A pesar de lo que se pudiera pensar inicialmente y que sí que ha dado en otros territorios, la pandemia no ha disparado las jubilaciones entre los docentes burgaleses de la escuela pública. El curso pasado dejaron su vida laboral 121, de los cuales 49 eran maestros y 72 pertenecían a Secundaria y otros cuerpos. La cifra supone un incremento de solo un 7% y un 8% respecto a los dos ejercicios anteriores, que en términos absolutos se traduce en ocho y nueve profesionales más, respectivamente. 

Los datos varían poco, al igual que el número profesionales que se jubila de forma voluntaria antes de cumplir los 65 años y ocho meses, que fue del 87,6% en el periodo escolar 2020-2021. En los institutos y centros de FP la incidencia fue algo mayor, pero la diferencia con los colegios es apenas reseñable y se va alternando por periodos escolares dependiendo de una cuestión demográfica, según explican fuentes sindicales. Se trata de aquellos que pueden acogerse al llamado Régimen de Clases Pasivas, que incluye a quienes aprobaron la oposición antes de 2011. El requisito para hacerlo es haber alcanzado los 60 y computado al menos 32 años de cotización a la Seguridad Social en el caso de Secundaria y 35 en Infantil y Primaria.

Bien es cierto que la vida laboral de un docente puede extenderse hasta los 70 años, para lo que tienen que pedir un prórroga a las autoridades educativas que requiere de una evaluación por parte de la Inspección y una entrevista, tal y como explica María José Santamaría, responsable provincial del sindicato ANPE. No obstante, representan un número muy residual de casos, ya que la mayoría opta por la jubilación voluntaria, que aunque abarca ese periodo de cinco años, se da principalmente entre los profesionales que han cumplido 60, según agrega Victoria Ibeas, de la central burgalesa de Stecyl.

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