Un día frío y tranquilo

SPC
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El ambiente invernal, tanto en lo climatológico como en las relaciones entre los secesionistas, y la ausencia de incidentes marcan el inicio del proceso penal contra los independentistas

Un día frío y tranquilo - Foto: Eduardo Parra

Cuatro horas tuvo que esperar ayer Quim Torra para estrechar la mano de Oriol Junqueras. Sentado, muy digno, en el banquillo, el exvicepresidente del Govern ni se ha vuelto cuando el muy honorable hizo su entrada en la sala de vistas en el inicio del juicio de procés, agitando la mano a los acusados que sí giraron la cabeza para saludarle. Esa fue la gran imagen de una primera jornada marcada por el frío: frío en la sala del Supremo, que obligó a ponerse las bufandas; el ambiente gélido que se notó entre Torra y algunos acusados como Junqueras, y los vientos helados que separaban a los familiares de los presos de parte del público fan de Vox.

El día (y el frío) empezó con largas colas a las puertas del Tribunal, donde los 600 periodistas acreditados tuvieron que esperar más de una hora para entrar. Los profesionales de la comunicación pudieron contemplar en este tiempo los enfrentamientos verbales entre los dos grupos que se congregaron en las calles adyacentes al edificio. Por un lado, los independentistas, que con el propio Torra y Roger Torrent a la cabeza, se manifestaron bajo una pancarta en la que se podía leer «decidir no es delito». En el otro, decenas de manifestantes de grupos de ultraderecha, como Hogar Social o Falange, y ciudadanos que, simplemente, se mostraban favorables a la unidad de España. El amplio dispositivo policial, que contaba con una docena de patrullas de antidisturbios, evitó que el encuentro se tornase violento, más allá de los consabidos insultos -«fascistas», «fachas», «golpistas»- que se dedicaron ambos bandos.

Dentro de la sala, la normalidad fue la tónica de la jornada: todos los protagonistas guardaron las formas. Tan solo se rompió el silencio reinante con algunos comentarios entre Junqueras y el exconsejero de Exteriores Raúl Romeva. O entre este último y Jordi Turull, que también intercambió impresiones con Jordi Sánchez. Casi todos, menos el exvicepresidente y los tres exconsejeros que están en libertad, se dieron la vuelta en algún momento de la sesión para ver a sus familiares y hacerles algún gesto de complicidad. 

El color amarillo estuvo presente, en algunas bufandas y pañuelos, y en muchos lazos en la solapa (de los acusados, tan solo lo lució Jordi Sánchez), todos más o menos discretos, salvo el de Torra que era tamaño XL o el de la consejera de Justicia, a modo de broche en forma de flor.