a CDR y otra a un neonazi. Cualquiera de los dos podría haber muerto, pero las órdenes son las que son».

Los testimonios de los agentes destinados a primera línea son demoledores. Agentes que, por cierto, están peor pagados y reconocidos que sus ‘compañeros’ de los Mossos d´Escuadra . A Lucía le han contado «que el clima es brutal, una auténtica barbaridad». «Nos dicen que les están atacando con todo, los tiran cosas desde las ventanas, que es algo que no sale en la televisión... Estamos nerviosos, claro», añade.

Ellos, además de policías, son ciudadanos de Cataluña. Trabajan, viven y conviven allí. Convivir, ese verbo tan denostado en una tierra tan privilegiada. «Se tiende mucho a comparar esto con lo que pasó en el País Vasco y nos dicen que así comenzó todo allí, pero esto no es algo espontáneo: es un proceso de años. Pero la gente empieza hablar de lo mismo, sobre todo desde que pillaron a los CDR con material para fabricar explosivos. En mi vida privada, en principio, no se está metiendo nadie y por ahora me siento seguro, pero claro, yo no soy de aquí», concreta Fernando. Otra cosa es ir proclamando que eres policía, algo que debes cuidar «si estás en ciertos lugares». Lucía no necesita un lector de independentistas. Se muestran ellos solos. «Con ver cómo se dirigen a ti cuando vas de uniforme es suficiente para saber quién es afín a nosotros y quién no».

(Artículo completo en la edición de hoy)