El códice discreto

Angélica González
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En algún lugar de la Catedral se encuentra, desde los años 70 del siglo XX, el libro de las reglas de la Cofradía de los Caballeros de Santiago, un texto del s. XIV que ha sufrido varias peripecias. Próximamente saldrá de la ciudad por segunda vez

El códice discreto - Foto: Jesús J. Matías

No es por capricho que el secretario de la Real Cofradía de los Caballeros del Santísimo y de Santiago, Enrique Plaza, se niega a hacer pública la ubicación exacta del Libro de los Caballeros, códice que refleja las reglas con las que se fundó esa sociedad religiosa, que data del siglo XIV y que está considerado una de las obras más importantes de Europa en su categoría. Fue en 1338 cuando vieron la luz el texto y las bellísimas miniaturas que lo componen. 681 años más tarde se encuentra a buen recaudo en algún punto de la Catedral: «No queremos ser más explícitos para evitar que ocurra alguna cosa», explica Plaza, escaldado como está después de que esta maravilla fuera sacada en 1977 del Archivo Municipal, donde se encontraba, sin que los cofrades supieran nada. Aquel capítulo, que terminó en los tribunales, aún le duele al secretario, que guarda como recuerdo del episodio el «chapucero» facsímil realizado por el afamado heraldista Faustino Menéndez Pidal de Navascués, que fue quien se lo llevó para copiarlo, al parecer, con la connivencia de autoridades civiles y religiosas sobre cuyos nombres Plaza no quiere volver. 

Esta fue la razón por la que se decidió trasladar el códice a una ubicación secreta en la Catedral y en todo este tiempo solo ha salido en cuatro ocasiones del templo con motivo de diversas exposiciones, una de ellas en el Palacio Real de Madrid. En los próximos meses podría viajar fuera de Burgos por segunda vez si se confirma su presencia en una exposición que tiene prevista la Fundación VIII Centenario de la Catedral, asunto en el que Plaza prefiere guardar prudente silencio y dejar el protagonismo a sus promotores.

No ha tenido una existencia demasiado plácida este Libro de los Caballeros. Hasta principios del siglo XX no le llegó la consideración como uno de los más antiguos e interesantes: fue en 1905, cuando el Marqués de Laurencín publicó un artículo en la Revista de Archivos, Bibliotecas y Museos sobre la necesidad de su conservación. En 1909 encuentran, en una tienda de antigüedades del Espolón, un pliego suelto que le pertenecía, y para incorporarlo al texto los cofrades pagaron a escote las 125 pesetas que costó. 26 años después, un historiador inglés de nombre Cook pidió a la cofradía copias fotográficas del códice para hacer un estudio ya que entendía que ese texto era «imprescindible para el conocimiento del arte español» pero aquel proyecto no se llevó a cabo. En el año 2001, la editorial Siloé Arte y Bibliofilia elaboró un facsímil del que editó 898 ejemplares (el que ilustra estas páginas se encuentra en el Museo del Libro). (Más información en edición impresa)