"Se puede ser feliz aunque la vida te haya puesto del revés"

B.D.
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La farmacéutica burgalesa y concursante de MasterChef es una mujer acostumbrada a superar todos los obstáculos posibles tras el accidente que la dejó en silla de ruedas a los 24 años

En su entrada a MasterChef, Sonsoles estuvo acompañada de su madre, Marta, de su hermana y de su amiga Montse, a quien conoció en el Hospital de Parapléjicos de Toledo. - Foto: RTVE.es

Agotada pero emocionada. Así confesaba sentirse Sonsoles Conde tras la emisión del primer programa de la nueva temporada de MasterChef, una jornada en la que no paró de sonar el teléfono y de recibir felicitaciones. Esta noche se emite el segundo capítulo del concurso de cocina más duro de la televisión.

¿Qué te impulsó a presentarte en este concurso?
Bueno, yo a veces me muevo por impulsos. En esta ocasión, hablando con mi amiga Gure y con mi hermana, tomando un vino una tarde, les comenté la posibilidad de presentarme y, para que veas lo importante que son los imputs que recibimos en la vida, las dos me animaron desde el minuto uno. Nada de: «pero ¿estas loca?, ¿a la tele vas a ir?». En ese momento, desde el bar, escribí un mail al programa y seguimos con lo nuestro. Cual fue mi sorpresa cuando me llamaron al día siguiente, que les había encantado mi mail y que les rellenase la solicitud oficial. Así fue, empecé a rellenar cuestionarios interminables, a grabar videos, a mandar fotos de platos… Me seleccionaron para el casting presencial de Bilbao. Allí me dieron la cuchara y, de repente, empecé a pasar un casting detrás de otro y, cuando me quise dar cuenta, estaba delante del jurado a por un delantal blanco.

¿Desde cuándo tu afición a la cocina?
Pues es bastante reciente, pero la cocina tiene también ese punto de enganche, que te pones y te pones. Además, creo que está muy ligada al disfrutar y al compartir buenos momentos, es algo muy social y a mi me encanta.

¿Por qué elegiste como plato para convencer a Pepe, Samantha y Jordi un Pad Thai?
Le di muchas vueltas al plato que quería presentar. Era mi pasaporte al programa y el nivel estaba altísimo, así que pensé que también quería contar una historia con mi plato, y como mi otra gran pasión es viajar, conocer lugares y gentes me decidí por el Pad Thai. Es verdad que mi amiga Katri se iba a Tailandia a hacer unos cursos y yo había quedado con ella en alcanzarla y recorrer juntas el país, como ya lo hicimos en Argentina. Pero MasterChef se cruzó en mi camino, y yo que soy muy de seguir las señales, pues hilé una cosa con otra y mira, todo salió genial.

¿Qué crees que puedes aportar al programa y qué te aportará, desde el plano personal, el programa a ti?
Cuando yo tengo que tomar una decisión importante en mi vida, siempre me planteo ¿desde dónde? y ¿para qué? Y, en este caso, era muy consciente de que me enfrentaba a un abismo enorme, que es el de la sobreexposición pública. Salir en un programa de máxima audiencia, donde es imposible controlar casi nada, suponía salir de mi zona de confort. Pero sentía en lo más profundo de mi corazón que debía dar ese paso, no para ser abanderada de ninguna causa, sino para intentar demostrar lo que  soy, que se puede ser feliz, aunque la vida te haya puesto del revés, y que es cuestión de actitud y de ponerle ganas. Yo en MasterChef se las estoy poniendo y si esto consigue atravesar la pantalla y llegar a quien en este momento necesite un mensaje de aliento, me doy por satisfecha. Para mí, estaba claro, era una barrera que aún sentía que tenía que romper y no podía permitir que el miedo me paralizara. Así que aquí estoy en MasterChef 8. No sé lo que le aportaré al programa, quizás eso lo tendrían que contestar ellos, pero sí te diré que me quedo con el enfoque de Jordi Cruz, que me dijo que me iban a tratar cómo una más y, por supuesto, yo le contesté que de eso se trataba, porque yo era una más. Ojalá la sociedad pronto aprenda a vernos como uno más, ya que todos tenemos capacidades y fortalezas, pero también debilidades y resistencias; pongamos el foco en lo positivo. Porque allí donde pones la energía, crece.

