"Desaprovechar la experiencia de los abuelos es una locura"

I.M.L.
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Los oficios del vino (XXVI) | El bodeguero arandino Fernando Ortiz suma ya una década creando sus propios vinos y recuperando variedades y maderas españolas

Fernando Ortiz apuesta por recuperar formas de hacer el vino perdidas, como el uso del roble español para las barricas. - Foto: I.M.L.

"Es muy importante para mí entender dónde estás, utilizar lo que tienes y sacar partido de estas cosas tan extraordinaria y dejarte de modas, que es una cosa que no me mola nada". De una forma así de contundente resumen Fernando Ortiz su filosofía como bodeguero. Este arandino está trabajando en su terreno de origen para recuperar esencias que se habían silenciado u olvidado durante décadas. "Si algo he aprendido es que la experiencia y todo lo que nos han querido enseñar nuestros abuelos y que hemos desperdiciado al final se nos echa encima, si alguien se ha tirado cientos de años aprendiendo a hacer algo, desaprovechar toda esa experiencia sería una locura", pone por delante antes de explicar cómo ha llegado él a elaborar sus propios vinos y cómo lo hace.

Cada bodega de la DO Ribera del Duero tiene su propia personalidad y sus formas de hacer y sentir los vinos. Lo que hace Ortiz para prestar su toque personal a esta zona vitivinícola es confiar en la experiencia del pasado y procurar recuperarla. "Un viñedo de hace 100 años nos cuenta muchas cosas, lo que pasa es que nosotros pensamos que sabemos más", critica este bodeguero arandino, que entre otras iniciativas está luchando por recuperar el Quercus Pirenaica, el roble español, que corre riesgo de desaparecer por falta de uso en la industria, o variedades que rozan la categoría de testimoniales y "vinificamos parcelas enteras, con todas las variedades a la vez, tal y como se hacía antiguamente", pone como ejemplos palpables de la filosofía de Territorio Luthier, que es como se llama la bodega, enclavada en un paraje del Monte Costaján donde se respira un ambiente especial de calma y conexión con lo natural que Ortiz asegura que también se traslada a su forma de hacer vino.

Más allá de las técnicas ancestrales, como la biodinámica, el objetivo de Fernando Ortiz es emular el tipo de vinos que a él le gustan. "Lo que me molaba especialmente eran los vinos antiguos, me flipaban los de los 60 y 70 por ese matiz superdelicado, nada potentes, super bebibles, super agradables... Ahí nace y se refuerza mi manera de pensar y de elaborar hacia un camino de finura, delicadeza y armonía, que era lo contrario de lo que se estaba haciendo en ese momento", reconoce, aunque ese ir contra corriente le está haciendo ganarse un espacio en el competitivo mercado. "Arranco con una idea contraria a la tendencia del momento, pero es la que ahora se está imponiendo, yo ya tengo este trabajo hecho", asegura porque "esto es como los pantalones campana, que tu te los pones y estás de moda, pues con los vinos igual" comenta a modo de ejemplo.

Por eso tienen lemas muy básicos pero que están resultando muy efectivos entre los consumidores de la zona, sobre todo en Aranda de Duero, ya que apelan a esa tradición local en torno al vino. Territorio Arandino es un guiño al sentimiento por la patria chica y Tenlo Clarete una apuesta por ese vino que siempre se hizo y se bebió en la comarca, por la nomenclatura que ahora ha recuperado también el reglamento de la DO Ribera del Duero.

A pesar de estar inspirados en lo que se hacía en cuanto al vino décadas atrás, la labor de Fernando Ortiz en este sector huye de otras formas clásicas y acerca el consumo a los jóvenes con acciones como los conciertos o sesiones de música en la terraza de su bodega, en las que se crea un ambiente que invita a degustar el vino, aprender de cómo se hace y vivir un instante irrepetible. No en vano esta bodega arandina alude en su nombre a la labor de los luthier, que crean joyas musicales de manera artesanal, incluso sin saber tocar esos instrumentos, con un objetivo: que la gente disfrute con su trabajo.