«Ha tenido que ser un robo por encargo»

H.J.
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El burgalés Paco Berciano, de la vinoteca El Lagar, es el principal asesor de la bodega cacereña de Atrio, víctima de un espectacular hurto de película en el que se llevaron caldos de hasta 350.000 euros

La joya de la corona era un Château d’Yquem de 1806 cuya botella original se rompió hace 20 años. - Foto: Miguel Ángel Valdivielso

Después del de la Policía Nacional, el de Paco Berciano fue el segundo número de teléfono que marcaron los propietarios de Atrio, el famoso hotel y restaurante de Cáceres que presume de tener una de las mejores bodegas del mundo.

Era miércoles a mediodía y le contaron, desolados, el robo del siglo en el mundo del vino. Unos desconocidos que decían ser suizos y que lograron despistar al recepcionista para que les hiciera una ensalada a las 2 de la madrugada, se habían llevado 45 botellas de lujo cuyo precio en carta rondaba los 1,7 millones de euros. La joya de todas ellas era un Burdeos, Château d'Yquem de 1806, valorado en 350.000 aunque realmente no estaba a la venta. Sí, han leído bien. Era de principios del siglo XIX y costaba sobre el papel más de 58 millones de las antiguas pesetas.

Berciano, copropietario de la Vinoteca El Lagar (calle San Lesmes) junto a Maribé Revilla, es desde hace tres décadas el asesor de los dueños de Atrio en materia vinícola, pero es mucho más que eso. Se consideran como de la familia. Y esta semana ha estado en Cáceres tratando de consolar a Toño Pérez y José Polo y reflexionando sobre la sustracción que deja tocada, aunque no desmantelada, una bodega en la que sigue habiendo alrededor de 30.000 piezas, muchas de ellas con valor incalculable.

«Ha tenido que ser un robo por encargo, han ido directamente a por piezas determinadas y estas botellas no se pueden vender en el mercado. La Yquem de 1806 es una pieza única, la botella más antigua del mundo, está certificada y solo se conserva esa», apunta Berciano, ya de regreso en Burgos, mientras sigue dándole vueltas al caso.

«Las de Romanee Conti, de las que también se han llevado varias botellas, tienen una numeración y existe por tanto una identificación de lo que había en Atrio. Esto debe de ser para alguien que sea coleccionista, como los robos de cuadros que no se pueden exponer en ningún sitio. Será un tío con tanto dinero que solo quiera poseer algo que no tiene nadie», recalca.

La botella más valiosa, la Yquem ahora sustraída, la consiguieron los cacereños en una subasta en Londres a finales del año 2000, cuando Berciano ya hacía tiempo que se había convertido en su asesor de referencia. Pocas semanas después, al ir a colocar el recipiente en la bodega, el cuello se rompió y tuvieron que salir volando hasta Burdeos para cambiarla de botella con todas las garantías del Château. «A la vuelta pararon en el Landa para enseñárnosla a Maribé y a mí», cuenta Paco. E incluso pudieron probar un poco de los restos de la botella rota. «Era puro néctar», dice con deleite. 

Mafiosos para una noche. Él tiene la impresión de que «eso no se lo beberá nadie», y sin embargo ella enarbola otra teoría, disparatada o no, quién sabe: «Es obra de un grupo de mafiosos rusos que se han juntado y se las van a beber todas en una noche».

La pareja de expertos burgaleses han regresado de tierras extremeñas tras comprobar que «la sensación en el hotel es de una tristeza absoluta, se sienten violados. Atrio se basa en una relación de confianza y cariño con los clientes, tú cuando vas pagas lo haces por algo que es mucho más que un hotel o un restaurante. Disfrutas de una experiencia, dormir junto a un cuadro de Andy Warhol o de Tápies entre unas sábanas de hilo. Es un lujo y los ladrones han abusado de ellos».

La pareja criminal escapó a pie, con dos enormes bolsas de deporte en las que se llevaban las preciadísimas botellas, pero tuvieron la precaución de aparcar el coche lejos del casco histórico de Cáceres y ninguna cámara pudo grabarles.

Con Portugal tan cerca y Madrid a tres horas de coche, es imposible saber ahora dónde pueden estar los tesoros líquidos. «Si tienes preparado un lote de vinos para exportar a Suiza, por ejemplo, y metes en medio esas botellas se van y quién sabe lo que hay ahí», apunta Berciano. Pase lo que pase con las piezas robadas, los de El Lagar seguirán siendo los asesores de cabecera de la bodega de Atrio. Su sumiller, José Luis Paniagua, viene a Burgos con frecuencia, pasa aquí un par de días «y vamos analizando vino por vino de la carta cuál está bien dejar, cuál habría que incorporar nuevo, y tenemos libertad total para hacerlo porque hay una total confianza».

Una carta de vinos así, reflejada en un libro de más de 400 páginas, requiere caldos muy especiales, «traídos de mercados de fuera, de los lugares más remotos». Y todo por una razón: la pasión. «Yo comprendo que haya quien no conciba que una botella de vino valga esa cantidad de dinero», admite Berciano, «pero el precio es una cuestión de sibaritismo. La inversión que hace Atrio en la bodega nunca se va a rentabilizar económicamente, aunque quizás sí en publicidad y en traer gente de todo el mundo que va expresamente a su restaurante por los vinos, pero es algo que dejarán para la posteridad». 

Dicen que en ese templo de Baco ubicado en el casco viejo de Cáceres hay ventas de mil y pico euros cada fin de semana. Rusos, americanos, franceses o brasileños se dejan los cuartos con alegría. «No es inhabitual vender vinos de 5.000 o de 10.000 euros. No digo que se produzca todos los días, pero eso existe», confirman Berciano y Revilla, quienes al mismo tiempo reconocen que en Burgos no hay nada ni parecido: «Si Atrio estuviese en Burgos sería un súper chollo para la ciudad, porque está en medio del camino de muchos sitios. A Cáceres hay que ir expresamente, salvo los vascos que pasan por allí de camino a Cádiz», bromean. 

De momento, a orillas del Arlanzón no hay ninguna bodega de ese calibre pero sí unos asesores capaces de orientar su rumbo en la distancia.