Lamento en la cultura

ALEJANDRA G. FEIJÓO
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Virtuosos burgaleses de la música, las artes escénicas o la danza se encuentran con más ganas que nunca de subirse a un escenario, pero se sienten abandonados por parte de las administraciones. El Teatro Principal reduce su aforo un 78 %

El 17 de septiembre se va a realizar una gran movilización desde el sector para reivindicar sus derechos. - Foto: Valdivielso

Se han olvidado de los artistas. De los que durante el confinamiento estuvieron al pie del cañón para hacer de las rutinas más desanimadas de las personas un día a día más provechoso gracias a sus libros, su música o sus actuaciones virtuales. Sin esperar ni pedir nada a cambio del grano de arena que aportaron, pero convencidos de que los nuevos proyectos que fluyeron durante esos periodos de inactividad iban a poder ver la luz de una manera digna y gratificante. Sin embargo, lo cierto es que la realidad está difiriendo mucho de los éxitos con los que fantaseaban, porque el bloqueo artístico y la desigualdad que las administraciones les están imponiendo tras el estado de alarma con sus restrictivas leyes está siendo absoluto. Sin cultura no se progresa, no se descubre al ser humano, no hay salida para la expresión emocional ni intelectual. necesitan un empujón por parte de los de arriba que de ninguna manera están vislumbrando. 

La llamada ‘economía naranja’, que engloba a las industrias culturales y creativas, cumplen un rol imprescindible en el desarrollo económico de cualquier país. Su impacto directo estimado es del 3,8 % del PIB español y es, además, creador de 700.000 puestos de trabajo relacionados. Unos datos muy poco valorados para los implicados teniendo en cuenta las faltas de ayudas y apoyo que reciben. Ejemplo de ello son las reducciones de aforo que la Junta de Castilla y León ha dado a conocer recientemente para los espacios destinados a los eventos. El Teatro Principal de la ciudad y el Teatro Calderón de Valladolid no podrán superar el 22,5 % y 25 % de aforo respectivamente, lo que supone para los productores una barrera enorme a la hora de querer actuar en dichas instalaciones. 

Diego Galaz, músico de Fetén Fetén, no comprende las facilidades que se están dando a otros sectores frente a las que están viviendo él y sus compañeros de profesión. «Todos nos alegramos de que las terrazas se llenen, no es cuestión de pedir que las cierren, pero es un ejemplo válido para reclamar coherencia e igualdad de oportunidades. Desde la Junta nos obligan a tocar con aforos que son imposibles de sostener. Pero peor aún es la despreocupación que ha tomado la administración central al respecto. El Ministerio de Cultura debería, entre otras cosas, reconocer que no ha habido ningún contagio en las actividades culturales y empezar a mover las ayudas nacionales para que podamos avanzar. Un país sin cultura es un país destinado al fracaso, es un problema de salud pública, no nos lo inventamos nosotros, lo dice la Universidad de Harvard. Es necesario que nos abran la puerta y nos permitan actuar para más gente», apostilla.

El Ayuntamiento de Burgos ha demostrado un apoyo unánime a los artistas con festivales como el celebrado en el Paseo de la Isla en el mes de agosto, donde se ha evidenciado que es posible disfrutar del arte sin exponerse a ningún riesgo. Fetén Fetén fue uno de los grupos que formaron parte de esta jornada y tanto sus componentes como el público finalizaron el evento con una satisfacción plena. A pesar del uso de mascarillas, la distancia entre personas, y la obligación a permanecer en la misma posición durante todo el concierto, Diego Galaz reconoce que «la música es tan potente, que aunque haya menos conexión con el público, la magia y lo que sucede en un escenario nunca se pierde».

El brillo en los ojos. Violeta Ollauri, de la compañía de teatro Colectivo Inesperado, ha podido ejercer su profesión en varias ocasiones estos meses, pero asegura que los ingresos no llegan a un cuarto en comparación con años anteriores. La intérprete burgalesa abandera que uno de los mayores valores de la ciudad es la diversidad de grupos artísticos, y considera que no deberían permitirse que se vayan a pique por la falta de apoyo. «Hemos sido ejemplares este verano, las precauciones han sido totales y la gente ha respondido muy bien. El resultado, sin embargo, es que se nos está bloqueando el poder continuar. No acabamos de entender las medidas, porque visto lo visto va a llegar un punto en el que vamos a estar más personas en el escenario y detrás de él que público viéndonos. Si la administración se involucra se puede hacer, lo que es inconcebible es que me dejes  volar en avión para ir de vacaciones y no pueda r ir a un teatro con todas las medidas cuidadas al detalle», incide. 

