La última copa desaparece... resucita la tienda de barrio

G. ARCE
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Mientras el ocio nocturno agoniza y protagoniza el principal goteo de cierres en CNAE de la Cámara, el comercio de proximidad de alimentación, tiendas y supermercados de barrio florece buscando cercanía a los más necesitados

Mientras el ocio nocturno agoniza, el comercio de proximidad florece. - Foto: Patricia y Valdivielso

El toque de queda a las ocho (y ahora el cierre de toda actividad no esencial a esa misma hora) está siendo la puntilla para el ocio nocturno, entendiendo como tal no solo la última copa sino todo ese universo cultural, musical y relacional que despierta durante las madrugadas de la ciudad. Los pubs, los bares de copas, los garitos o los clubs de música no aguantan más, no pueden vivir sin noche ni sobrevivir dando el servicio que ya dan otros establecimientos. Es un sector zombi, sin facilidad para reinventarse y agobiado por meses sin hacer caja, por los alquileres, los gastos fijos y la falta de ayudas públicas.

«Lo estamos pasando horriblemente mal», resumen los hosteleros consultados, la mayoría dependientes de un crédito ICO y con once meses a cuestas dándole vueltas a la cabeza sobre cómo será posible recuperar aquellas noches tranquilas de barra y buena música.

Hay una parte, reconocen, que ya no lo va a contar (más de 20 en los seis primeros meses de la pandemia, según la Cámara). No han aguantado deudas, el ‘Se Alquila’ cuelga de la puerta del local. Y aunque pase la crisis y el refugio temporal de los ERTE muchos no volverán a abrir porque hay un temor generalizado -casi un convencimiento- de que nada volverá a ser como antes, de que la manera de entretenernos cambia, se europeíza y se distancia de las barras de madrugada y se decanta por fórmulas como los vermús toreros, terrazas de tarde y espectáculos en la noche.

El interior del Sohho está siendo reformado para adaptar su oferta de ocio.El interior del Sohho está siendo reformado para adaptar su oferta de ocio. - Foto: Valdivielso

Tiendas. Por contra, los confinamientos y las limitaciones a la movilidad han otorgado un valor añadido extra al pequeño comercio de proximidad, el que cubre las primeras necesidades de alimentación del vecindario más cercano, especialmente los más mayores y con dificultades en los desplazamientos.

Se trata de un servicio esencial que ha estado operativo y en primera línea de la economía a lo largo de todo 2020 y que ahora está atrayendo a los nuevos emprendedores, muchos de ellos por necesidad, expulsados de otros sectores. 

Sube así el número de tiendas de alimentación, fruterías, carnicerías o despachos de pan regentados por una persona, una familia y en espacios reducidos. Buscan una oportunidad en la proximidad, aunque se teme que sean negocios efímeros pues los grandes y la alimentación online también crecen y mucho. 

Noelia lleva 13 años regentando La Cuca en La Puebla.Noelia lleva 13 años regentando La Cuca en La Puebla. - Foto: Patricia

Juan Antonio Llorente (Sohho): «La pandemia va a acelerar la implantación de un ocio diferente»  

Los hermanos Llorente, Juan Antonio y José Luis, gestionan el Sohho desde el año 2005 y reconocen que se estaban recuperando de los últimos latigazos de la crisis de 2008 cuando les ha venido el «frenazo en seco» del coronavirus. El bar de copas y conciertos de la avenida de los Reyes Católicos, que tomó el testigo del mítico Robinson, solo ha estado activo un mes (julio) desde que se desató la crisis sanitaria. Desde entonces está cerrado y vive una situación «muy complicada».

Hasta 6 puestos de trabajo directos y otros tantos indirectos vinculados al mundo de la cultura y el ocio, conciertos, fiestas, espectáculos, proveedores se han quedado sin actividad el último año. «Te das cuentas que al final tu actividad arrastra muchas ocupaciones: relaciones públicas, músicos, managers, técnicos..., sin contar con todos los repartidores de bebidas que tenemos, que viven de la hostelería. Nos habíamos quedado en solitario como sala de conciertos y la vuelta a la normalidad va a ser complicadísima sin unos mínimos de aforo que nos permitan afrontar los gastos que conllevan estos directos».

