La helada del viernes daña el 30% de la flor de Caderechas

S.F.L.
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Aunque parte de la yema se merme, no debería perjudicar a la producción, que gana calidad con menos fruta por rama

El valle amaneció nevado la mañana del lunes. - Foto: Patricia González

La prisa que han tenido este año en florecer los cerezos de la parte baja del Valle de las Caderechas caracterizará -entre otros asuntos- la cosecha de 2020. Por el momento, y pese que durante la madrugada del viernes los termómetros de la zona registraron temperaturas de dos grados bajo cero y el lunes amaneció nevando, tan solo se han dañado el 30% de yemas de los 50.000 cerezos ubicados en el espacio. Esta reducción no tiene por qué afectar drásticamente a la producción, que gana calidad cuanta menos fruta haya por cada rama. Sin embargo, los más de veinte días en los que el fenómeno natural se ha adelantado con respecto a otras campañas hace de esta una en las que la cosecha más peligro corre.

A la excepcionalidad de la fecha hay que añadir la del clima. Los fruticultores del valle no recuerdan una nevada como la de ayer en plena floración y aseguran que cada año se percibe con mayor claridad el cambio climático. Dependen totalmente del tiempo y ante los cambios radicales poco -por no decir nada- pueden hacer. La nieve no les asusta pero si el hielo. Un descenso extremo de la temperatura podría llevarse por delante un porcentaje importante de flores y, a diferencia de la semana pasada, la humedad que presentan las yemas generaría un merma considerable.

«No es lo mismo que la cereza esté seca que húmeda ya que el agua acumulada en el interior del brote se cristaliza haciendo explotar el pistilo estropeando a continuación la fruta», manifiesta Germán Ayus, uno de los agricultores de la Asociación de Productores y Comerciantes del Valle de las Caderechas. Igualmente hay que añadir que los insectos con frío no trabajan y la función de polinización disminuye. Pese a que los cerezos que se dan en el espacio son autofértiles, las abejas hacen una importantísima labor.

Los fruticultores prefieren pecar de prudentes que de charlatanes y no se atreven a vaticinar si la cosecha de esta campaña mejorará con respecto a 2019, en la que únicamente se recolectaron 150.000 kilos certificados. Desde hace cuatro años no gozan de una producción rebosante -la cual alcanzaba los 500.000 kilos de cerezas- y  temen que este año la suerte vuelva a abandonarles. Hay personas que viven exclusivamente de la tierra y estos giros tan inesperados interfieren negativamente en su economía. Además, la subida de las primas de los seguros hacen que algunos de ellos hayan optado por dejar de cuidar el producto.

Juan José Gandía, el presidente de la agrupación del valle manifiesta que en el mes de abril se decide todo. El trabajo del año dependerá del clima y temen que se repita la misma situación de 2019, en el que la mayoría de cultivadores no recogieron ni una cereza.

Las heladas suaves -como la del viernes- reducen ligeramente la cantidad de flores, un hecho que no desfavorece al árbol sino que incluso le beneficia. En fruticultura cantidad no es sinónimo de calidad. Según el testimonio de Gandía, las mejores cerezas brotan de las ramas donde no existe tanta flor y explica que es preferible que de un grupo de cuarenta yemas queden unas diez. Si se desarrollaran todas no crecerían lo suficiente y el tamaño no alcanzaría los 28 milímetros de diámetro con el que trabajan. Además, el sabor perdería dulzura e igualmente el valor en el mercado. Los expertos del sector consideran que lo ideal es que crezcan un kilo de cerezas en un metro de rama. Los árboles de las zonas más altas de Caderechas, donde se ubican localidades como Madrid, Rucandio o Herrera, han quitado el pie del acelerador y la floración se desarrolla más despacio. Así, los brotes que salieron durante el pasado fin de semana -gracias a las suaves temperaturas- han sufrido algún daño alejándose del de los pueblos bajos (Salas, Terminón o Aguas Cándidas).

EL VALLE DEL SILENCIO.

La crisis sanitaria que actualmente vive el país como consecuencia del coronavirus ha provocado que también se convierta en la más solitaria y distinguida de las campañas de floración. En otra ocasión, los conductores de los vehículos se aglutinarían en la estrecha y curvilínea carretera que une a Oña con el valle desde primeras horas de la mañana para intentan conseguir la mejor instantánea.

Ayer,  DB realizó el recorrido y solo se topó con un corzo un tanto despistado. Las calles de unos pueblos con riesgo a la despoblación parecían más tristes que nunca. Serán sus pocos vecinos los únicos que puedan presenciar, a través del cristal de sus ventanas, la estampa del manto blanco de Caderechas.

CIEN CEREZOS BUSCAN PADRINO.

José Ángel Acebes decidió dar un paso más allá en su negocio -el quiosco Dulcipay de Oña- y encontró en la cereza una oportunidad para atraer a nueva clientela. Hace 16 años comenzó a cultivar los árboles y en este tiempo ha logrado aumentar su plantación hasta los 800.

En 2018 ofreció la alternativa de apadrinar a uno de sus ejemplares a todo aquel interesado en disponer de un cerezo para recoger de la propia rama el fruto, una acción muy valorada entre la población de las ciudades. Para afianzar el compromiso, existe un contrato de por medio que explica las condiciones tanto del dueño de la finca, como del padrino. El interesado deberá abonar 60 euros el primer año y 15 los siguientes. El precio incluye el cuidado y la manutención anual del árbol. Además, el ‘nuevo propietario’ permanecerá en contacto con Acebes para conocer el estado del frutal.

Una vez puedan recolectar las cerezas -que llegan a brotar hasta diez kilos por árbol y temporada- los particulares  tendrán que acercarse hasta la villa condal y dirigirse a la finca. «Quienes ya lo han hecho se muestran encantados», declara.

El primer año que lanzó la iniciativa, allá por 2018, diez personas acogieron su árbol. El desastre de 2019 -que acabó con prácticamente con la totalidad de la producción en las Caderechas- provocó que no aparecieran interesados. Sin embargo, para esta nueva campaña ya han firmado el contrato 22. «Estoy seguro de que la demanda aumentará porque es algo distinto que en las capitales no se puede realizar», asegura el agricultor, que se ha marcado como objetivo lograr padrinos para 100 cerezos. Vende su producto directamente en su tienda. «Del árbol al frutero», emplea como lema. En Oña resulta habitual en época estival ver a viajeros comiendo las cerezas recién compradas.