Ignacio Fernández

Ignacio Fernández

Periodista


Renault

22/07/2021

La crisis de la producción de automóviles tuvo ayer un nuevo episodio con el mazazo que supone que Renault amplíe a todo lo que queda del año el ERTE por causa de la crisis de los semiconductores, una de las peores consecuencias económicas que nos deja la pandemia. Un apagón mundial de la producción causado no sólo por el frenazo en seco de las fábricas al declararse la enfermedad sino por la sobredemanda de estos componentes en todo tipo de productos.

Los de los coches son especiales, más necesitados de homologación y más específicos, con lo que el problema que padecen los “smartphones” o las videoconsolas se hace mayor en el caso de los vehículos. Se demuestra, nuevamente, que el nuestro no es, ni mucho menos, un mundo regional: bien al contrario, lo que pasa en Taiwán, proveedor mundial de estos componentes, nos acaba afectando, por ejemplo, en Villamuriel.

Esto de primeras: seamos un poco más humildes en el reconocimiento de nuestras limitaciones, tan demiúrgicos como a veces nos creemos en nuestra misma “mismidad”. Pero, por otro lado, y de nuevo, reconozcamos qué poco atractivos son para nosotros los problemas de auténtica enjundia cuando se prestarle atención al largo plazo se trata y cuánto perdemos tiempo y saliva en cuestiones de menor calado.

Este es un asunto capital como lo es también la carencia de producción mundial de coches que, por ejemplo, acarrea un incremento muy sustancial de la venta de usados en mercados como el americano, con la correspondiente subida de precios cuyo efecto se ha hecho patente, por ejemplo, en la inflación, preocupantemente disparada siquiera sea de modo coyuntural.

Lo malo de noticias como la de ayer de Renault no es que en sí mismas sean negativas sino que poco o nada puede hacerse salvo reflexionar sobre hasta qué punto andamos con la brújula desnortada cuando trasteamos nuestros atávicos localismos.