La Catedral y Las Llanas

ESTHER PARDIÑAS
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Poco a poco, el Cabildo catedralicio se fue haciendo con numerosas propiedades que arrendaba o daba a censo vitalicio a quien podía pagarlas

Restos de algunos de los edificios que han aparecido durante las obras de excavación en Las Llanas. - Foto: Alberto Rodrigo

*Este reportaje corresponde a la serie 'Ochocientos años de un templo y una ciudad' (Catedral guardada / 17) y salió publicado en la edición impresa de Diario de Burgos el pasado 20 de septiembre. 

Desde el año de 1201 el Cabildo poseía casas en propiedad en Las Llanas. El abad Pedro donó unas casas al cabildo a cambio de un vaso de plata. Y poco a poco el cabildo catedralicio se fue haciendo con numerosas propiedades que arrendaba o daba a censo vitalicio a quien podía pagarlas. Desde el s. XV se construían casas nuevas para sustituir las que se iban quedando en ruinas. En 1424 el racionero Pedro García de Olmillos pedía a Benito Sánchez, vasallo del rey, que asegurara la construcción de la casa que tenía, porque se habían hecho derribar unas casas del cabildo y no se iban a hacer cargo de los desperfectos que se habían ocasionado. Al mismo tiempo se encargaba la construcción de otras casas nuevas a los carpinteros Martín Fernández de Rojas y Pedro Fernández de Sandoval, que contrataron la obra en dos solares, en el año de 1426, por 3.000 maravedíes. En el año de 1427, Bartolomé Sánchez, vecino de Villayuda, llevaba 30 cargas de madera de roble desde Uzquiza y Quintanar de la Sierra, a precio de 40 maravedíes la carga, para la construcción de las casas del cabildo. A cargo de las reparaciones y cuidado de las casas que el cabildo tenía estaban los visitadores y reparadores de casas, canónigos nombrados por el cabildo veían si era necesario reparar tejados, asistir a derribos y obras. Los alquileres de las casas de La Llana eran caros: en el año de 1557 Martín de Comparada y su mujer, Magdalena Ruiz, pagaban 8.500 maravedíes y 17 gallinas de renta anual por las casas situadas en frente de la puerta del Sepulcro y de las trojes del cabildo, que después veremos dónde estaban situadas. En 1731 el procurador José de Igay pedía que se le liberara del alquiler que tenía en una casa de la Llana para ir a otra más barata, y en 1754 el canónigo Diego de Ahedo pagaba 660 reales de renta anual por una de estas casas.

No solo era el Cabildo el que tenía propiedades en este lugar, el monasterio de las Huelgas tenía un palacio en Las Llanas, lo que queda reflejado en una querella que el 22 de enero de 1404 presentaron la abadesa Juana Fernández de Astúñiga, la priora Violante López y Beatriz López, enfermera del monasterio, contra Juan de Brecianos y Pedro de Campozano, criados del obispo de Burgos Juan de Villacreces, porque habían entrado en el palacio y robado cálices, armas, tazas de plata y habían malherido a su casero, con lo que lo robado y los daños causados ascendían a más de 100.000 doblas. 

Parece ser que hubo también en este lugar un palacio episcopal, porque en un documento del 7 de octubre de 1463 el cabildo de la catedral pide al obispo Luis de Acuña que no venda los palacios episcopales de la Llana. 

Mucho más conocidos y documentados son los derribos de casas que la condesa de Haro, Mencía de Mendoza, propició para la edificación de la capilla de la Purificación o Condestables, casas que se situaban detrás de la capilla de San Pedro que le había cedido el Cabildo, junto a la llamada puerta del Postigo y hacia la antigua calle de San Llorente y que pertenecían al comendador Juan Martínez de Burgos y a una mujer a la que apodaban la Toledana. Con motivo del derribo de estas casas el concejo de la ciudad aprovechó en 1482 para pedir al Cabildo la demolición de otras casas para abrir una calle. Las obras causaron daños en unas casas vecinas y Mari Sánchez de Lodoso fue recompensada con 50 reales por este motivo. 

En el año de 1337 el monasterio de las Huelgas y el Hospital del Rey pagaban a la catedral el diezmo de todas las cuezas de harina que vendían en La Llana, del pan cocido y de los menudos (legumbres, productos hortofrutícolas) que se vendían en la Planilla, cerca de la judería. Las Llanas fueron durante muchos siglos el mercado de granos de la ciudad, con obligatoriedad de vender y pagar las contribuciones pertinentes en él, lo que se acordaba por el Regimiento y Concejo de Burgos. En el año de 1605, los regidores avisan al Cabildo de que la justicia ha castigado a algunos vecinos por vender pan en La Llana superando la tasa establecida por el mercado franco. 

Si hubo un espacio reservado en Las Llanas para la catedral fueron sin duda las trojes. Estas paneras se utilizaban para el almacenamiento del grano: trigo (rubión y alaga), cebada, avena, yeros, titos. Estaban situadas en lo que hoy es la calle Diego Porcelos y a cargo del trojero que solía nombrarse al tiempo de recoger las cosechas y cuidaba de que se acumularan todos los granos de los diezmos y contribuciones que percibía la mesa capitular. El trojero era el encargado de contabilizar las cantidades de grano que correspondían a cada miembro del Cabildo. La contabilidad de estas cantidades de granos quedaba reflejada en los libros de diezmos y tazmías. Después los cereales se vendían aprovechando los precios más favorables que hubiera en el mercado, a veces si bajaban los precios se podían retener los granos para evitar la pérdida de dinero. A cargo del trojero corría también la conservación y buen estado del grano que se almacenaba; demasiada humedad o demasiado tiempo guardado podía echarlo a perder. En 1756 se extingue el oficio de trojero y las trojes pasan a depender de los diputados de hacienda. 

