Miquel Salvó: Peldaño a peldaño hasta la cima

C.P.
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Esta es la historia del jugador catalán desde sus inicios hasta la élite. Una carrera de fondo en la que el alero del Hereda San Pablo Burgos hizo paradas en todas las categorías

Salvó anotó sus primeras canastas en el colegio y jugó en la cantera del Barça cuatro años. - Foto: DB

A las cinco y media de la tarde, 30 minutos después de que el sonido del timbre anunciara el final de la jornada escolar, un taxi del FC Barcelona pasaba por la puerta de la Escola Pia de Vilanova i la Geltrú para recoger a Miquel Salvó, un niño de 12 años que aprovechaba esos minutos de espera para comerse el bocadillo. Debía reponer fuerzas porque tres cuatros de hora más tarde, el tiempo que separa esta pequeña localidad costera de la Ciudad Condal, le tocaba entrenar en la cantera del equipo azulgrana, uno de los más punteros de Europa. 

En el trayecto de ida, el conductor iba recogiendo a otros chicos como él y, tras el entrenamiento, les devolvía a cada uno a sus casas. ‘Miki’, como le llaman cariñosamente sus compañeros, no llegaba a casa hasta las once de la noche. «Estás jugando en el Barça, son sacrificios que hay que hacer», recuerda el ahora jugador del Hereda San Pablo. «Tuve la oportunidad de entrar en La Masía, pero mis padres prefirieron esta otra opción», añade.

Por aquel entonces, Salvó ya había desarrollado pasión por el baloncesto, aunque sus primeros contactos con la pelota naranja fueron pura casualidad. Lo eligió como actividad extraescolar a los siete años porque su hermana mayor también lo había escogido, pero ni su padre, farmacéutico, ni su madre, dedicada a un negocio familiar, lo habían practicado.

No tardó mucho en formalizar su relación con la canasta porque pronto pasó a ser parte del CB Samà, el equipo de su ciudad, donde se formó durante varios cursos antes de la llamada del Barça.  A los 12 años ya era alto «pero no exagerado» y llevaba con naturalidad compaginar el colegio con la cantera culé. «Estaba entre un bien y un notable, aunque tengo que reconocer que era muy malo en inglés».

Tras cuatro años en el club azulgrana, volvió al Samà, concluyó sus estudios y probó suerte en la segunda división belga. «Ahí sí que eché de menos no haber estudiado más inglés. Solo decía hello y bye bye», cuenta entre risas.

Su aventura de un año en el Essor Charleroi le hizo crecer tanto a nivel personal como deportivo. «A parte de aprender inglés porque había muchos americanos, tuve mi primer contacto con el baloncesto profesional. Me ayudó mucho», confiesa.

Fue el despegue de un Salvó más maduro. A partir de ahí, fue quemando etapas y superando categorías. En la campaña 2014/15, jugó la Liga EBA con el Cornellà, al curso siguiente fichó por el Tarragona de LEB Plata, después sedujo al Oviedo de LEB Oro y, finalmente, se estrenó en la Liga Endesa en 2017 con el Gipuzkoa. «Hay jugadores que pasan de la etapa de formación a ACB, pero yo hice todo el camino», relata orgulloso. «Berni Álvarez, mi técnico en Tarragona, me hizo ver que yo me podía dedicar a esto», rememora.

«La cosa se puso seria» en Oviedo, donde se consolidó, y tomó otra dimensión con su debut en ACB de la mano de Porfi Fisac. Pese al éxito, que ahora se ha visto refrendado al ver su nombre en la prelista de Scariolo, Salvó no ha dejado de lado los estudios. Realizó un grado de deporte, después empezó ADE hasta que se dio cuenta de que no era lo suyo y luego cursó Magisterio. «Cojo muy pocas asignaturas porque no es mi prioridad. Me quedarán dos años para acabar».

A día de hoy, en Burgos, está viviendo un momento dulce. Tanto él como su chica están encantados y asegura que el clima no es tan malo como lo pintan. «Me gusta el rollo de esta ciudad y su gente. También he vivido en Oviedo y San Sebastián. Ya soy un chico del norte», concluye con una carcajada.