"Si mi padre hubiese vivido más hoy el mundo sería otro"

R. PÉREZ BARREDO
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Odile Rodríguez de la Fuente, depositaria del legado universal de Félix, defiende la vigencia del mensaje de su progenitor y llama a volver sobre él como una herramienta esencial para seguir teniendo fe en la humanidad

La hija pequeña de Félix posa en el mausoleo de su padre en el cementerio de Burgos. - Foto: Valdivielso

De su padre heredó la pasión, que se convierte casi en arrebato cuando habla del legado de su progenitor y del amor de ambos por la naturaleza. Es la depositaria y principal estandarte de los mandatos pioneros y visionarios del universal biólogo burgalés. Que nadie dude de una cosa: esa herencia infinita está en las mejores manos. "Han pasado cuarenta años y quizás se haya desdibujado un poco su recuerdo, aunque el pueblo español siempre le ha mostrado cariño a mi padre. Pero parece que sólo ha quedado como ‘el amigo de los animales’ cuando mi padre fue mucho más. Quienes vivimos el ‘fenómeno’ Félix sabemos que fue mucho más. Que su mensaje fue mucho más profundo. Mi padre fue un humanista y hasta un filósofo".

Precisamente ese perfil más hondo es el que acaba de elevar Odile Rodríguez de la Fuente, la hija pequeña del naturalista burgalés en el libro Félix. Un hombre en la tierra (Geoplaneta). "He querido reivindicar la faceta más profunda de mi padre, que fue un sabio. Creo que sus reflexiones pueden alentarnos, inspirarnos y arrojar luz para afrontar los retos que él mismo ya dijo que tendría que afrontar la humanidad por estos años. Creo que era necesario".

No en vano, Félix fue un visionario. "Se adelantó a su tiempo. No sólo fue un pionero en una época en la que existía la Junta de Extinción de Animales Dañinos, diciendo que había que salvaguardar al lobo, así como otras especies; pero incluso habla de internet en los 70, lo define sin llamarlo así. Y habla de la civilización de la basura cuando aún no existía el reciclaje y nadie se preocupaba de los plásticos, de los envases sin retorno, como decía él. Y nos hablaba del deterioro del sistema vivo de la tierra, que es el cambio climático...".

La vida de Félix, dice su hija, es en sí misma una fuente de inspiración. No tanto o sólo por lo que dijo sino por cómo vivió. "La suya fue una vida casi de ficción: una hombre que nace y muere el mismo día, con una infancia casi salvaje, que no se escolarizó hasta los diez años, que luego estudió Medicina, que viajó por todo el mundo, que se convirtió en el personaje más popular de su época. Su vida es una parte de su legado. Y luego está su mensaje. Un mensaje con muchísimos mensajes velados, con muchas capas, con muchísima complejidad. Y hay otra parte de su legado, que quizás sea la más bonita y la más importante: la onda expansiva de su mensaje, las semillas que lanzó al viento con sus palabras, con su voz, con su oratoria, con su sencillez, con su magia. Aquellos niños a los que cautivó que hoy son padres e inculcan a sus hijos esos valores. Con el tiempo, su mensaje y su trabajo van cobrando relevancia". 

Odile tiene claro que hoy, año 2020, el mundo no sería el mismo si se padre hubiese vivido más tiempo. "Él consiguió cambiar la mentalidad de un país en el que la fiesta nacional son los toros y el contexto de la época era la Junta de Extinción de Animales Dañinos. Fue una fuente de luz que irradió a todos a través de la radio y de la televisión e hizo cambiar la conciencia de un país con un giro de 180 grados. Y luego llegó a todo el mundo de forma transversal. ¡Qué no hubiera hecho en 40 años más! Hubiera dado el salto internacional, estoy convencida. Él ya hablaba mucho de la importancia de un organismo como la ONU como sabía que los retos que tendríamos que afrontar son planetarios y que tendrían que ser afrontados como especie, de una forma totalmente unida. Desde el amor y el convencimiento de que esos retos nos harían mejores como especie. Él confiaba plenamente en la humanidad y pensaba que la humanidad, finalmente, recuperaría el vínculo con su propia esencia que es la vida y que es naturaleza pensante. Creo que si hoy viviera estaría trabajando en la ONU y el mundo no sería el que tenemos ahora".

Una herencia maravillosa. Para Odile Rodríguez de la Fuente enarbolar la bandera de su padre es una maravilla. "Me da alas. No siento presión ni peso por el apellido que tengo. Todo lo contrario. No te puedes imaginar la de gente anónima que se entera de que soy hija de mi padre y le cambia la expresión del rostro. A todos la mirada se le vuelve la de un niño. Me dan las gracias a mí. Como nodo para hacerle llegar a él un profundo agradecimiento. Eso es energía, cariño, gratitud. Mi padre fue un fenómeno, un ser absolutamente extraordinario e irrepetible.

Pero todo esto que te cuento habla muy bien de la sociedad española. La gente respondió en masa. Porque mi padre trató siempre a su audiencia con respeto, siempre trató de empoderarla. Y eso siempre se lo agradeció la gente, ese trato cercano, próximo, tan inteligente. Por eso fue un catalizador y por eso su mensaje es atemporal. Habló a toda la humanidad. Es un regalo inmenso el que recibo a diario de la gente. Siento gratitud, fuerza, amor y pasión. Y disfruto con lo que hago. La lección más importante que me dio mi padre fue ser una persona de verdad, ser genuina, ser auténtica. 

Félix. Un hombre en la tierra, no es un libro más. "Es como una biblia. Es una suerte de piedra Rosetta. A medida que vuelvo a él encuentro nuevas lecturas. Creo que las enseñanzas que hay en él siguen teniendo ese poder mágico y alquímico para abrir el alma de las personas y para reconectarlas con la vida. Y también está plagado de cuentos. Para él, los cuentos fueron un vehículo estupendo para transmitir mensajes. Él rendía culto a la cultura oral. De la misma manera que ejercitaba su cuerpo, hacía lo mismo con su mente. Jamás escribió guion alguno ni para la radio ni para la televisión. Improvisaba mientras sentía la energía de la audiencia. Toda su obra editorial es dictada. Retenía información en su mente y luego lo expresaba a su manera, hilando perfectamente la historia. Su poder de comunicación es algo digno de estudio".

Félix es infinito. No se acaba nunca. Menos aún para quien lo amó. Para alguien tan cercano como su hija pequeña, la persona que recogió su testigo. De alguna forma, parece que Félix habló en los años 60 y 70 para la gente que hoy tiene la edad que él tenía cuando murió en Alaska. Como si su vida y su mensaje hubiesen sido para el futuro que es hoy el presente. Odile Rodríguez de la Fuente era solo una niña cuando su padre falleció. Nada le gustaría más que poder abrazarle. "Mi padre para mí es emoción. Es un abrazo incondicional, amor incondicional. Y enorme. Y lo que más se acerca a ese abrazo es estar en la naturaleza, que siempre está ahí, esperando pacientemente a que la salvemos y a que ella nos salve a nosotros".