Cuesta creer que si no hubiera habido una pandemia de por medio el Balonmano Burgos no estuviera hoy en División de Honor. Lo que sí que hubiéramos vivido es un ascenso. Una hazaña deportiva que nos dotara de una memoria necesaria para saber lo que cuesta llegar hasta aquí, que no siempre se gana fácil y que todo logro requiere un sacrificio. 

Estoy seguro de que si meses atrás hubiéramos vivido todo eso, hoy no daríamos vueltas a los malditos ‘y si’ que tanto atormentan a una afición sedienta de competición oficial tras un duelo como el de Torrelavega.

Y creo que es necesaria esa memoria porque el partido contra los cántabros fue algo más que un amistoso. Este será el nivel. Acostumbrémonos.

Pero por lo corto del resultado final es fácil pensar en otro desenlace...¿ Y si hubieran entrado los lanzamientos fáciles? ¿Y si la defensa estuviera igual de firme que el año pasado? ¿Y si las exclusiones ‘controlables’ no hubieran existido? ¿Y si el final del partido no se hubiera decidido en un lanzamiento precipitado desde los nueve metros?

Aviso a los pseudoentrenadores de la grada: todo eso da igual. El partido está acabado, era de preparación y en pretemporada tanto los errores como los aciertos son válidos para el aprendizaje.

Pero la temporada ya está aquí y esta llega con ‘bicho’ de serie. Algo que va a endurecer aún más una competición que ya de por sí era complicada. Dos ligas paralelas, un ‘play off’ de ascenso y otro de descenso. Si lo haces bien te libras, si no, te hundes. No hay margen de error ni lugar para «el ya mejoraremos». No existe la media tabla ni la ‘tierra de nadie’. Eso será un problema, pero, oigan, bendito problema.