Y si somos diferentes, bueno y qué

ALMUDENA SANZ
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Ocho jóvenes de entre 12 y 18 años reivindican la diversidad de las personas con la creación de un mural en la sala de encuentro del centro cívico de San Agustín en el taller 'Arte a conciencia'

Saray Pérez ‘Siete’ ha conducido el monográfico en el que han participado Lucía, Elsa, Íngrid, Ana, Laura, Zeinah, Ismael y Mariya. - Foto: Jesús J. Matí­as

Sin la algarabía de los talleres infantiles, con el silencio que imponen los días de verano y recién pintado, el mural creado por ocho jóvenes de entre 12 y 18 años en la sala de encuentro del centro cívico de San Agustín vira la mirada hacia él sin remedio. Llegará el invierno y la voracidad de la cotidianidad lo devorará hasta que parezca que siempre ha estado allí. Quizás algún usuario repare en sus cómicos dibujos y reflexione sobre el mensaje que quieren trasladar. Quienes sí lo han hecho durante las quince horas (cinco días, tres horas) de su ejecución fueron Lucía, Elsa, Íngrid, Ana, Laura, Zeinah, Ismael y Mariya. 

Estos adolescentes, guiados por la artista burgalesa Saray Pérez Siete, han intervenido en el monográfico Arte a conciencia, en el que se han acercado a las posibilidades que abre el arte para cambiar la sociedad y acariciar un mundo mejor.

«Buscamos hacerles ver cómo el arte es una herramienta de comunicación muy potente, pero siempre desde el respeto, la comunidad, la inclusión... Y qué mejor manera que transmitirlo con un trabajo que es público y que se queda aquí para todos», comenta Siete, quien insiste en que ella solo ha conducido este taller, que celebra su segunda edición. 

La artista enciende todos los focos sobre los participantes. Ellos han desarrollado todo el trabajo. Ella se limitó a sugerirles un nombre: Keith Haring. A partir de la obra de este activista y artista social, con una estética pop callejera y una importante carga de la exclusión entre sus temáticas, los chavales bucearon en lo que les removía sus creaciones. ¡Y a pintar! El título del mural, Hay que cuidar el mundo, pero también a las personas, expresa todo su sentir. «Primero pensaron en toda la gente que pasaba por aquí e incluyeron referencias a todos los niños», introduce y se quita el sombrero por cómo todos remaron a la vez pese a que era un grupo de miembros muy diferentes. Una diversidad que ha elevado el resultado final. 

La importancia de escuchar, de contar con un altavoz para dejarse oír, de sentirse integrados en la comunidad y de reivindicar la igualdad de todos pese a que uno tenga la cabeza cuadrada y otro lleve alas son algunas de las cuestiones que apelan al espectador. He ahí las inquietudes que, a través de esta pared, expresan los adolescentes del siglo XXI. 

Una actuación a la que los más pequeños ponen su granito de arena con una colección de dibujos con espray que completan la exposición. 

Para redondear este acercamiento al arte, realizaron una instalación escultórica efímera suspendida en el aire a partir del trabajo de otra creadora: Lita Cabellut. Una alfombra con figuras de papel coloreadas con pistolas de pintura «para enriquecerla, no para destrozarla». «Queríamos hablar de cómo manchan las palabras, de cómo todo lo que hacemos deja huella, y una vez más con la filosofía del respeto y comunidad», profundiza la coordinadora, que espera celebrar una tercera edición de este taller convencida del poder del arte y del papel protagonista de las nuevas generaciones en el futuro.