Circular a 30 es difícil, pero no imposible

FERNÁN LABAJO
-

Los conductores intentan adaptarse a las nuevas velocidades máximas de más de 1.000 calles. La Policía Local ha denunciado ya a 300 vehículos por superar los límites

Dos señales luminosas advierten a los conductores de la nueva limitación en la avenida de Palencia. - Foto: Patricia

La pacificación del tráfico en la capital burgalesa no parece que vaya a ser una empresa sencilla ni tampoco rápida. La limitación de velocidad a 30 kilómetros por hora en más de mil calles trae de cabeza a muchos conductores que no terminan de ceñirse a las nuevas normas, especialmente en vías como el Bulevar, la avenida de Palencia o Pozanos. Solo hace falta subirse a un coche y circular por estos lugares para percatarse de la dificultad. Por lo general, todo el mundo parece predispuesto a adaptarse, si bien afean al Ayuntamiento la ausencia de una campaña informativa antes de comenzar con las multas.

Las ‘zonas 30’ se podrían dividir en dos grupos: las que son fáciles de circular en base a los nuevos límites y las que no. La adaptación de algunas vías de un único sentido como ciclocalles a mediados de junio supuso un primer ensayo, pero lo cierto es que en nada se parece el tránsito por estos lugares si los comparamos con otros donde las intensidades de tráfico son mucho mayores. Dicho de otro modo, no es lo mismo conducir despacio por las calles San Pablo o Santander que por el tramo del Bulevar que conecta la Cellophane con Arlés. 

En esta larga travesía es incluso normal ver a vehículos sobrepasar con creces los 50 kilómetros por hora. Con la nueva señalización, se percibe una circulación más lenta, pero aún lejos de respetar la norma contemplada en la Ordenanza de Movilidad. «Es muy complicado ir a 30. Creo sinceramente que la velocidad máxima anterior era la ideal para la ciudad», apunta Manolo, un conductor.  

En la zona oeste de la ciudad se concentran una serie de grandes avenidas que solo tienen un carril por sentido. La avenida de Palencia es una de ellas. Dos señales luminosas advierten de los nuevos límites a los vehículos, pero algunos siguen haciendo caso omiso. Los que intentan cumplirlo se ven apurados mirando continuamente el cuentakilómetros. «Intentas no pasarte, pero estamos tan acostumbrados que muchas veces no sabes qué marcha meter. Todo es cuestión de tiempo», reconoce María, conductora que pasa cada día por esta calle para ir a trabajar. 

Pero más que de tiempo, lo de acostumbrarse parece que es más una cosa de conciencia. Al menos el Ayuntamiento está decidido a que así sea. Por ello ha incrementado los controles de los radares para hacer saber a los conductores que superar la velocidad tiene consecuencias económicas. Sin ir más lejos, el cinemómetro municipal ha ‘cazado’ ya a casi 300 vehículos infringiendo la norma. «Muchas veces, las multas es la mejor opción, pero quizás habría sido necesaria una campaña informativa antes», apostilla Joaquín después de aparcar su vehículo en Pozanos, donde se acumulan gran parte de las sanciones. 

Los que pasan más tiempo en la carretera, y no necesariamente montados en un coche, comienzan a notar ya un cierto cambio en la ciudad. Diego, que cada día reparte periódicos en bici, reconoce que «al principio a los vehículos les costaba un poco más bajar la velocidad, pero cada vez están más concienciados». Para él, la limitación es una buena medida porque «da menos miedo bajarse a la calzada». En Tráfico, analizan todas estas cuestiones para saber en qué se puede mejorar la normativa.