Manuel bajó la persiana en Fernán González en marzo.Manuel bajó la persiana en Fernán González en marzo. - Foto: Patricia

Con el Sohho cerrado, el 75% de los gastos fijos mensuales se los lleva el pago del alquiler del local de 150 metros cuadrados que ocupan, más los impuestos y tasas (que se lleva el otro 20%). Abrir la terraza en la avenida durante los meses de invierno se ha visto como «inviable».

Pese a las dificultades, el Sohho ha aprovechado el cierre obligado para afrontar una reforma en profundidad. «Queremos dar una vuelta a nuestra oferta, algo que ya veíamos antes de la pandemia, porque se está reactivando una franja horaria de tarde-noche en la que el ocio nocturno y de madrugada no estaba presente. Ahora la pandemia ha acelerado este proceso con las restricciones horarias y, por ello, tenemos que atender unas horas más diurnas de ocio», explica Juan Antonio.

El Sohho reabrirá así -cuando se pueda- como un local de ocio con mayor oferta cultural, de entretenimiento y de experiencias y emociones «más allá de las copas y la música». «La gente pide ampliar la oferta cultural con conciertos, teatro, monólogos, etc., manteniendo una oferta de barra de calidad».

Esta familia ha abierto una nueva tienda de alimentación en La Puebla.Esta familia ha abierto una nueva tienda de alimentación en La Puebla. - Foto: Patricia

La idea, reconoce Llorente, se enmarca en el renacer de establecimientos de hostelería que se está viviendo a lo largo de toda la avenida de los Reyes Católicos, que ofrece locales más amplios, más fáciles de acondicionar y más facilidad de movilidad y aparcamientos.

«Tenemos mucha ilusión pero la evolución de la pandemia es mucho más lenta de lo que todos esperábamos. Nos hablan de verano y algunos políticos se refieren a septiembre... Es descorazonador».

Noelia Vegas (La Cuca): «He vivido cada cierre por decreto como una puñalada»

El 1 de febrero cumplió 13 años al frente de La Cuca, un bar de copas de referencia para muchos burgaleses, que Noelia abría todos los días desde las 5 de la tarde hasta las 2,30 de la madrugada entre semana y hasta las 4,30 los fines de semana. «El negocio de la noche estaba bajando desde hace dos años y la clientela se centraba más en el día. De hecho, me volqué con la organización de los vermú toreros cada mes». El 14 de marzo fue el arranque de una montaña rusa de días de cierres y aperturas obligadas. No disponía de terraza y, dadas las estrecheces de La Puebla, solo le permitieron una licencia con dos mesas y un punto de fumador. 

«He aguantado las restricciones más agudas porque nuestra actividad depende de la música y de las bebidas», explica Noelia, que lleva cerrada desde 11 de enero y está viviendo sus peores momentos en este inicio de año «sin el colchón de unas Navidades que no han sido lo esperado y en las que he trabajado con un estrés y una ansiedad que no deseo a nadie».

«Cada cierre ha sido como una puñalada, solo quería trabajar, pero ahora lo que me preocupa es lo que venga por delante». Ahora solo abre viernes, sábados y domingos hasta la hora de toque de queda, «toda la semana no me compensa». Compartía barra con una trabajadora que ha optado por irse, ha eliminado el wifi, algunas cámaras frigoríficas, conteniendo todos los gastos personales y ha comprado una cafetera para dar un sencillo servicio de café. 

Llegó a un acuerdo con la propietaria del local para seguir manteniendo el alquiler. «Estaba tirando de mis ahorros y no podía más. Solicité un crédito que ahora tendré que pagar. Todos pensábamos que esto iba a mejorar, que la pandemia no empeoraría y que iba a haber ayudas directas porque nuestra situación es injusta». No ha sido así, Noelia sigue tirando del carro porque perdería cualquier posibilidad de ayuda «si algún día llega». Se emociona al recordar la respuesta que ha tenido de sus clientes. «Lo más emocionante es su apoyo y los ánimos para que sigas abierta. Me dicen que el día que abra van a estar aquí». «Mi esperanza es que esto se solucione, que las vacunas hagan su efecto».