Ollauri comparte con Diego Galaz las experiencias únicas que están viviendo en los escenarios con la nueva normalidad. «Es muy difícil conectar con la gente y saber si el espectáculo está funcionando, porque no se ven las expresiones de la cara y las risas son dispersas. Es una barrera, pero al final se acaba notando el brillo en los ojos que demuestra que la sociedad necesita de nuestro talento», explica. 

Un Max amargo. Elisa Sanz, escenógrafa y figurinista, ha sido galardonada esta semana con su octavo Premio Max -concedidos anualmente a los profesionales de las artes escénicas en España-, al Mejor Vestuario por Play. Está acostumbrada a ser finalista de los premios, pero este año ha sido diferente. «Lo he recibido con mucha preocupación porque solo puedo pensar en el incierto futuro que le depara al sector. Los artistas estamos acostumbrados a periodos de inactividad y el proceso artístico interior nunca cesa, es decir, si nos tenemos que reinventar nos reinventamos. Pero lo que me cuesta entender es qué voy a hacer el día 19 cuando estrene en el Teatro Calderón una obra a la cual solo pueden ir 220 personas con un espacio para 945. Lo raro sería que la compañía no lo cancelase», lamenta. 

La cultura está viviendo una situación límite, y sus participantes han decidido pasar de las quejas a la acción. El próximo 17 de este mes casi una cuarentena de asociaciones españolas se han unido para organizar una movilización a nivel mundial y defender sus derechos. Los convocantes instan al gobierno a tomar medidas urgentes en las próximas semanas para garantizar la supervivencia del sector. Elisa Sanz  se ha unido a la llamada, a pesar de que en la ciudad burgalesa no se haya confirmado la manifestación. «La actitud de las administraciones es un abuso y una ilegalidad contra la cultura. Están estigmatizando como peligroso algo que no lo es. ¿Cómo puede ser que consideren más arriesgado un salón con distancias de seguridad que un autobús repleto de personas y con un desconocido apoyado en mi hombro? Es ridículo y tienen que ser sensatos, quizás el problema de ser tan desafortunados esté en que nunca han ido a un teatro. No nos dejan dar ningún paso más que salir a la calle el diecisiete a gritar», justifica la creadora.

Nuevos discos por estrenar. La estrella de ‘los héroes del sábado’, David Ruiz, cantante de La M.O.D.A., anunció para este 2020, antes de poder imaginar que una pandemia iba a irrumpir en el mundo, una pausa anual con su grupo. En búsqueda de la perfección del disco que llevan tres años preparando y que verá la luz estas navidades, sus componentes no han tenido que enfrentarse de manera directa al vacío obligado de los estadios en cualquier intento de concierto.

No obstante, David Ruiz, defensor de la cultura desde sus orígenes, ha manifestado su malestar con la difícil situación por la que están atravesando sus compañeros de profesión. «Se han olvidado de nosotros y tenemos los mismos derechos que el resto. El ministro de cultura está desaparecido demostrando que no sabe por dónde le da aire, pero tampoco me esperaba algo diferente, es lo de siempre. Deberían cuidar más a la cultura, no pedimos ninguna locura, simplemente necesitamos unos mínimos básicos para seguir adelante», reprocha. 

Las miras de La M.O.D.A. están puestas en poder celebrar su nuevo disco en el escenario a partir del próximo año y sentir de nuevo a su comunidad cerca. Con dosis de humildad, el cantante burgalés señala que «si hay que tocar para veinte personas lo haremos, y si es para dos mil nos buscaremos la vida para que funcione sin peligro, el objetivo es que nadie se olvide de que el arte ayuda a comprender un poquito más la vida y al ser humano». Diego Galaz, con quien ha sacado recientemente la canción Buenos tiempos vienen, también está preparando el disco Cantables en colaboración con varios artistas del panorama musical. Aunque prefiere no tener altas expectativas a corto plazo, concluye que «de una manera u otra, la música no parará».