 

 

Acostumbrada a los retos difíciles, ¿te lo has planteado como un momento para disfrutar o para competir?
Para disfrutar, sin lugar a dudas, con quién más compito es conmigo misma.

Cada año el nivel de los concursantes es más alto, ¿te has compenetrado especialmente con alguien?
Mis compañeros son todos geniales, nos reímos un montón y comparto cosas diferentes con cada uno, pero tengo un punto de unión muy bonito con cada uno.

¿Te asusta la dureza de las pruebas?
No me asusta, pero sí que son pruebas duras. El lunes en Guadalupe, lo pudisteis ver en mi cara al final, estaba agotada, por la tensión acumulada, por el esfuerzo y, sobretodo, porque físicamente fue un exterior duro. Guadalupe es maravilloso, pero para la silla de ruedas muy complicado, mucha subida y bajada y el suelo empedrado, menos mal que me entreno duro en el gimnasio.

En el arranque del programa señalabas que los límites se los pone cada uno ¿dónde coloca una mujer tan positiva los suyos?
Bueno, yo la verdad intento ponerme pocos límites de primeras, y cuando me los encuentro pues ya veo la manera de sortearlos. La verdad es que te sorprenderías, porque cada límite viene con una solución, sólo hay que saber verla. Como digo en el programa: «si tu le sonríes a la vida, la vida te sonríe a ti».

¿Cómo te cambió la vida tras el accidente?
Fue un cambio brutal, muy duro, imagínate con 24 años. Yo creía que me comía el mundo, acababa de terminar la carrera, tenía un trabajo muy bien pagado, disfrutaba de la juventud y, de repente, se me vino el mundo encima. Fue un camino largo y duro, pasé muchos meses en el hospital y vi cosas muy terribles, pero llega un momento en el que tienes que dejar de llorar y de lamentar tu mala suerte y empezar a construir tu presente y tu futuro. Lo digo en el programa: la vida no es lo que te pasa, sino lo qué haces con las cosas que te pasan. A mí, me ayudó mucho al principio empezar a practicar esquí, un deporte que desde muy pequeña ya practicaba y que me apasionaba, así que busqué y encontré una asociación que facilitaba esta experiencia, y fue la mejor medicina: empezar a superar límites y volver a disfrutar de la nieve y la montaña. También me ayudó mucho volver a estudiar, realicé un MBA en la Autónoma de Madrid, con unas becas que daba la ONCE y así, poco a poco, me volvía a integrar en el mundo real, me fui a vivir a Barcelona una temporada y desde ahí ya fue un despegue hacia arriba.
Conocí gente maravillosa, nuevas amistades que nunca pusieron el foco en la silla y además conservé todos mis amigos de siempre, que siempre me han hecho sentir como una más de la pandilla. Mi familia, por supuesto, nunca me trató de manera diferente y entre todos pues fuimos sumando experiencias y viviendo nuevos retos.

¿Cuáles han sido tus grandes puntos de apoyo?
Por supuesto mi familia, en especial mis hermanos. Me cogieron de la mano y nunca me soltaron, somos muy distintos los tres, pero creo que mi accidente nos unió para siempre. Mis amigas, que siguen siendo las mismas locas desde los 14 años, nunca me hicieron sentir diferente, ni de menos, yo seguía siendo una más para todos los planes. También mis amigos de la Universidad; todos ellos me conocieron andando, pero luego he seguido sumando amigos, grandes amigos, que solo me han conocido en silla y que nunca les ha importado eso, ellos me dicen, que ni la ven.

¿Qué productos o platos de la gastronomía local te gusta preparar?
Pues la verdad es que yo lo que más como son verduras y platos saludables, así que trato de cocinar mucho con las especies para darle sabor.