Manuel Rámila (Cooper Club): «Iré hasta el final, hasta que no me den más créditos»

Regenta el Cooper Club desde hace 8 años y también el Norte GastroBar desde hace 3. El bar de copas de la calle Fernán González lleva con la persiana echada desde el 14 de marzo. «Empezamos la pandemia engañados, con un cierre de 15 días y sin ayudas. Y lo asumimos. Nos obligaron a acogernos a los ERTE como única solución, que muchos de los 18 trabajadores que somos (3 del Cooper Club) en total han tenido problemas en cobrar». 

El colchón económico que les sostenía se ha acabado hace tiempo, aguantó hasta final del verano, y solo los créditos ICO les han permitido seguir adelante. «Llegamos a noviembre y un nuevo cierre;las Navidades y la tercera ola y cerramos otra vez. En consecuencia, en doce meses hemos podido abrir el Norte Gastrobar  con porcentajes de aforo del 30-35% en solo 5 meses y con restricciones horaria. La facturación es inviable». 

Manuel se desencaja al explicar que sus números serían diferentes si operase en otras comunidades -como Madrid- con limitaciones diferentes, lo que ve como un agravio comparativo. 

Cooper Club solo ha recibido 314 euros de subvención municipal por alquiler, cantidad que responde al hecho de que el casero del local «nos ha ayudado y nos ha aliviado las pérdidas» de marzo a mayo. «Yo voy a asumir todos los gastos que tenga hasta el final, hasta que vuelva al banco y no me den más créditos ICO. No sé a qué llama ayudas este Gobierno, necesitamos ayudas que nos hagan salir realmente de la situación en la que estamos».
Las ayudas municipales por alquiler ya abonado y justificado, matizan, no eran del 75% del importe como recogían las condiciones sino del 55%. «Es mejor el acuerdo privado con el arrendador, además se cobraron el 28 de diciembre».

Manuel Rámila está convencido que la pandemia va a cambiar la forma de disfrutar el ocio «pero creo que nos vamos a poder adaptar a los nuevos tiempos».

Urbano y Noemí (tienda La Estrella): «Parecemos anacrónicos, pero creo que tenemos futuro»

El caso de Urbano y Noemí, leonés y sevillana asentados en Burgos desde hace 4 años, es paradójico en los tiempos que corren. Ambos proceden del mundo de la sanidad, son técnicos de laboratorio y anatomía patológica, pero se han vistos obligados a abandonarlo y rehacer su vida en plena pandemia sin créditos ni ayudas públicas para emprender. 

Urbano dejó el mundo sanitario hace años y hasta el 14 de marzo se dedicaba a dar clases de yoga en gimnasios de Burgos y en diversos pueblos de la provincia, pero todos estos cursos se paralizaron por las limitaciones y tuvo que acogerse a un ERTE. Su pareja trabajaba en el HUBU en una fundación dedicada a la investigación contra el cáncer. El pasado noviembre recibió la carta de despido, que ellos atribuyen a los problemas laborales vinculados a los embarazos difíciles por los que han pasado. 

El pasado septiembre abrieron una tienda de alimentación en la calle La Puebla. «Parece algo anacrónico en los tiempos en los que imperan los supermercados, pero el comercio de proximidad tiene futuro». ‘La Estrella’, como así se llama su despacho de pan artesano, repostería rural, chuches y alimentos de primera necesidad, toma el nombre de la primera de sus dos hijas. 

«Nos dimos cuenta de que no había tiendas de alimentación en las cercanías y que en La Puebla convive una clientela de vecinos mayores con gente joven, estudiantes e inmigrantes de nueva implantación. El poder adquisitivo es muy variado, por eso ajustamos los precios y nos acomodamos a las necesidades de cada cual, que hay bastantes».

Su pequeño negocio nace con vocación de algo definitivo, aunque continúan inscritos en las bolsas de empleo de Sanidad «donde hay mucho mamoneo y con algunos hacen la vista gorda para no llamar ni contratar», se lamenta Urbano.