La felicidad a nuestro alcance

María Jesús Álava
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Sentirse dichoso no es estar siempre bien, es sentirse bien consigo mismo y actuar de acuerdo a tus creencias, valores e inquietudes

Si preguntásemos a la gente si quiere ser feliz, difícilmente alguien nos diría que no. Pero si buscásemos una definición universal de felicidad nos daríamos cuenta de que cada persona siente su felicidad de una forma muy singular.

Las investigaciones que se han realizado sobre ella demuestran que ser feliz, o no, depende de muchos factores, pero al final los rasgos que diferencian a una persona que disfruta de su vida, de otra que no lo hace, pueden ser muy pequeños.

Actualmente, la mayoría de los estereotipos sobre las personas felices ya no nos sirven, por lo que no debemos asociar tanto la felicidad a determinados estados o situaciones, pero hoy sabemos cómo funciona el cerebro, qué actitudes favorecen nuestra felicidad y cuáles serían los obstáculos a superar.

 

¿La felicidad depende de nuestro cerebro?

Hace unos años tuve la suerte de participar en una jornada sobre la felicidad que se organizó en Chile. Éramos tres ponentes. Mis compañeros fueron Tal Ben-Shahar, considerado por muchos como el gurú de la felicidad, y Patch Adams, que fue el que más me impactó y es conocido por muchos como el médico de la risoterapia.  Adams comentó que, para él, «lo más curativo en la vida es el amor, el humor y la creatividad», y eso podríamos plantearnos si depende de nosotros.

Hoy sabemos que el cerebro dicta toda nuestra actividad mental; por eso, aunque resulte recurrente, podemos decir que también la felicidad depende de él.

¿Tiene predisposición genética?

Según las investigaciones de Sonja Lyubomirsky, profesora de la Universidad de California en Riverside, aproximadamente un 50 por ciento de la felicidad de una persona suele deberse a predisposiciones genéticas (y os aseguro que comparto plenamente este dato tras muchos años trabajando también en el mundo de la educación). Bien, pues estos estudios muestran que las influencias genéticas generan personalidades con distintos niveles de optimismo, alegría, neurosis, extroversión...

Todos desarrollamos personalidades que tienden a más o menos al bienestar, ya que deben existir ciertas condiciones ambientales para que los genes se pongan de manifiesto. Por otro lado, un 10 por ciento de nuestra felicidad puede ser mejorada por las circunstancias de la vida, y el 40 por ciento restante está influido por las intenciones y la voluntad, por la manera como encaramos y afrontamos la vida.

Lyubomirsky señala ocho rasgos comunes que distinguen a la gente que es feliz. Podemos hacer un sencillo ejercicio que es apuntar cuántos de estos cumplimos. 

La gente feliz:

1. Pasan gran cantidad de tiempo con su familia, seres queridos y amigos.

2. Se sienten bien y agradecidos por todo lo que tienen.

3. Suelen tener predisposición a ayudar y echar una mano a la gente de su entorno.

4. Son optimistas al imaginar su futuro.

5. Saborean los placeres de la vida y la situación en la que se encuentran.

6. Suelen practicar deporte de forma constante.

7. Tienen principios sólidos y son perseverantes ante sus objetivos.

8. Ante los momentos complicados y situaciones de tensión tratan de mantener la calma y plantar cara a la dificultad.

Estos rasgos sirven para cualquier cultura. Termino con una reflexión que expuse en el libro Saca partido a tu vida sobre la felicidad.

La felicidad no es estar siempre bien, es sentirse bien con uno mismo y actuar de acuerdo a las propias creencias, valores e inquietudes. La felicidad tiene mucho de coherencia, de alegría y de actitud positiva ante la vida. La felicidad son momentos y la vida está llena de oportunidades.