Algo que llevarse a la boca en la estación

H.J.
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Diez meses después de estar inutilizadas y con la cafetería cerrada, la instalación de máquinas de comida y bebida devuelve un servicio esencial a la terminal ferroviaria

Las máquinas dejaron de funcionar a finales de diciembre, al tiempo que se cerraba la cafetería - Foto: ALBERTO RODRIGO

No es que sea un cinco estrellas Michelín pero al menos servirá para que los usuarios del tren, tan maltratados en la capital burgalesa desde el cambio de ubicación de la estación con motivo del desvío, puedan comer o beber algo mientras esperan su partida o nada más llegar a la ciudad.

Diez meses después de que dejasen de prestar servicio, más o menos al mismo tiempo que cerraba la cafetería, las máquinas automática de comida y bebida han vuelto a funcionar en la terminal Rosa de Lima Manzano. Desde hace unos días se puede obtener en ellas agua, zumos, refrescos, sándwiches y snacks, lo básico para matar el hambre y la sed teniendo en cuenta que desde enero no era posible ni siquiera eso.

La clausura de la cafetería desde el momento en que el antiguo concesionario lo dejó había provocado algo inaudito e inexplicable: que en la estación de una ciudad de 180.000 habitantes, paso obligado de la meseta al País Vasco y del valle del Duero al Ebro, solo se pudiera beber agua en los baños o caminando medio kilómetro hasta los bares más cercanos.

Primero sucedió que el concurso para el local de restauración quedó desierto ante el alto precio por el que salió, luego vino la pandemia y paralizó los planes de otras empresas que se habían interesado al respecto... y así sigue el local, cerrado desde finales de diciembre.

A la vista de que no parece probable la reapertura a corto plazo, el Administrador de Infraestructuras Ferroviarias (dependiente del Ministerio de Fomento) anunció a principios de octubre que la reinstalación de máquinas era inminente y ha cumplido con su anuncio.

Mientras llega la alta velocidad, que supuestamente reavivará el interés de los burgaleses por el tren, el vestíbulo de Rosa de Lima Manzano permanece cada día más sumido en la tristeza. Antes que la cafetería cerró el quiosco anexo, y en mayo de este mismo año dejó de funcionar una de las dos empresas de alquiler de coches que tenía allí su sede. Ahora solo sobreviven la segunda de ellas y las taquillas.