"La popularidad y los neones son la calderilla del éxito"

Javier Herrero (EFE)
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Leiva presenta 'Madrid Nuclear', el directo del último concierto que dio en el Wizink Center Madrid el 30 de diciembre de 2019 que, sin saberlo, fue también uno de los últimos grandes espectáculos previos al parón causado por la pandemia de COVID-19

Leiva cumplió los 40 durante la cuarentena. - Foto: J.J.Guillen

Beber cerveza del mismo vaso, saltar y cantar abrazados... «Todo lo que hoy está prohibido está en este disco», señala Leiva ante Madrid Nuclear, el álbum en directo que tanto le costaba lanzar, fruto de uno de los últimos conciertos antes del estallido de la pandemia y de una noche «tocado por la varita».

El poso nostálgico en su voz al recordar «esas cosas que tanto nos gustaban y que volverán» no lo imprime el recuerdo de más de 10.000 almas coreando su nombre en el Wizink Center de su ciudad, el pasado 30 de diciembre de 2019. «La popularidad y los neones son la calderilla del éxito», explica quien echa de menos sencillamente tocar o subirse a la furgoneta con su banda para rodar kilómetros.

De eso habla Mi pequeño Chernóbil, tema de título aciago pero que estrenó aquella noche en la que aún nadie podía prever lo que se avecinaba, para hablar de «la gloria enferma de los que quieren reinar el cielo».

"La popularidad y los neones son la calderilla del éxito" - Foto: J.J.Guillen«La escribí en una terracita de Buenos Aires a la que había ido mucho con Rubén (Pozo, de Pereza). «Me salió un verso de esos de los que detrás viene una canción entera sobre cómo al principio teníamos unas ansias brutales de morder el mundo, de cosas que nos seducían y que hoy no tienen relevancia alguna y de que hay sueños que se convierten en mochilas», revela José Miguel Conejo.

No fue la única sorpresa en una velada en la que volvió a tocar Estrella polar, canción con la que estaba «extrañamente peleado», como con otros de su banda, que terminó en 2012 para emprender su exitoso camino en solitario como Leiva. «Lo fantástico de las canciones es que puedes escribir una a los 23 años, pero empiezan a hablar de ti mucho tiempo después. La cosa es que volviendo a casa de madrugada en un taxi, sonó y otra vez me volvió a gustar y pensé que había llegado el momento», cuenta.

Visto con la perspectiva de los acontecimientos históricos posteriores, fue una noche mágica y única. «Para sacar un disco en directo me parece una justificación fantástica, es una manera de decirle al mundo lo que teníamos y a lo que volveremos», comenta su autor, receloso sin embargo ante este tipo de formato en vivo.

«Siempre he querido hacer un disco en directo y en el fondo nunca he querido», reconoce el músico, que hubo de ser persuadido por su productor habitual, Carlos Raya, tras ver uno de los conciertos de ese Nuclear Tour y «el estado de gracia brutal» en el que estaba la banda. Solo había grabado un directo antes, con Pereza en Barcelona, y tenía una deuda su ciudad, lo que le añadía un plus extra de nerviosismo a quien afirma que «la angustia es su gimnasio». «Pero fue una noche de esas en las que estás tocado por la varita», puntualiza.

«Bunbury me decía el otro día por teléfono: ‘Muchas veces pienso en si el último concierto que hemos hecho será el último de nuestra vida. ¿Estarías contento?’. Y yo pienso que sí», comenta sobre esa cita ya histórica para la que hizo «una inversión enorme y bastante ambiciosa» en la propuesta visual que aún no ha podido rentabilizar por la COVID-19.

A la espera de poder recuperar sus shows, «quizás en otoño», cuando las cervezas puedan volver a ser compartidas y no haya distancias de seguridad, no ha dejado de componer este hombre que cumplió «cuarenta en cuarentena», como reza la canción que lanzó durante el confinamiento, La estación eterna.

«No me siento preparado para escribir sobre la pandemia, hay que estar muy fino», señala el músico, que ya trabaja en la continuación de Nuclear (2019), un proyecto sin fecha, con una pata en España con Carlos Raya y otra en México, donde se ha ido a grabar este mismo mes junto al músico y productor Adán Jodorowsky, más conocido como Adanowsky y por ser hijo del célebre y polifacético artista chileno Alejandro Jodorowsky.

También le ha puesto canción, «una de las muchas posibles», a la vida, «al drama y a la valentía» de Cristina Ortiz, la célebre transexual protagonista de la serie de televisión Veneno, en el tema Nunca debiste cruzar el Mississippi.

«Yo he cruzado el Mississippi muchas veces. Con 40 años pensaba, ¿qué he aprendido? Pues sobre todo a nunca más decir de este agua no beberé», apunta.