Y el espejito dice 'tú vales mucho'

ALMUDENA SANZ
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Laura Bravo lanza una campaña de micromecenazgo para la producción de una exposición de fotografía con la que ayudar a la gente a salir del hoyo igual que lo consiguió ella

Laura Bravo siente que la fotografía ha sido su mejor autoterapia y aquí posa caracterizada, como lo hace siempre en sus autorretratos. - Foto: Luis López Araico

Es un torbellino, pero mide sus formas, como si no quisiera despertar al fantasma que la tuvo durante un tiempo aterrada sin que ella fuera consciente. Laura Bravo González es una briviescana del 82, educadora social, que encontró en la fotografía la cuerda necesaria para salir de un hoyo en el que había caído sin darse cuenta. Sus autorretratos la liberaron y está convencida de que pueden ayudar a otras personas en su misma situación. Quiere mostrar esas imágenes, un proyecto que se esconde bajo el nombre de Los ojos de Laura, y para conseguir la financiación suficiente para su producción ha lanzado una campaña de micromecenazgo en GoFundMe. 

Los primeros flirteos de Laura con la fotografía son de hace diez años, como modelo, siempre delante de la cámara. Todavía no la había acariciado y sentido el chispazo. Ese primer encuentro fue casual. Una amiga le pidió ayuda para preparar una sesión de fotos y se le ocurrió hacer pruebas. Pidió una réflex a otro colega. «No sabía usarla. No había cogido una cámara de estas en mi vida». Y ¡tachán! Surgió la magia. «Se me cambió el chip, empecé a investigar por mi cuenta, no he ido a ningún curso». Le gustaron sus composiciones iniciales, se compró su primera, y única, cámara y habla de su trabajo como fotografía emocional. «Me caracterizo mucho por la edición, pero apenas tengo recursos. Lo hago todo con un portátil sencillo». Entonces aún desconocía que esa nueva pasión la salvaría del monstruo invisible que se coló en su vida. 

Sin que se diera cuenta, Laura empezó a cambiar, a cerrarse en ella misma, y la fotografía la zarandeó y la hizo ver que se estaba hundiendo. El regalo de un álbum de una tienda online fue providencial. Decidió llenarlo con sus autorretratos -porque también hacía fotos a otras personas- y al pasar las hojas y verse se encendió una bombillita. Algo estaba fallando. «Mi fotografía es emocional, intento transmitir con ella, como si fuera un lenguaje universal, y vi una tristeza muy cerrada, muy oscura. Me empecé a plantear que no estaba bien, aunque sí me lo habían advertido, y yo como educadora social vi que la fotografía podía ser mi autoterapia», relata convencida de que puede dar una pista a gente que atraviese por su misma situación.    

La exposición que desea orquestar se compondría de todos esos autorretratos que evidencian su proceso de transformación para que quien los vea sienta una suerte de revelación, lo identifique y actúe en consecuencia. De momento, cuelga alguna junto a sus reflexiones en el perfil de Instagram Los ojos de Laura, pero quiere tender su mano a un público más general y guiña un ojo a cualquier sala interesada en este proyecto que solo acaba de comenzar. 

«No nos imaginamos lo fuerte que llegamos a ser nosotros mismos con nuestra autoayuda. Los actos más sencillos pueden hacer que nos sintamos especiales. Ahora mismo, con levantarme todos los días soy feliz, no necesito nada más», resuelve esta joven a la que el espejito dice cada mañana todo lo que vale, aunque no siempre fue tan generoso.