Cielos iluminados y sones de verbena a pesar de la lluvia

I.M.L.
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Pendientes del cielo hasta última hora, el programa nocturno de las fiestas patronales en Aranda se pudo celebrar este lunes con una espectacular sesión pirotécnica y ganas de volver a oír a La Pegatina en vivo, aunque sentados

El confeti llenó el hueco que una hora antes ocupaba la lluvia en la capital ribereña y puso color al pistoletazo de salida del concierto de La Pegatina, como un guiño de nostalgia a las añoradas verbenas. - Foto: Jesús J. Matí­as

Las previsiones se cumplieron y el paraguas se convirtió en un accesorio indispensable para el lunes de fiestas en la capital ribereña. Los conciertos a la hora del vermú volvieron a acoger a un público nutrido y variado, pero la tarde se aguó en Aranda de Duero y los peques de la casa tuvieron que resguardarse para asistir a los teatros vespertinos, cumpliéndose sin problemas el plan B de la organización, que evitó tener que suspender ninguna de las citas.

Más dudas hubo hasta el último momento con la oferta nocturna. No faltaba ni media hora para el inicio de una nueva sesión de fuegos artificiales, la tercera de la serie, y el cielo estaba descargando un agua que viene muy bien para la futura vendimia pero que era incompatible con los disparos pirotécnicos, y con que la gente acudiese a disfrutarlos en las inmediaciones del Instituto Tomás Pascual. De forma inesperada, la lluvia se fue mitigando hasta desaparecer de la ecuación festiva y, como un ensalmo para disipar las nubes, los cohetes de aviso de la sesión de pólvora y color animaron a la gente a acercarse a verlos más de cerca. Eso sí, sin olvidar sus paraguas por si acaso.

(GALERÍA de imágenes de la sesión de fuegos artificiales en este enlace)

Las composiciones principales llegaban tan alto, ganando en espectacularidad, que obligaban a flexionar mucho el cuello. Las composiciones principales llegaban tan alto, ganando en espectacularidad, que obligaban a flexionar mucho el cuello. - Foto: Jesús J. Matí­as

Entre los comentarios de los asistentes, la constatación de que hacía tiempo que no se veía unos fuegos artificiales tan llamativos como los de este año. Una gran carga de pólvora hizo subir tanto los más altos que algunas cervicales tuvieron que hacer una flexión que llevaban tiempo sin realizar. Los más pequeños miraban hacia el cielo con los ojos como platos, algunos intentado adivinar el siguiente color que estallaría tras el cohete, pero la rapidez en los disparos hacía casi imposible el juego de predicción. Los más clásicos también tuvieron su ración estética, con una larga serie de inmensas palmeras que se iban multiplicando en el cielo nocturno arandino. Los aplausos del respetable siguieron a la tanda final de coloridas explosiones y el público se fue dispersando, unos hacia el centro de la ciudad y otros tomando dirección al recinto ferial, donde les esperaba la última actuación de la jornada.

Viendo que las precipitaciones no se reanudaban, muchos arandinos vencieron la tentación de irse a casa y acudieron a su cita con La Pegatina. En la entrada al recinto ferial se veían bolsas que guardaban cojines y mantas para protegerse de la humedad de las sillas de madera, además de otras soluciones más improvisadas como bolsas de basura o de supermercado.  

A falta de verbenas. Con un retraso de media hora, mientras los técnicos quitaban el agua del escenario y recolocaban todos los instrumentos, los integrantes de La Pegatina saltaron al escenario con una rotunda declaración de intenciones. «Esto es una fiesta», gritó el vocalista Adrià Salas a la vez que una cascada de confeti caía sobre el público, que lo recibió como una señal para empezar a bailar, sentados y con mascarilla pero con los brazos en alto (...).

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