La Catedral multiplica por diez las visitas desde que es Patrimonio de la Humanidad

R. Pérez Barredo / Burgos
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30 millones. El Cabildo atribuye el incremento a la propia rehabilitación del templo, pendiente sólo de un 3% para que sea integral. La seo ha recibido en los últimos años 20 años una inversión de 30 millones de euros

Juan Álvarez Quevedo, presidente del Cabildo; Agustín Lázaro, fabriquero durante los años centrales de la reforma; el arquitecto José Manuel Álvarez; y el actual fabriquero, Víctor Ochotorena, en el cimborrio. - Foto: Jesús J. Matías

 
 
A mediados de los años 80, la Catedral de Burgos era una mole negruzca, una pétrea masa de aspecto mugriento y aire decrépito. Su interior era asimismo lóbrego, casi siniestro; un lugar en el que la luz parecía haber perdido la batalla frente a las huestes de la oscuridad, y se transitaba por sus naves de la mano de las sombras. Además, se hallaba aquejada de varios males en articulaciones fundamentales para su supervivencia: tenía cubiertas maltrechas y las agujas amenazaban con perder su verticalidad y dejar de acariciar el cielo. A nivel nacional era un templo que gozaba de cierta fama, prestigiada por su exuberante gótico, y su perfil era reconocible en postales y folletos turísticos, pero apenas si era visitada cada año por 30.000 personas, siendo más que generosos en las estimaciones. 
Treinta años después de su declaración como Bien Patrimonio de la Humanidad, la Catedral se exhibe al mundo majestuosa y orgullosa, como recién hecha. Ya no está enferma; ni siquiera tiene achaques. Su rehabilitación integral ha alcanzado ya el 97 por ciento. En el año 2016 se completará una reforma que es única en España y en Europa, una actuación pionera y audaz que es fruto del éxito de una sociedad ejemplar, que supo estar a la altura de las circunstancias. Hoy es visitada por casi mil personas al día. Diez veces más que en 1984. Cientos y cientos de turistas que se quedan admirados al contemplarla. «Está irreconocible» admite con íntimo orgullo Agustín Lázaro, canónigo fabriquero durante estos años trascendentales para la seo, hombre fundamental en esta historia.
«Está irreconocible», admite con íntimo orgullo Agustín Lázaro, canónigo fabriquero durante los principales años de la restauración. Tanto Lázaro como Juan Álvarez Quevedo, actual presidente del Cabildo, los últimos 30 años han sido trascendentales en la existencia del casi milenario templo burgalés. Y los dos coinciden en la importancia de la declaración de Patrimonio de la Humanidad en esta resurrección, si bien consideran que fue más importante la determinación de hacer el pan director que está a punto de concluir. «La declaración ayudó a que se conociera más en el plano nacional e internacional la Catedral, pero sobre todo que se valorara más entre los propios burgaleses, lo cual fue muy importante porque esa conciencia ayudó después a la restauración, que se aceleró cuando hace veinte años se cayó la escultura de San Lorenzo», señala Quevedo.
La restauración que tímidamente se había iniciado a finales de los años 60 de la mano del arquitecto Marcos Rico, recuerda Lázaro, se intensificó y fue definitiva e imparable a partir de 1994. «La declaración fue un impacto importante e impulsó el turismo, que entonces no estaba tan evolucionado como ahora. ¡Si eran los sacristanes los que enseñaban el templo y apenas había folletos!», apostilla.
 
La inversión. Desde ese año 1994, la Catedral ha recibido una inversión increíble para una rehabilitación integral única, pionera. No hay en España, ni en Europa (en cuanto a la importancia del templo) una actuación similar. Según Álvarez Quevedo, en estos veinte años se ha invertido en la seo burgalesa 30 millones de euros, lo que saca una media de 1,5 millones anuales.
Las dos actuaciones más importantes por su impacto y complejidad, recuerdan, han sido la consolidación de la agujas y la rehabilitación del cimborrio. «Estructuralmente fueron las más difíciles». Retirar los pináculos exteriores, que estaban reventados, apunta el arquitecto José Manuel Álvarez, fue un trance especialmente delicado. «Hubo que desmontar pieza por pieza. Fue realmente costoso», subrata Álvarez, quien apunta otro de los grandes logros de la reforma: la comunicación bajo la escalera de la Puerta delSarmental, fundamental para la funcionalidad del turismo porque organiza perfectamente el recorrido y las visitas, amén de separarlo del culto. «Y la vidriería también fue esencial», apostilla Lázaro.
Para Víctor Ochotorena, actual fabriquero, su misión será «conservar todo lo que se ha conseguido». ‘Hereda’ el nuevo fabriquero una Catedral nueva, perfecta, dispuesta a afrontar con garantías los siglos venideros.