Telefónica estudiará el deterioro de las cabinas de Burgos

A.G.
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Cristales rotos, puertas desaparecidas, suciedad en las paredes y aparatos que no funcionan son la realidad de estos teléfonos urbanos, muchos de ellos abandonados desde hace años

Teléfonica estudiará el deterioro de las cabinas de Burgos - Foto: Jesús J. Matías

Hace ya tiempo que Telefónica sabe que cada una sus cabinas que aún siguen en pie recibe una media de 0,31 llamadas por día (una cada tres) y es muy consciente de que las que quedan en las ciudades son el último vestigio de un modelo de comunicación que, probablemente, ya no volverá. Por eso ha interpuesto un recurso ante la Audiencia Nacional contra la licitación del Gobierno, que el pasado mes de diciembre le volvió a encargar la prestación de este servicio público, ya que el concurso quedó desierto como viene ocurriendo desde hace varios años. Así pues, esta empresa no solo es la responsable de garantizarlo sino también de mantenerlo en condiciones, algo que podría ponerse bien en duda con solo dar un pequeño paseo por Burgos.

Cristales rotos, puertas que no existen, suelos hundidos, suciedad en las paredes, auriculares pringosos, teléfonos que no funcionan, pintadas y restos de carteles adheridos son la realidad que presentan muchas de las 55 cabinas que aún resisten en la ciudad (hay 105 en toda la provincia). En Telefónica lo saben y afirman, por boca de un portavoz, que «estudiarán el caso de Burgos para darle solución». También explican cómo suelen arreglar los desperfectos, algo que, a la vista de cómo se encuentran muchas de las terminales, parece que hace tiempo que no ocurre: «Cuando es un problema de línea actuamos en remoto y si se trata de la instalación, la mayoría de las veces lo hacemos bajo notificación del Ayuntamiento, de la Policía e incluso de viandantes que nos dan aviso. En las situaciones de posible riesgo se actúa con urgencia en menos de 24 horas aunque luego haya que volver con más calma a reponer la situación de funcionamiento de la cabina».

En este sentido, el mismo portavoz reconoció que se ven «desbordados» por los actos vandálicos que se producen especialmente durante los fines de semana, que «se está actuando de forma prioritaria» allí donde se les insta y que el coste del mantenimiento que suponen estos desperfectos «es altísimo».

Este periódico quiso comprobar in situ lo que ven a diario los viandantes de algunas de las principales calles de la ciudad y parte del resultado puede verse sobre estas líneas. Tras la visita de ocho puntos, a veces muy alejados entre sí,  la sensación que queda es de completa desolación, la misma que provoca saber que, en caso de necesitarlo (podría ocurrir una emergencia y no tener batería en el móvil, por ejemplo), el uso de este servicio público, no sería posible. De las once cabinas (en la calle Vitoria, San Bruno y en la calle Madrid  hay dos en el mismo punto) solo encontramos tres teléfonos operativos, en el resto no había señal, y los auriculares estaban llenos de suciedad. En la que se encuentra  entre Casa la Vega y la Barriada Inmaculada un cristal estaba hecho añicos y los trozos reposaban sobre el pequeño mostrador junto al teléfono. A casi todas les faltan  puertas y están inundadas de pintadas. La única utilidad que parece haberles encontrado la ciudadanía es la de ser soporte de carteles: conciertos, ofertas de vacaciones y hasta el afiche de búsqueda de un gato desaparecido se anuncian en el espacio que aún queda en pie. Las que menos deterioro presentan son las del modelo sin puertas.

Desde Telefónica recuerdan que no pueden retirar una cabina de forma unilateral aunque sí lo han hecho en ocasiones «ante peticiones específicas de algún ayuntamiento que solicita su retirada bien por remodelaciones urbanísticas o porque lo consideran un elemento ya obsoleto en la vía pública».