Era el raedor el encargado de pasar una llanilla o rasero por encima de cada fanega o celemín, para que la medida fuera correcta. En el 1499 el cabildo tiene que cambiar las medidas que usa en sus trojes para medir el grano, pues penalizan a uno de sus renteros por continuar midiendo el pan con la medida antigua, que era la fanega menor que tenía 12 celemines, cuando en Las Llanas ya se medían los granos con la fanega mayor o avilesa, que se contabilizaba a 10 celemines la fanega. En las trojes (no fueron las únicas que tuvo la catedral, hubo otras situadas en el sobradero de lo que hoy es la capilla de Santa Tecla) guardaban sus granos también particularmente los capitulares. En 1633 los 40 capellanes del número, con los que contaba la catedral, percibieron 600 fanegas de trigo y 500 de cebada a cuenta de la prebenda que les correspondía ese año. Contaba el Cabildo también con un horno cercano a las trojes, que en 1508 se arrendaba por 1.000 maravedís y dos gallinas vivas. Las gallinas servían para ajustar el precio y evitar las devaluaciones de moneda.

En Las Llanas se reunía el Cabildo, como representante del Estado Eclesiástico, en la casa de los Cónsules, la Universidad de Mercaderes, para ajustar el precio de los productos que debían pagar la sisa. Y hubo una Audiencia, ante la que compareció el arzobispo Juan de Isla, junto con el archivista del palacio episcopal, para defenderse en un pleito que atañía a su jurisdicción. También tuvo el Cabildo en Las Llanas un mesón, en 1654 Juan Martínez de la Peña va a prisión por no pagar lo que adeuda de su renta.

Junto a las trojes estuvo situada la puerta y capilla del Sepulcro, que dio nombre a la calle del Sepulcro, en la actualidad Diego Porcelos. Situada en la claustra baja de la catedral y con salida a esta calle. En el año de 1525 tuvo su propia cofradía, denominada Cofradía del Santo Sepulcro, que en 1 de diciembre de 1582 volvía a solicitar licencia para celebrar una procesión de disciplinantes, que se celebraba cada Viernes Santo, hasta San Lesmes o Nuestra Señora la Blanca.

En la puerta de esta capilla se repartían limosnas y sirvió como lugar de acogida a numerosos perseguidos por la justicia, que trataban de acogerse a lugar sagrado. El 12 de junio de 1585 la Cofradía de Nuestra Señora de la Soledad pide licencia para dejar de hacer la procesión hasta esta capilla, y evitar el rezo en ella de las 40 horas. Y en 1590 se mandaba mantener abiertas las puertas de esta capilla para que cualquiera que pasara por delante pudiera detenerse y entrar a rezar. 

La calle del Sepulcro fue renovada y ensanchada en 1557, en su paso hacia la Cerrajería, hoy calle de la Paloma. En 1610 la necesidad de unas nuevas trojes hace que el cabildo se plantee si pueden convertir el espacio que ocupaba esta capilla en panera, quitando las imágenes que había en ella. Finalmente en 30 de julio de ese mismo año se vota en cabildo que no se hagan las trojes allí, y que se hagan en otra casa de Las Llanas, que no quede situada en frente de la capilla. En 1698 el Cabildo manda construir otras trojes más grandes aún, y llevará todos los granos de sus rentas porque en este mercado se vendían antes y a mejor precio, y se construirán en el solar de unas casas que pertenecían al mayorazgo de Montecillo, que se tiraron por amenazar ruina, aunque se opuso María Marimón, su mujer. 

En 1780 el Cabildo tiene que contribuir al Ayuntamiento con la parte que le corresponde por lo que ha costado el empedrado de la plazuela de la Llana de Afuera, que hizo el maestro Pablo Antón. En la plaza de La Llana el arquitecto Marcos Arnaiz realiza en 1833, por petición del Cabildo, una obra en sus casas para poder encauzar las aguas que llegaban de la esgueva de Caldabades y plaza de Santa María. Este año el Ayuntamiento manda que en todas las casas del Cabildo situadas en La Llana y Huerto del rey se pongan caños de hojalata en los tejados, y aceras a su alrededor. Por su curiosidad describiremos la casa que arrendó Atanasio Martínez en la Llana de Afuera, nº 10, y que se hizo nueva en el 1874.

Derribada la casa antigua, los contratistas Pedro y Martín Landia se comprometían a hacer las fachadas de piedra de Hontoria y Carcedo, los suelos debían de ser de tarima de pino y baldosas, con balcones de hierro que dieran a la Llana de Adentro, con cuartillos y vidrieras. La cocina debía tener un hornillo de fundición y un depósito para carbón bajo una bóveda, fregaderos de madera que debían desaguar en los excusados, juego de vasares y cantarera de madera de pino; los excusados con vaso de barro con baño blanco, asientos de tablón de madera de pino y azulejos. 

Igualmente curiosas pero de dudoso gusto resultan las gestiones que hizo el Ayuntamiento con el Cabildo, en el año de 1876, para que cediera el sobrante de aguas que llegaba a la Pellejería para la limpieza de una columna mingitoria que iba a ponerse en la fachada de la capilla de los Condestables, frente a la Llana de Afuera. 

Habrá que ver que sorpresas nos deparan las excavaciones arqueológicas que se están llevando a cabo en este lugar que tanta vida tuvo en la ciudad.