Para hacer periodismo hay que gastar zapatilla. Y para hacer periodismo vinculado al territorio, ni te cuento. Esta frase, que un periodista expresó en un seminario en El Burgo de Osma hace un par de años, se me quedó grabada. No podía ser más cierta. Está claro que no basta con hacer un par de llamadas desde la redacción y que resulta indispensable ir a los lugares y, sobre todo, hablar con la gente. Ya lo decía Manu Leguineche: «el periodismo es ir, ver y contar».  
Algo básico para entender bien, por ejemplo, la Ribera del Duero, especialmente en esta época de vendimia, la más decisiva por marcar el trabajo del resto del año. Muchos pueden pensar que esta labor se limita a la recogida de la uva.Pero para sus protagonistas esa definición no llega a abarcar ni una pequeña parte de lo que significa realmente.
La vendimia es el resultado de un legado, del aprendizaje constante de varias generaciones, trabajo en comunidad... Esfuerzo, mucho esfuerzo, pero también alegría. Como la que derrochan Noelia y Marta. Para la primera es su primera vendimia profesional. Tras cursar un grado de enología, ya está contratada en una de las 300 bodegas de la Ribera del Duero. En un abrir y cerrar de ojos ha dado el salto de la escuela al mercado laboral. La segunda sigue sus pasos. Talento nuevo para un sector cargado de tradición.  
La misma alegría que desprenden los jornaleros que año tras año, y ya van más de veinte, se desplazan desde varios pueblos de Córdoba hasta Pedrosa de Duero, donde los Pérez Pascuas les reciben con los brazos abiertos. Porque la vendimia trasciende lo profesional y permite crear lazos a nivel personal. Es confianza. Pasión. Compromiso. Como el de los hermanos Izquierdo Calvo con su bodega familiar. No perdonan una recolección. Lo suyo es unión al terruño. Es, simplemente, una forma de vida.